Herón observó su propio reflejo en el espejo, se ajustó el cuello de la camisa negra sobre una chaqueta del mismo color. Su cabello caía en pequeñas ondas sobre su frente. El día tan esperado para descubrir la verdad por fin había llegado. Gracias al aporte de Alex, ahora tenía la seguridad de saber quién estaba detrás de todo. Solo debía actuar de forma correcta para conseguir por fin la salvación que había estado buscando incansablemente.
Dirigió su vista al pequeño reloj pegado a la pared para ver la hora. Faltaba seis minutos para las cuatro de la tarde. Los pasos de su amigo en el tercer piso y los gritos desesperados de la señora Ariadna hacían eco en toda la casa.
Antes de salir, tomó varias respiraciones profundas, preparándose para encontrarse con Mila.
«Tengo que fingir y ser amable», fueron las palabras que impulsaron a Herón para cumplir por fin sus deseos.
Sin despedirse, desapareció de su habitación y reapareció en la ciudad, enfrente de una casa blanca con pocas ventanas en la parte frontal. El edificio tenía rosales sembrados en un pequeño jardín situado en la entrada. La mayoría de las viviendas allí eran similares, con pocas variantes en cuanto a estructura, como era de esperarse de un condominio.
Impaciente, Mila observaba por la apertura de una ventana, aguardaba por la llegada de Herón. Cuando este apareció en su campo visual, ella se obligó a analizar su vestimenta y, de forma inconsciente, alisó su vestido con las manos como si estuviera arrugado.
Aseguró la casa con llave y corrió al encuentro de su compañero. Ella se había puesto un vestido blanco sin estampados que no se ceñía a su figura como la mayoría de las prendas que las mujeres usaban en esos días. Todo lo contrario, Mila había tenido cuidado de no remarcar sus curvas femeninas para no llamar la atención. Calzaba unas sandalias del mismo color, su cabello suelto y largo llegaba más allá de su cintura. Lucía elegante.
Herón, al verla, la analizó con detalle sin perder la compostura ante la exquisita belleza de la joven.
—He sido puntual —señaló Mila, levantó con gracia el borde de su vestido, esperando un halago.
—No esperaba menos —dijo él, e introdujo las manos en los bolsillos delanteros del pantalón.
Herón comenzó a caminar sin dar explicaciones.
—¿A dónde iremos? —preguntó Mila.
Intentó llevar el ritmo apresurado de los pasos de él. De nuevo, actuaba como si fuera otra persona; no importaba cuánto luchara para volver a su cuerpo, un muro le impedía avanzar para tomar control de sus acciones.
—No lo sé. No suelo hacer estas cosas, quizá solo caminaremos por ahí hasta cansarnos.
—Por mí está bien.
Herón la ignoró y siguió avanzando por las calles empedradas hasta salir del condominio. Ese lugar recibía el nombre El Arco. Aunque era una zona apartada del centro de la ciudad, era también un lugar bastante transitado debido a los centros comerciales y a los circos que se acomodaban en el área. Muchos le llamaban Paseo El Arco porque a eso iban: a pasear.
Herón y Mila tardaron alrededor de diez minutos en bajar por una colina asfaltada hasta llegar a la parte derecha de uno de los centros comerciales.
—Quisiera saber más sobre ti —comentó Mila para romper el silencio y la tensión que los envolvía—. ¿Qué haces en tu tiempo libre? ¿Cuál es tu comida favorita?
Él soltó un bostezo.
—Nada y ninguna —contestó Herón, desinteresado.
—Yo suelo cuidar las flores del pequeño jardín enfrente de mi casa, ¿te pareció bonito? —Mila elevó la vista para observarlo.
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Cuando los demonios lloran
ParanormalAl lado de Steven Shelton, Herón se convierte en una criatura indefensa y solitaria; pero para el mundo, es un monstruo cruel y despiadado. ¿Qué podría salir mal? ...