Capítulo 33

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Holmes decidió llamar a la joven inmediatamente y esta le dio la dirección de su casa para poder hablar en persona.
Los tres subieron al auto y se encaminaron hacia la residencia de Alicia Sanders. Ella los recibió aún con un poco de recelo y mientras todos estaban reunidos en su sala de estar, Sherlock preguntó:

- ¿Conoce usted al sobrino de Bob Frankland?

- Asi es. Su nombre es Lucas Eton y como es mi vecino lo he conocido des...

- Es la casa de la derecha ¿verdad? -interrumpió el detective poniéndose de pie.

Alicia lo miró sorprendida y asintió sin pronunciar palabra.
Sherlock salió y caminó rapidamente.

- ¡Sherlock! No deberíamos enfrentarnos a él sin más. -exclamó John- ¡Es un sospechoso ¿no?!

- Es el culpable.

- ¿Entonces? ¡¿Qué estás haciendo!?

- Tranquilo John. Lucas Eton no está en su casa. -dijo Joan al tiempo que llegaban a la puerta del hogar del culpable.

Alicia y John miraban al detective y a Joan claramente no comprendiendo la situación.

- ¿Cómo? -preguntó la pelirroja.

Sherlock se apoyó en una rodilla y empezó a introducir sus extraños artefactos en el orificio de la cerradura para forzarla.

- Usted ya sabía que él no estaba. ¿Por qué se sorprende? -dijo Joan tranquilamente.

Holmes sonrió.

- Me refiero a... ¿Cómo sabían ustedes que él no estaba?

La doctora miró al detective como esperando a que diera su clásica explicación de cómo lo hizo. Él lo notó y sin borrar la sonrisa de sus labios se dirigió a ella:

- ¿Te importaría explicarles?

Joan se sintió secretamente feliz pero procuró no exteriorizarlo mucho.
Sherlock había hablado con cierto tono cómplice. Como si sólo él y ella fueran concientes del secreto más genial del mundo y les divirtiera ver la inocente ignorancia de los demás. Y en cierta forma, era así.
Holmes no pudo evitar sentirse orgulloso de su aprendiz.
Aprendía con rapidez y facilidad. Ahora podía confiarse más a ella.

- Hay un periódico detrás de este arbusto, - explicó Joan señalando el lugar- estuvo empapado por la nieve. Hoy no nevó demasiado, sino, lo hubieramos notado en el resto del pueblo y si mal no recuerdo, según el reporte meteorológico en esta parte del país nevó bastante hace dos o tres días.

- Pero -intervino Alicia con tono arrogante- Lucas simplemente pudo no haber querido tomar e periódico.

John y Joan la miraron incómodos.
No entendían por qué la muchacha de repente se había ensañado con la doctora.

La aprendiz de detective trató de responder tranquilamente.

- Entonces ¿por qué los compraba? Si el repartidor de periódicos se los deja es porque Lucas es cliente ¿no?

La chica pareció a punto de decir algo más pero Sherlock se interpuso:

- No nos haga perder el tiempo señorita Sanders.

Entró a la casa y ambos Watsons le siguieron mientras Alicia se marchaba visiblemente molesta.
Los tres empezaron una ardua búsqueda de pistas.
John se había parado en la puerta de entrada a lo que en otro tiempo había sido una cocina. Estaba repleto de instrumentos para manipular químicos. Era practicamente un laboratorio.
El doctor estuvo a punto de dejarse llevar por la curiosidad y entrar pero su amigo lo detuvo con una mano.
La alta y elegante figura de Sherlock se detuvo al lado de John y olfateó un poco.
De pronto sacó un pañuelo y se tapó la boca y la nariz con él. Entró al desordenado lugar dando pasos de una manera extraña. Encorvaba ligeramente la espalda como en posición de alerta y cada paso que daba ejercía más presión.
A veces zapateaba con un pie en alguna baldosa y continuaba observando hacia todos lados. Después de los que bien pudieron ser 15 minutos, se quitó el pañuelo, se enderezó en su elegante y habitual postura y dijo:

You can't solve me (SherlockBBC/Joan WatsonCBS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora