64. Lento y doloroso

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Gerard Janssen siempre había soñado con ser mejor que su hermano mayor.

El haber nacido con atrofia muscular espinal (SMA) de tipo III afectó su existencia. Si no le hubiesen obligado a privarse de vivir una vida normal, donde la fisioterapia y las terapias ocupacionales no fueran parte de su existir, habría sido un mejor hombre. Tanto su padre como su madre y sus hermanos decidieron no involucrarlo en las responsabilidades de la casa debido a su discapacidad.

Gerard nunca perdonó a su hermano por haberlo excluido de muchas cosas, ni tampoco a su hermana que siempre se mostró amable con él, seguramente solo por lástima; no importaba saberlo con exactitud, ella se enamoró de un extranjero que conoció en alguna parte. Lo último que supo de ella fue cuando su hija llegó a visitarlo.

En medio de su soledad, rodeado de personas falsas y de sus sueños frustrados, él no se permitió compadecerse. Su enfermedad progresaba día a día. Los tratamientos, que seguía al pie de la letra, no eran suficientes para aliviarlo. Las deformaciones de su columna vertebral y todas sus complicaciones provocaban restricciones respiratorias. Sentía que su vida pendía de un hilo, que jamás conocería el sabor de humillar a su propia sangre, tampoco se casaría, ¿quién querría formar una vida con alguien que apenas podía apoyarse en un bastón? Ni en aquel objeto de madera fina podía confiar, los temblores de su mano le impedían sostenerse bien.

Evitar sentirse una carga significaba negar su propia maldición —así lo había llamado en la adolescencia—; culpó a toda la familia de su madre por haberle heredado aquel padecimiento. «¿Por qué fui yo y no alguno de mis hermanos?», se preguntó varias veces. Su repulsión hacia sí mismo le impedía avanzar. Se concentró en pensamientos negativos, buscando la manera de destituir a Gregory Janssen de su trabajo para ocuparlo él; y terminó llamando a alguien.

Sentía que su vida se le escurría de las manos, que todos avanzaban excepto él. Cuando su padre veía a los hermanos Janssen juntos, a Gerard solo le correspondía escuchar y sentirse cohibido, mientras que Gregory recibía aplausos y elogios.

El odio y el deseo de humillar a quienes lo menospreciaban alimentaron su alma cada día. Ansiaba vengarse, liberarse de su maldición, aplastar a todas y cada una de las personas que le miraban con lástima o que se burlaban de su estado. Nacer en una familia adinerada no le bastó, ser cuidado por personas externas no sirvió para aplacar su enojo. Enterarse de la llegada de su sobrina aumentó su infortunio, ¿por qué una chiquilla tenía más posibilidades que él? ¿Por qué los hijos de sus hermanos recibirían herencias y no él que poseía los mismos derechos?

¿Por qué?

Su enojo creció hasta el punto de convertir su habitación en un desastre. Había aventado el librero y su contenido. Con ayuda de su bastón, lanzó los objetos que permanecían inertes en estantes. Su actitud se parecía a la de un niño berrinchudo que culpaba al mundo entero por su desgracia.

Desde pequeño, lo consideraron incapaz. A pesar de realizar todas las actividades tan bien como podía permitirse, sus dos hermanos lo sobreprotegían demasiado, ¿o lo excluían del mundo?

Cuando era apenas un niño, aquellos actos le parecían agradables, le gustaba saber que su familia lo quería, sin importar que sus músculos se fuesen acortando hasta caminar de manera anormal o estar en silla de ruedas; fue, en su momento, placentero. Esos cuidados le encantaban y le hacían sentir especial; pero ahora, de adulto, veía las cosas desde otra perspectiva. Sentía que, todas esas veces que le impidieron salir a la calle con el resto de la familia, si bien su enfermedad no afectaba su vida cotidiana, lo hacían porque temían que el mundo viera que los Janssen tenían un familiar tullido. Se avergonzaban de él.

Tenía motivos suficientes para querer valerse por sí mismo, quería demostrarle al resto lo valioso que podría llegar a ser. Así como los segundos, los minutos y las horas pasaban sin esperar, sin compasión por aquel hombre, los días y las semanas también transcurrieron sin que pudiera demostrar las verdaderas emociones de sus hermanos y a su padre.

Cuando los demonios lloranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora