22. Travesía retorcida

31.5K 3.6K 334
                                    

Pronto se percató Herón de que era su cuerpo la principal fuente de la putrefacción.

A medida que los días pasaban y el hedor incrementaba, pudo tener más indicios de lo que sucedía. Otra vez, se había ausentado de su trabajo para tener una idea más clara de por qué en su cuerpo se formaban pequeñas protuberancias o qué causaba el líquido que comenzaba a segregar y la viscosidad de su piel. Era bastante repulsivo.

Se había tomado alrededor de tres días para averiguar la razón y así evitar que la gente a su alrededor pudiera darse cuenta de cómo él se pudría. Incluso ver su cuerpo en ese estado, sin sentir el dolor físico de sus evidentes heridas y moretones, creyó posible que estaba pagando por sus pecados con su propio cuerpo. Por el pecado de haber sido tocado por Steven.

Había creído que era de ese modo; no supo la razón verdadera hasta después, cuando recordó la muerte de Adam. Se rio de sí mismo al pensar que todo giraba alrededor de ese hecho. Porque usurpó y jamás expulsó el cuerpo de Adam es que podía ser tocado. Ahora lo sabía muy bien. Recordaba haber salido de la tumba del muchacho cuando percibió que solo había quedado una persona en la superficie. Pero no creyó posible hasta este momento que jamás despojó el cuerpo fuera del suyo. Entendió también la razón de Carlota al haberlo llamado por el nombre de su hijo.

Cerca de su casa, poco después de ese descubrimiento, dejó enterrado el cuerpo en descomposición de Adam. Él no lo sabría, jamás tendría idea de que su cuerpo no descansaba en el cementerio como debía ser. La pregunta que asaltó la mente de Herón en ese preciso instante era referente al pequeño Billy.

Si ese cuerpo se había podrido en una semana aproximadamente, ¿cómo debería estar el que usaba el alma de Adam? Probablemente ya mostraría indicios de descomposición.

Alejó sus pensamientos cuando percibió un ligero movimiento por el rabillo de su ojo derecho. Steven se acercaba con una sonrisa fingida en el rostro.

—¿Viste a Tara pasar por aquí? —preguntó.

—No —dijo él con indiferencia.

—¡Agh! Ella debería esperarme acá.

—Tranquilo, no te vas a morir si no la encuentras.

—Quizá si muera —respondió Steven con un suspiro—. Es urgente.

Herón movió su mano con indulgencia. Estaba sentado, solo, sobre una de las baquetas del supermercado para uso exclusivo de los clientes, viendo con detenimiento el suelo bajo sus pies. Steven tomó asiento en el espacio que había al lado suyo.

—Sueles sentarte aquí seguido, ¿es un lugar especial o esperas a alguien? —quiso saber sin algún interés en especial.

—Solo es tranquilo, nadie viene aquí a pasar el rato a excepción de mí.

—¿Solo por eso? Creo que tienes alguna afición con los lugares tranquilos aunque trabajes en un supermercado. No te entiendo.

—Es tranquilo en cierto modo. No me creerías si te dijera la razón verdadera de por qué trabajo aquí. Es bastante estúpido.

—Te escucho. —Fue la respuesta de Steven. Esperó atento a que su amigo le contara sus razones, pero solo recibió silencio de su parte. Soltó una risa pequeña, por un momento había creído que Herón le contaría algo de su vida.

—Mejor cuéntame por qué buscas a Tara. —Cambió Herón la conversación.

Steven empezó a sentirse avergonzado.

—Quería pedirle una dirección. Ella me comentó el otro día que vio apartamentos disponibles en no sé dónde.

—Mmm —balbuceó Herón, pensativo—. ¿Buscas apartamentos?

—Eh, sí. Gracias al dinero que me prestaste pude pagar el alquiler atrasado, pero el dueño me dio dos días para irme del lugar. Me amenazó con demandarme si no lo hacía.

Herón soltó un bostezo.

—¿Y eso? ¿Por qué?

—No es que me niegue a irme, pero dudo que pueda encontrar un sitio donde quedarme en solo dos días. Además, ese lugar es apestoso y queda muy lejos. Y ese señor no es para nada flexible con la fecha de los pagos, yo no puedo cubrirlos mensualmente a veces. Eso es lo que le molesta.

Herón casi se burló, pero no lo hizo. Ese tipo de problemas eran irrelevantes para él, ni siquiera eran importantes, le parecían divertidos los problemas de Steven. Eran mundanos, nada en comparación con los suyos. Por un momento, se preguntó cómo sería él siendo humano, se cuestionó si su vida sería así de patética y miserable o si sería petulante o simplemente alguien diferente. No importaba saber la respuesta, lo único que lo enlazaba con la humanidad eran las almas. Nada más.

Ah, y Steven también.

—Podría echarte una mano —ofreció Herón, y ladeó ligeramente la cabeza a un lado—. Podrías quedarte en mi casa una noche o hasta que encuentres un lugar.

Steven lo miró, no esperaba aquel ofrecimiento.

—Ya hiciste mucho por mí. No sé cuándo podré pagarte el dinero que te debo, quedarme contigo solo aumentaría mi deuda.

—Como sea, no te pido que me devuelvas algo a cambio, ¿o te exigí algo? —replicó Herón.

—Eh, no.

—Ya tienes tu respuesta. Como sea, es tu decisión, no te obligo a hacer nada. Es posible que en los próximos días no venga a trabajar así que, si aceptas, llámame y vendré a recogerte.

—¿Por qué no vendrás a trabajar? Últimamente te estás ausentando mucho. ¿El señor Janssen lo permite?

—Estoy atendiendo asuntos importantes. Nada que debas saber. Además, no es tan difícil convencer al supervisor. —Herón rio con maldad y Steven se estremeció—. Bueno, nos vemos pronto. Tara deber estar por ahí. Búscala.

—Ah, sí. La buscaré —dijo él mientras veía a Herón levantarse y marcharse hacia el interior del supermercado—. ¡Ah!, por cierto, Her! —gritó Steven—. Gracias por todo.

Herón no se volteó, solo hizo un movimiento con la mano derecha como señal de haberlo escuchado. Él siguió su camino, viendo sus manos con detenimiento. Cuanto más pensaba Herón en su adaptación con los humanos, más se veía a sí mismo solo entre un mar de gente; ajenos a su presencia. Quizás era el culpable de que la humanidad lo hubiese apartado. Sus pensamientos eran contradictorios, sabía que estaba solo, pero también aborrecía el hecho de tener a alguien siguiéndolo. Quizá solo quería a alguien que supiera la verdad y que lo acompañara en la travesía retorcida que le deparaba el futuro. No deseaba algo en particular, tan solo odiaba la sensación de vacío, de soledad y de abandono.

Esa noche, al salir del trabajo, Herón emprendió una búsqueda por Grigor para encontrar el alma de Adam. Lo había abandonado hacía mucho tiempo en el parque central de la ciudad y no sabía a dónde lo habían llevado sus pies tras indicarle que solo caminara y no hiciera nada más. 

 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Cuando los demonios lloranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora