20. Triplemente prohibido

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Al día siguiente, el cadáver de Aubrey quedó desvelado al mundo y, acompañado de ese cuerpo en estado de putrefacción, quedó guardado uno de los misterios de la ciudad Grigor. Nadie podría saber que la causa de muerte iba más allá de un castigo divino o de las teorías que los medios de comunicación inventaban para transmitirle a la población una explicación razonable.

Herón carcajeó ante lo que escuchaba de los reporteros en la televisión, captando así la atención de varios compañeros, quienes se encontraban absortos viendo la pantalla.

—Deja de reír —gruñó Steven en voz baja.

—¿Por qué?

—Podrían malinterpretarte, podrían pensar que tú estás feliz por la muerte de Aubrey. ¡Sé un poco empático!

Fingir para evitar volver realidad las preocupaciones de Steven no era algo que le afectara a Herón, poco le importaban las habladurías de la gente. Además, él estaba seguro de que sería capaz de soltar algunas verdades que lo convirtieran en el mayor sospechoso si con ello pudiera agitar la monotonía de su vida. Quería decir la verdad, incluso confesar que había besado a Aubrey para matarla. Pero sabía que solo lo tacharían como a un loco y lo dejarían impune. Los humanos jamás reconocerían su existencia.

—¿Por qué debería fingir? —preguntó Herón—. No me importa que me malinterpreten. Es más, te confieso que ni siquiera siento pena por lo que sucedió.

Se aseguró de que sus últimas palabras fueran escuchadas por la mayoría de los presentes. Lo hacía a modo de broma, pero sus acciones eran terriblemente genuinas, incuestionables.

—A ella le gustabas —balbuceó Steven con pena.

—¿Y?

Rendido, Steven alborotó su cabello rubio varias veces con una mano, bajo la mirada atenta del resto de sus compañeros.

—Olvídalo —susurró.

Encogiéndose de hombro, Herón le restó importancia al asunto y enfocó su atención en las pantallas del televisor. Pronto, el breve descanso culminaría y empezarían una vez más con el trabajo arduo que terminaba recién al anochecer.

En ese instante, la punzada de dolor que atravesó a Herón en el pecho fue lo más cercano a tristeza que sintió ese día, no porque la reciente afirmación tuviera un gran significado para él, sino por los sentimientos ocultos de su amigo. Más allá de ser simplemente un insensible como todos parecían asumir, Herón era capaz de percibir las emociones malditas de la humanidad. Sentía lo que las personas a su alrededor desechaban o aborrecían.

El dolor que reprimía Steven en su corazón crecía a medida que los segundos pasaban. Fingía estar bien y, a causa de ello, Herón sentía que iba a reventar en cualquier momento. Absorbía la aflicción, el lamento y el egoísmo dispersos en el ambiente; pero la cantidad de emociones que lo desbordan se debían más que nada a Steven, porque nadie era tan sincero y de sentimientos tan verdaderos como él.

Por eso dolía, era desgarrador estar a su lado. Aún consiente de eso, Herón decidió quedarse allí, compartir con él su dolor, porque solo de esa manera podía sentirse vivo.

***

Steven estaba realmente afligido y por ello le pareció que era una buena idea pedir el resto del día libre al supervisor general, el señor Janssen. De no haber sido por la intervención de Herón, que usó sus habilidades persuasivas, la petición habría sido rechazada.

Cuando Herón le preguntó a Steven a qué se debía el repentino interés por ausentarse en el trabajo, él dijo que sentía un fuerte dolor de cabeza. Incapaz de creer en la excusa, Herón lo siguió; quería asegurarse de que no cometiera alguna barbaridad en su estado, y se sorprendió cuando el chico entró en un bar a beber.

Cuando los demonios lloranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora