Prefacio

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La noche parecía no terminar nunca. Sentía los ojos hinchados y un gran vacío en mi interior. No me encontraba a mí misma. No entendía nada. La opresión en mi corazón aumentó y se empezó a desgarrar.Mis ojos expresaban lo que no podían decir las palabras. Me estiré en la cama. Rogando no volver a levantarme jamás. Después de lo que me parecieron horas, decidí levantarme a beber algo. No tenía sed,necesitaba despejar la cabeza. Eran solo las dos y cuarto de la mañana.

Al llegar ala cocina, me topé con una figura. Pegué un salto. Solo era John.

- Buenas noches Gina.

Intenté contestarle pero no encontré mi voz. Así que simplemente asentí.Él pareció entenderme. En los últimos meses, con mi madre ingresada en el hospital, se habían quedado Lily y su hijo John conmigo. Ambos se llevaban genial con mi madre. Lily siempre había pasado algunas temporadas con nosotras, eran muy amigas. Pero me di cuenta que durante la enfermedad de mamá, John había estado muy presente. Tenía la sospecha que habían tenido un romance en el último año pero no estaba segura, mi madre nunca me dijo nada.

- ¿Quieres un poco de leche?

- Si. - Le contesté con voz afónica mientras me sentaba en una silla. Me la sirvió y se sentó a mi lado. Ambos nos quedamos mirando al vacío.

- Es imposible pegar ojo hoy. - Me dijo con voz cansada, tenía los ojos rojos también. Asentí con la cabeza.

Me quedé jugando con la leche mientras escuchaba cómo él se levantaba y daba círculos alrededor de la mesa. Golpeé el cristal del vaso con los dedos intentando mantener la cabeza derecha y entonces se paró. Lo miré y vi que había cogido un marco de fotos en el que estábamos mi madre y yo, sonriendo. Recordé que nos la hicimos después de ir a la playa, mientras íbamos a cenar para mi diecinueve cumpleaños. Era una foto de hacía poco más de siete meses y ahora mi madre ya no estaba con nosotros. Los recuerdos se agruparon en mi mente; los abrazos, las palabras, conversaciones... y mi nudo en la garganta se acentuó. No quería llorar y menos delante de John pero no quería estar sola. Oculté mi cabeza en mis manos e inevitablemente empecé a sollozar. Él se acercó a mí y me estrechó el hombro. Supongo que no se atrevía a nada más, ni sabía qué hacer. Se quedó ahí, a mi lado. Me acarició la cabeza, poco a poco. Tranquilizándome. A pesar de que las lágrimas seguían, sin pausa. Me sorbí la nariz y me levanté para ir al baño. Cuando volví,  John estaba sentado en el sofá.

- Lo siento. No quería...

- No tienes que disculparte conmigo. - Me dijo con voz seria y grave.

- ¿No vas a la cama?

- Quizás dentro de un rato, sé que ahora no podré dormir.

- Yo tampoco. - Le contesté mientras me sentaba al sofá con él. No quería quedarme sola en el dormitorio. Solo sufriendo la ausencia.

Nos quedamos ambos sin decir nada. Dejando que el recuerdo de mamá fluyera en nuestras mentes, comunicándonos sin palabras. Solo de pensar en el día siguiente me venía un escalofrío. No soportaría su funeral.No soportaría que todo el mundo me repitiera que se había ido, sería demasiado real.

No sé en qué momento de la noche me quedé dormida pero me desperté en mi cama. Seguramente me habría llevado John o yo misma había ido sin acordarme. El sol empezó a salir, la gente andaba del mismo modo que ayer. El mundo seguía girando, sin pausa, y me pareció un mundo extraño. Nadie parecía darse cuenta que había una persona maravillosa, una pequeña estrella que ya no despertaría para contemplar la belleza de un nuevo día.

Caminar JuntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora