15. Oportunidad fallida

25.9K 3K 772
                                    

Fueron a un parque.

Herón casi sintió el impulso de carcajear. Había perdido gran parte de la noción del tiempo y de su conciencia y, probablemente hubiese llegado caminando por sí mismo a ese lugar. Contuvo el impulso de preguntar si había usado sus poderes para trasladarse, pues no recordaba nada en absoluto. Estaba un poco atónito.

—Dijiste que querías estar en un lugar tranquilo, donde las personas eran felices y raras veces pudieran enojarse. El parque de aquí fue el primer lugar que se me vino a la mente. ¿No te gusta?

—Está bien —dijo Herón.

Su respiración aún no se normalizaba, pero, al menos, todo a su alrededor cada vez más se volvía más tranquilo. El parque no era precisamente un buen lugar para sentirse acogido, pero tampoco podía decir que estaba mal. Después de todo, muchas personas se reunían ahí para pasar un buen rato.

Se mantuvo quieto por bastante tiempo. Cerró los ojos, dejándose llevar por la sensación de vacío que le producía estar cerca de Steven. No quería ir a un lugar amontonado de gente, había deseado en su interior un tranquilo sitio donde él pudiera estar solo a su lado. Era egoísta.

Quizás era solo imaginación suya o, tal vez, era real, pero con certeza podía decir que algo le molestaba a Steven. Debido a las emociones que percibía de la gente en el supermercado, le fue difícil para él distinguir qué era cada sentimiento. Al estar alejados, viendo a la lejanía a las personas, observando la vida de los humanos, pudo percibir con claridad ese extraño sentimiento que provenía de su amigo.

Recostado sobre un árbol, Herón se volteó ligeramente hacía él y, mientras ladeaba la cabeza a un lado, se animó a preguntar.

—¿Qué te molesta, Steven?

Sorprendido, él quedó pensativo unos segundos.

—Que no hayas querido ir al hospital —respondió con nerviosismo.

Mentira.

—Mentiroso. —Herón se movió, tocando la grama húmeda en sus dedos—. Puedo contarte un secreto terrible, de esos que te dejarán estremecidos si no me dices nada.

Herón sabía que a Steven le aterraba escuchar historias paranormales o de terror, era un completo sensible ante ese tipo de temas por una razón desconocida. Jamás hablaba de ello.

Él lo sabía porque, después de todo, era culpa suya.

Steven sonrió con nerviosismo.

—No sé a qué te refieres. Estoy molesto porque te negaste a ir con un médico, no hay más que eso.

Herón cerró los ojos y soltó un suspiro.

—Hay un niño muerto que vaga por la ciudad, ¿sabías eso? Dicen que el hombre de la colina lo dejó ahí para que haga ciertas cosas por él...

—Ah, ya. Entiendo. Entiendo. —Se apresuró a decir él. A pesar de que Steven fuera ya un joven de casi 22 años, desde pequeño, después de cierto incidente traumático, se mostró reacio a escuchar las leyendas de la ciudad—. Deja de ser tan quisquilloso —susurró.

—Puedo seguir contándote esto. Es una historia real, después de todo.

—Y no lo dudo —dijo Steven, sorprendiendo a Herón—. Sé qué puede ser real. Lo es. Esta ciudad es macabra.

Herón no esperaba esa respuesta, pero estaba curioso.

—¿En verdad crees en eso?

—¿Tú no?

—Eh, no —respondió.

—Yo creo en esas cosas. Quizá no de la forma en que las personas han retorcido la verdadera historia, pero creo en que existen algunas cosas. Búrlate si quieres, pero evito esos temas siempre que puedo.

Cuando los demonios lloranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora