Capítulo 61

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A la mañana siguiente volvieron al juego y después de un desayuno ligero y una llamada a Lestrade, se dirigieron a la mansión de Frowell.

Mansión de la cual ya no salía.

Fueron recibidos por uno de los guardaespaldas. Y luego de que éste revisara que nadie hubiera seguido a los detectives, los dejó pasar.

El interior de la ostentosa casa también reflejaba los gustos caros del dueño. Y el interior de su oficina no se quedaba atrás.

Fue justo allí donde se reunieron.

Frowell les dijo que había mandado a su familia al exterior del país para mantenerlos seguros, lo cual probaba que no era un completo cretino.

Caminaba tambaléandose de un lado a otro en su bata color rojo y con una copa de licor en la mano.
Después de varios tragos y después del relato de los "avances" en la investigación dijo:

  - ¿Así que me están diciendo... que mi antiguo socio quiere intimidarme porque no le pagué lo... justo cuando le compré el local del restaurante? -arrastraba las palabras y seguía tambaléandose- ¡Pero él está muerto!

  - Sí y usted está ebrio. -respondió Sherlock con su antipatía de siempre- Alguien de la familia de su socio está detrás de eso.

El voluminoso hombre puso cara de sorpresa y luego de conformismo.

  - Querrán matarme también.

Holmes resopló.

  - Intentaremos que no lo hagan.

  - Por ahora procure no salir de casa. -intervino Joan- Continuaremos con nuestra línea de investigación.

Durante toda la conversación Joan y Sherlock discretamente observaban el lenguaje corporal de los tres guarda espaldas que acompañaban a Frowell.

Dos de ellos estaban descartados.

El número 1.

Cabello desordenado, mancha de café en la camisa, corbata mal anudada, movimientos lentos y constantes bostezos.
Poco interés en la conversación y mostabra más bien gestos de irritación.
Un trabajador extenuado.
Extenuado por la fiesta a la que había asistido la pasada noche.
Tenía restos de brillo labial en el cuello de la camiseta, leve olor a alcohol atenuado por una abrumadora cantidad de colonia; el traje que llevaba era el mismo del día anterior, estaba arrugado  y levemente sucio; la mancha de café sólo era la prueba de una rápida visita a una cafetería antes del trabajo.

El número 2.

Anillo de matrimonio.
Brillante.
Nuevo.
Traje pulcro.
Sacaba el teléfono celular de vez en cuando, sonreía, escribía un mensaje y lo enviaba.
Mientras caminaba por el despacho viendo a través de cada ventana en su ronda de vigilancia movía levemente los labios.
Cantaba.
En uno de los momentos en que sacó el teléfono lograron ver la fotografía de una mujer joven junto a él de fondo de pantalla.
Recién casado.

El número 3 era precisamente Nate Paddington.

No reaccionó en absoluto.
Parecía diferente.
No sólo el físico, había algo que lo hacía ver más... siniestro.
Joan se sorprendió de que no la reconoriera.
O que simplemente no la quisiera reconocer.

  - ¿No han visto nada extraño? - interrogó Sherlock dirigiendo su mirada a los escoltas.

  - No... creo...

  - Usted no. Está ebrio. Le hablo a sus empleados.

Paddington se balanceó un poco.

El recién casado respondió:

You can't solve me (SherlockBBC/Joan WatsonCBS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora