Capítulo 15: "Miradas"

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  "¿Estás bien Hina-chan?" – preguntó el ojiazul. "Algo...malo va a pasar..." – murmuró ella, con preocupación en sus ojos. 

Tenía, según ella para su desgracia, el maldito don de nunca errar en sus presentimientos, ya fuesen buenos o malos. 

"¿A qué te refieres con algo malo, Hinata?" – preguntó el rubio, un poco asustado por la preocupación de la joven. 

"Uh...nada, suposiciones mías, no las tomes en cuenta...bueno, sigamos camino a tu casa, ¿tienes todos tus cuadernos allí, no es verdad?" - preguntó cambiando el tema abruptamente. 

"Sí, los paso a buscar y vamos a tu casa para que me enseñes algo básico, para empezar..." – comentó la última frase por lo bajo, ya que sentía algo de vergüenza. 

"Uh...Naruto-kun, ¿no te parecería más cómodo que estudiásemos en tu casa? Bueno lo digo para que no cargues tantos libros y cuadernos de un lado a otro...además en mi casa podría haber visitas inesperadas y problemas...y no quiero interrumpir la sesión de estudio por ello...claro, siempre y cuando a tus padres no les moleste mi presencia..." – dijo tímidamente. 

"¿Bromeas? De poder conocerte, te adorarían, estoy seguro de ello..." – respondió el ojiazul, a la vez que la chica notó que su tono de voz se había apagado ligeramente. 

"Uhh...disculpa...quizás dije algo que no debía..." – se disculpó la ojiperla. 

"Tranquila, no es nada, es solo que ellos siempre han estado ocupados trabajando...a menudo me quedo con mi abuelo, te lo presentaré, pero...cuidado, que es un pervertido..." – concluyó. 

Llegaron, desde luego la peliazul conocía el exterior de la casa, lo recordaba de cuando acompañó al rubio a buscar su guitarra. 

Era una casa bastante modesta, ni muy grande, ni muy pequeña, tenía dos pisos y sus murallas eran color crema, ante ella, desde la puerta nacía un pequeño caminito que atravesaba un hermoso y verde pasto, colmado de flores, y acababa en el portón, unido a una imponente reja negra con detalles estilo gótico, bastante bien forjados. 

El rubio abrió el portón e invitó a la joven a pasar, esta estaba maravillada por la belleza de las flores. Cuando estaban por entrar al hogar, el rubio repitió su última frase. 

"Cuidado con el pervertido" – en el mismo tono serio que tuvo la primera vez que lo dijo. 

En la ingenua imaginación de la chica, pensaba que su abuelo sería ya un anciano, probablemente sentado en alguna silla de ruedas o en alguna mecedora, pasivo y tranquilo, pero no era nada parecido a lo que había imaginado. 

Como todos los días, el rubio entró anunciando su llegada. 

El interior de la casa era bastante extenso en comparación a lo que se divisaba desde fuera; al entrar, se veía a mano derecha un enorme televisor acompañado de parlantes, frente a él un enorme sofá a cada lado con uno más pequeño, al centro de la habitación había destacado un pasillo en el piso, y a mano izquierda una gran mesa, que suponía la chica la familia usaba para comer, pues pegados a la muralla estaban dos enormes muebles, a manera de vitrinas, en donde se divisaban platos, tazas, y toda clase de cuchillería. 

Al final del improvisado pasillo que se ubicaba el centro, dos murallas cerraban el comedor y la zona donde se ubicaba el televisor. En la muralla que había a mano derecha, se erguía una escalera de madera tallada en color claro. Al otro lado del pasillo se encontraba la cocina, el baño, la habitación matrimonial y la del abuelo, además de la puerta que daba al patio trasero.

"He vuelto" – dijo en voz alta el chico. 

"Oh vaya...llegas temprano hoy, ¿acortaron tu castigo?" – respondió una voz bromista y bastante jovial, de la cual aún no se vislumbraba su procedencia. 

NaruHina "La melodía de nuestro amor"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora