Capítulo 46.

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Mónica.

Es él..., él está de pie frente a mi y no sé porque; pero siento unas desesperadas ganas de abrazarlo y decirle que lo extrañé mucho desde que se fue, pero mi cuerpo se paraliza, se me corta el aire y no soy capaz de moverme ni pronunciar palabra alguna.

Lo miro con detenimiento. Sigue igual de guapo, como siempre.

Viste únicamente unos pantalones cortos y está descalzo; su rostro se ve con buen aspecto, aunque son notorias unas cuantas ojeras debajo de los ojos.

Siento mucha pena por él. Quizás ha estado teniendo malas noches fuera de su casa.

—¿Tú? —exclama.

—Eh..., sí, yo —bajo el rostro. Estoy tan nerviosa, no se que más decir. Después de varios segundos parada; ya que ninguno dice nada decido preguntar —¿Puedo pasar?

—Ya estás aquí, ¿No? —se quita de la puerta y paso adelante cerrando la puerta detrás de mi.

—Em, ¿Cómo está?, ¿Qué tal todo? —soy terrible para iniciar una conversación.

Repentinamente, él me toma fuerte de  las muñecas y me impacta contra la puerta —Dejate de estúpidas preguntas y mejor dime, ¿Qué diablos haces aquí? —llega a mi rostro su fuerte aliento a alcohol.

¿Desde qué tiempo ha estado tomando? No está bien que esté haciendo esto.

—Yo estoy aquí porque...

—¿Por qué él te envío? —imagino que se refiere a su padre.

—No, claro que no —hago una mueca de dolor por lo fuerte de su agarre —Vine por mi cuenta.

—No te creo, ¿Con quién vienes?

—Es la verdad. Estoy sola y vine porque estaba muy preocupada por usted.

Siento como poco poco se afloja su agarre hasta que mis muñecas se encuentran libres otra vez.

—¿Preocupada por mi? —ríe —Deja de decir mentiras. Estás aquí porque él te mandó a buscarme, ¿Verdad?

—No.

Lo veo darse la vuelta y desaparece por un pequeño pasillo, entonces voy tras él. Lo hayo sentado sobre una cama con una botella de un licor blanco en los labios.

Observo la habitación. Tiene muy buen aspecto. No está nada mal, pero no es el tipo de lugar en el cual veo a este chico; considerando todas las comodidades que tenía en su casa.

—¿Quién dijo que podías entrar aquí? —pregunta mirando a la pared.

—Disculpa.

—¿Ya sí me vas a decir que haces aquí o tengo que hacerte hablar por las malas?

—Ya le dije porque estoy aquí. Estaba muy preocupada por no saber de usted. Lo he llamado, le he enviado mensajes y hoy decidí salir a buscarlo.

—¿Eras tú la acosadora que me llamaba todos los días y me enviaba un mensaje para preguntarme estupideces como: ¿Qué tal amanecí, que si almorcé, qué si cené..., eras tú esa acosadora?

Me avergüenza que lo diga de ese modo, pero le hacía esas preguntas porque quería saber que estaba pasando con él.

—Eh..., sí. Bueno, aunque no era mi intención acosarlo.

—¿Y cómo diste conmigo? —pregunta.

—Su amigo Edward me trajo.

—¡Maldito Edward! —tira la botella a la pared destruyendola —¡No puede cerrar esa maldita boca!, algo me dijo que terminaría hablando.

—Yo le insistí e hice que me trajera, pero le aseguro que nadie más sabe que está aquí.

—Y nadie debe saberlo. Tú vas a irte y te mantendrás callada , ¿Escuchaste?

—Pero, ¿Y, su padre?, él está muy preocupado por usted.

—¡Y una mierda! —exclama poniéndose de pie y ahora me mira —¡Ese hombre no se preocupa por nadie más que no sea por él!

—No diga eso. Su padre también se preocupa por usted.

—¡Tú no lo conoces tanto como yo! —los ojos le brillan de lágrimas —¡A él nada ni nadie le importa!, nisiquiera su propio hijo —se mueve por la habitación.

—Joven...

—Desde pequeño nunca tuvo un segundo para mi, ¡nunca! Y cree que dándomelo todo yo podía ser feliz, también necesitaba otras cosas como..., —se le quiebra la voz y rompe en llantos.

Deprisa me acerco a su lado y lo abrazo. Él hunde su rostro entre mi cuello y solloza con fuerza, mientras yo acaricio su cabello en un débil intento para consolarlo.

—Ya, tranquilo —nos acerco a la cama y me siento en el borde con él sin soltarlo —Está bien —mis dedos siguen acariciando su suave cabello.

Nos quedamos así abrazados por mucho rato. Él para de llorar, pero nadie dice nada hasta que yo interrumpo el silencio.

—¿Por qué no habla conmigo y me cuenta que le pasa?, Soy muy buena escuchando; al menos eso dice mi amiga. Siempre hace bien conversar con alguien cuando se tiene problemas —sé que no va a contarme nada, pero hice el intento.

—Ellos nunca estuvieron en los momentos más importantes de mi vida —decide hablar otra vez —Siempre estaban ocupados o tenían mucho trabajo para mi.

Es muy duro lo que él me está contando. Suena cruel que algunos padres le den más importancia a sus trabajos y a otras cosas que a sus propios hijos.

Seguramente, él es así tan distante y tan duro por la falta de cariño que tuvo desde pequeño.

Yo crecí sin mis padres, pero siempre tuve el amor y el cariño de mi hermana. En cambio él creció con sus padres y nunca le dieron tiempo.

—Ahora él dice que se avergüenza de mi y que me odia por las cosas que hago —sus sollozos empiezan nuevamente y siento la humedad de sus lágrimas sobre mi hombro desnudo —Y es la verdad, yo solo hago cosas para avergonzarlo. Tiene razón en odiarme.

—Claro que no. Usted es su hijo y él no lo odia.

—Me odia porque destruí nuestra familia. Por mi culpa, ella..., ella está muerta.

¿Muerta?, ¿Quién, de quién está hablando?

—Murió por mi culpa —llora más fuerte —Yo la maté..., maté a mi propia hermana.

Todo se nubla y empieza a girar de pronto a mi alrededor. Solo consigo ver su rostro borroso frente a mi. Él está hablando, me está hablando, pero no escucho nada.

Preguntas:

—¿Han quedado sus dudas resueltas, ya?

—¿Qué creen ustedes que haya pasado con la hermana de Lucas?

—¿Se esperaban que él reaccionará de ese modo con Mónica?

—¿Qué hará Mónica ahora que conoce uno de los secretos más oscuros de Lucas?

Último capítulo del maratón.

Tú, eres mi perdición #PGP2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora