—¡Steven! —gritó la señora Ariadna desde la planta baja, interrumpiendo la conversación de ambos chicos.
El chico alejó sus pensamientos e intentó concentrarse en lo que tenía por delante mientras que internamente se prometió arreglar las con su amigo cuando lo viera.
—No le temas a Herón —habló Adam con una sonrisa melancólica—, él jamás te haría daño. Si lo hubiese querido, ya habrías muerto desde hace tiempo —dijo Adam, un tanto apresurado.
—Lo tomaré en cuenta, supongo.
Steven comenzó a bajar los escalones para atender a su madre, Adam le seguía en silencio. Pronto la incomodidad se hizo presente al comprender que un muerto estaba justo a su lado. Sintió un escalofrío recorrer su espalda. Quizás, haberlo visto muy vivo en las semanas anteriores junto a Herón influía en su forma de pensar y de aceptar con calma su naturaleza. Steven se sentía patético, siendo grande, se aferraba a no creer en la existencia de lo paranormal. Simplemente se mostraba reacio a aceptarlo, y no tenía un motivo especial para ello. Era extraño incluso para él.
Contra su voluntad, Steven rememoró eventos de su pasado, escenas que creía haber olvidado y en las que no se había detenido por mucho tiempo. Llegaban a él sin motivo real, sin que algo las llamara.
Con una triste sonrisa recordó que, de pequeño, una vez se escabulló al interior de la casa de un amigo para ver películas para mayores de edad. También rememoró que, en esos días, le importaban muy poco las cosas que se contaban en la ciudad, que no le aterraban tanto como ahora.
A su mente acudió entonces cierta escena que antes no había tenido relevancia que había sucedido en el antiguo apartamento donde vivía, el que había sido su segundo hogar. Steven había pasado su infancia en otro distrito de la ciudad de Grigor que llevaba años sin visitar; creía haber hecho amigos allí. Fugaces recuerdos de él con otros niños comenzaron a llenar su mente. Se veía a sí mismo como alguien feliz, que aceptaba ingenuamente lo que otros mandaban, quizá para encajar y ser parte de la amistad de otras personas, aunque el resto lo viera como un chico que sobraba, como el mal tercio.
Steven notó que se había refugiado tras una sonrisa llena de inseguridades y de miedos. Había tenido amigos que solo fingían apreciarlo.
En algún momento dejó de verlos. ¿Por qué se había mudado de casa? ¿Por qué había dejado de ver a sus amigos? ¿Por qué no recordaba nada de eso? Jamás se había detenido a reflexionar sobre el pasado.
Notó que no recordaba lo ocurrido. No lograba entender en qué momento existió un cambió en su actitud. ¿Fue antes o después de su primera mudanza que adquirió sus miedos? ¿Acaso estos aparecieron paulatinamente conforme iba creciendo? No lo sabía. Sus pensamientos y sus emociones estaban desordenados, dislocados, hechos un desastre. Tendría que preguntarle a su madre al respecto más adelante.
Dio su primer paso en la sala, donde vio a su madre atender a alguien en la puerta principal.
—Pase. —La escuchó decir mientras abría la puerta por completo para invitar a un hombre de apariencia descuidada—. Tome asiento, por favor.
—¿Quién es? —preguntó Steven.
—No te acerques a él.
Fue una sorpresa para él que Adam se interpusiera en su camino con esa advertencia. Parpadeó, confundido, y asintió con la cabeza.
—Steven, por ningún motivo te acerques a él —pronunció esas palabras en voz baja, con violencia. Steven tuvo la impresión de que algo bullía en Adam, como si se estuviera preparando para la acción, como si estuviera reuniendo aliento y fuerza. La forma en cómo el fantasma adoptaba una actitud defensiva frente a él, le dio a entender que podría ser un enemigo el recién llegado.
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Cuando los demonios lloran
ParanormalAl lado de Steven Shelton, Herón se convierte en una criatura indefensa y solitaria; pero para el mundo, es un monstruo cruel y despiadado. ¿Qué podría salir mal? ...