Capítulo 35.

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Lucas.


Soy del tipo de personas que siempre cumplen sus promesas y si hago una amenaza nunca es en vano y cuando digo un <Me las vas a pagar> Pues creelo, porque me las cobro todas las que me hacen.

Acabo de cobrarselas a la chacha por haberse reído de mi en el hospital. He conseguido que papá haga que se quede en sus días libres. Será mi esclava por una semana y podré hacer con ella lo que se me venga en gana.

Estoy pensando en hacer una lista de torturas que usaré con ella. Más tarde las pondré en práctica.

—Está caliente, primero tienes que soplarle —me quejo cuando me da la primera cucharada de sopa y siento como arde un poco.

Ella me observa unos segundos, antes de hacer lo que le pido.

—Lo que usted diga —llena la cuchara de nuevo, le sopla y me la lleva a la boca.

—Te dije que me las pagarías. Por mi culpa te has quedado sin días libres. Papá hará que te quedes aquí hasta que yo mejore y quien sabe cuando me de la gana de mejorar —sonrió malicioso.

Ella no dice nada, solo me mira con cara de pocos amigos y sé que está pensando en algo. <¿Qué será?>

De nuevo lleva la cuchara al plato, la llena y le sopla fuerte.

—Cuidado con escupirle —advierto.

Para de soplar y me da la cucharada de sopa —¿Qué le hace pensar que no lo hice? —susurra muy bajo.

—¿Qué, qué dijiste?

—Nada, joven.

La fulmino con la mirada para intimidarla, sé que me teme.

—No he dicho nada, de verdad.

—Te escuché, deja de hacerte conmigo. Tú no serías capaz de hacer algo así ¿Cierto?

Sacude la cabeza en negación —No joven, no lo haría.

—Suficiente —rechazo la próxima cuchara que me lleva a la boca y ella la vuelve al plato. No pienso seguir comiendo esa sopa después de lo que ella acaba de decir. —Quiero agua.

Toma el vaso de agua que está sobre la mesilla y lo acerca a mi boca. —¿En qué estás pensando ahora? —pregunto después de terminar con el agua.

La veo dudar antes de contestar —No estoy pensando en nada.

—Puedo adivinar. Estás pensando en vengarte, pero seguro sabes lo que te conviene y no creo que serás tan estúpida como para meterte conmigo otra vez sabiendo lo que puedo hacerte.

—No estaba pensando hacer eso —se levanta del borde de la cama y veo que empieza a caminar en dirección a la puerta.

—¿A dónde vas? Aún no termino contigo.

—¿Necesita algo más?

—Sí, necesito tomar una ducha. —bajo de la cama.

—Pero... ¿Qué quiere que haga?

Tortura número 1: Quitarme los pantalones.

—¿No es obvio? Necesito que uses tus manos para quitarme estos pantalones —los señalo y sus ojos van directo a ellos. Sus mejillas se ponen rojas y <¡Mierda! No me había dado cuenta hasta que la vi hacer eso de que traigo los mismos pantalones en los que me vine esa noche que me masturbé en su habitación>.

<Vaya que tiene buena memoria>.

—¿Tengo que esperar más tiempo? —hablo al ver que permanece en el mismo lugar y no se mueve —Apresurate.

Tú, eres mi perdición #PGP2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora