Capítulo 66

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En cuanto ella colgó él salió a toda prisa hacia al hospital.
Aún tenía el auto que Mycroft le había asignado. Tomó todos los atajos posibles mientras la culpa lo devoraba por dentro.

De nuevo.

Sacudía su cabeza de vez en cuando para obligarse a concentrarse.

La culpa no deja que la mente piense claramente. Debo enforcarme. Debo asegurarme de que ella no corra peligro.

Sherlock Holmes tenía la capacidad de dirigir sus pensamientos a donde quisiera. Centrar su atención estrictamente donde fuera necesaria.
Pero por primera vez en mucho tiempo le estaba costando.

Sentía un fuego dentro de sí mismo.
Se asfixiaba por dentro.

Con un sonido chirriante detuvo el auto abruptamente, alarmando así a los únicos dos oficiales de policía que custodiaban la puerta.

Malditos incompetentes.
Joan está adentro no en las estúpidas puertas de entrada.

Con un paso decidido y con un impulso imprevisto tomó el arma de uno de los oficiales y traspasó las puertas ignorando los gritos de los uniformados.

  - ¡Señor Holmes! ¡¿Qué hace?!

  - ¡No tiene autorización para portar un arma y menos la de un oficial!

La poca gente que había a esas horas se apartaba con pavor del camino del detective.

Y no era por nada.

Sherlock traía en la mirada una extraña combinación de odio y determinación asesina.

Se odiaba a sí mismo.
Y estaba determinado a matar a Guillen si este lastimaba a Joan.

No le costó dar con la habitación.
Le había pedido a su compañera con anterioridad que le informara exactamente la ubicación en la que haría el procedimiento médico a los catorce hombres y dónde los hospedarían luego.

Lo poco que vio le bastó para actuar de inmediato.

Levantó el arma y disparó sin dudar mientras los oficiales que lo habían seguido se asomaba atónitos.

En un segundo Holmes cambió su expresión.

Joan estaba tirada en el suelo. Con un corte sangrante en el labio y lágrimas que fluían continuamente y que se mezclaban con la sangre al final de su barbilla.
En sus brazos reposaba el cuerpo sin vida de uno de los hombres clonados.

Y en sus ojos... nunca lo olvidaría... en sus ojos había la más profunda tristeza.

Y se odió a sí mismo más que antes.

En ese momento en su mente sólo existía esa imagen.

Joan infeliz.

Y como un eco contundente le golperon tres palabras que quemaban su interior.

Por mi culpa.

Tiró el arma lejos y se acercó a ella con delicadeza y con prontitud al mismo tiempo.

  - Vamos. -le susurró mientras la ayudaba a levantarse.

  - Él era... Alex... Olivera.

Sherlock simplemente asintió.
Dejó que los oficiales pidieran refuerzos y que los médicos y enfermeras entraran a la habitación mientras se llevaba a Joan a otra parte.

Encontró una habitación desocupada e ingresó en ella cerrando la puerta con seguro tras de sí.
Condujo a su compañera hasta la camilla y le ayudó a sentarse.
De inmediato logró encontrar un par de gasas y alcohol y se dispuso a limpiar la herida de Joan.

You can't solve me (SherlockBBC/Joan WatsonCBS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora