Capítulo 59.

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—¿Tú eres Mónica? —pregunta la chica antes de que me aleje. Yo asiento dubitativa a su pregunta —¿Eres Mónica, si o no?

—Sí, soy Mónica.

—Que bueno que llegaste. Ven, entra —se quita de la puerta y toma mi mano trayendome dentro.

¿Qué ocurre? ¿Quién es esta chica y por qué sabe mi nombre? No entiendo nada.

Ella no suelta mi mano y se dirige conmigo hacia la habitación. Cuando entramos me encuentro a la persona que me ha traído hasta aquí.

—¿Qué pasa? —pregunto mientras lo observo acostado sobre la cama. Parece dormido.

—Está enfermo —contesta ella.

Empiezo a caminar hasta acercarme a él. Sus ojos están cerrados y tiembla sin parar. Su rostro está demasiado pálido y sus labios tienen un pequeño tono morado.

Me siento a orillas de la cama y paso la mano sobre una capa de sudor que cubre su frente sintiendo lo caliente que está.

—Está ardiendo en fiebre—giro el rostro hacia la chica, pero me doy cuenta de que ella ya no está aquí. Ni siquiera me di cuenta cuando se marchó.

Me llamó para esto. Es la verdad que se se sentía mal.

Necesito hacer algo para aliviar esta fiebre. Comenzando por darle una ducha. Espero poder con esto.

—Joven —toco su hombro moviendolo un poco. Él emite un pequeño gemido pero no despierta —Despierte por favor —sigo insistiendo hasta que lo veo entreabrir un poquito los ojos.

—Viniste —susurra como si me ha estado esperando.

—Sí, ya vine.

Me levanto, ayudándole a reincorporarse sobre la cama. Aparto las sábanas de su cuerpo encontrándome con unos pantalones largos, no trae camisa. Subo la mirada a su rostro y sus ojos empiezan a cerrarse otra vez.

—No se duerma —llevo una mano a su rostro palmeando suavemente su mejilla y de nuevo vuelve a abrir los ojos.

Regreso a sus pantalones, llevando una mano al botón de este. Tomando una larga respiración me digo —Tú puedes, Mónica.

Me armo de valor y quito el botón de su pantalón junto con el cierre —Ya hice esto una vez. No tengo porque estar nerviosa —deslizo el pantalón por sus piernas hasta sacarlo dejándolo sólo con un boxer blanco.

Evito lo más que pueda bajar la mirada allí abajo. Este no es un buen momento para sonrojos.

Coloco una de sus manos alrededor de mi cuello y lo rodeo con una mano por las caderas ayudándole a levantarse —Vamos, tiene que ayudarme un poco, ¿sí? —está bastante pesado y no creo que pueda ser capaz de llegar al baño. Él no está ayudando mucho que digamos, todo el esfuerzo lo estoy haciendo sola.

Ya dentro del baño abro la llave y lo meto debajo de la ducha. Él se queja un poco, ha de ser por lo fría que está el agua.

Decido no salir y me quedo un poco cerca esperando a que termine.
Miro de reojo como el agua cae sobre su cuerpo y como se contraen los músculos de su espalda por el frío.

Lo recorro con la mirada y mis ojos paran en los dos hoyuelos que tiene en la espalda baja. —Eso se ve bastante bien allí —bajo un poco más la mirada y me detengo justo sobre su trasero. —Eso también se ve bastante bien.

¡Oh por Dios! ¿Por qué le estoy viendo el trasero a un chico mientras se ducha? No, corrijo; ¿Por qué le estoy viendo el trasero a un chico enfermo mientras se ducha?

Tú, eres mi perdición #PGP2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora