El lunes llegó demasiado pronto a pesar de que no había dormido prácticamente nada. Le dije a mi padre que una amiga del colegio me había invitado a pasar una semana y que me apetecía recordar viejos momentos. Le pareció buena idea aunque no sé del cierto si lo pensaba. Sé que estaba preocupado. Intenté tranquilizarle y decirle que le llamaría todas las veces que me fuera posible.
Suerte que mi padre salía antes de las ocho de casa. A las ocho menos cinco estaba sentada en el suelo del portal de casa con la maleta. No quería que entrara en mi casa. No me había preguntado dónde vivía aún así, estaba segura de que lo sabía. Tragué saliva y dejé mi cabeza en blanco intentando no pensar qué pasaría los próximos cinco días. ¿Por qué debería confiar en él? Tenía ganas de vomitar. Solo de pensar en él, me daba asco.
A las 8 en punto, aparcó un coche negro delante de casa. Me sorprendió verle a él conduciendo, estaba segura que sería de los típicos que tenían chófer. Me levanté del suelo mientras él salía del coche y abría el maletero. Me acerqué a él y metí la maleta, no necesitaba su ayuda. Él analizaba mis movimientos y me pareció observar un deje de burla en sus ojos.
- Buenos días.
- No creo que sean muy buenos. - Comenté mientras subía en el asiento del copiloto.
Él no me contestó pero arrancó el coche a toda velocidad y se metió en la autopista. No puso música ni la radio ni parecía dispuesto a hablar. El ambiente se sumió en un profundo silencio. Me daba miedo romperlo, me infundía demasiado respeto o más bien, miedo. Pero la ansiedad me estaba matando; necesitaba saber de qué iba todo esto. Me fijé que él apretaba con fuerza el volante. De repente, apretó mi rodilla para que parara. Le miré y él me soltó la pierna.
- Para de una vez.
- No estaría así si me contaras de qué va este viaje. - Suspiró.
- Últimamente se ha puesto mi prestigio en duda y no puedo permitirlo más.
- Fruncí el ceño.- ¿Y eso qué tiene que ver conmigo?
- Déjame acabar. - me cortó. - Necesito dar una imagen de estabilidad. He pensado que tú podrías dármela.
- ¿Yo? ¿Estabilidad? ¿Quieres que finja que tenemos una relación?
-Exactamente. - Dijo sonriendo.
- ¿Por qué?
- Te lo he dicho, no quiero que se extiendan ciertos rumores.
- ¿Que son ciertos?
- Eso no importa, simplemente no es conveniente que se siga hablando del tema.
- ¿De qué te acusan exactamente? - Sonrió con malicia.
- Supongo que es mejor que lo sepas para hacer mejor tu papel. Básicamente me han difamado diciendo que me gusta montármelo con menores y que soy un ludópata. - Hice una mueca de asco.
- ¿Es verdad?
- Ese no es el punto.
- Si pretendes que actúe, deberías evitar que te mire con asco. - Alzó una ceja. - Perdón, con más asco del que ya tengo.
- No soy yo quien te da asco, pero dejemos eso de lado. ¿ Me ves capaz de seducir a unas niñas y llevármelas a la cama? - Fue mi turno de levantar las cejas. - No soy tan despreciable, aunque me gusta esa idea que tienes de mí; capaz de hacer cualquier cosa.
- Por supuesto que eres despreciable.
- Vaya, gracias. No sabía que me tenías en tanta estima. - Pero obviamente no se inmutó en absoluto.
- No pensaba que fueras un hombre que le importara la opinión de los demás.
- Y no me importa, siempre y cuando no perjudique a mi empresa y a mi dinero.
- Entonces sí que es un viaje de negocios.
- Por supuesto. - Dijo sonriendo.
- ¿Te he venido muy bien, no? Casi parece que lo tenías todo planeado.
- No se encuentran chicas como tú tan fácilmente. - Fruncí el ceño y me crucé de brazos.
- ¿Qué quieres decir con eso?
- Bueno, eres una chica inteligente, atractiva, trabajadora, bastante ingenua, vulnerable emocionalmente y con una red familiar inestable. Y tienes un talento innato para bailar. Así que, como ves, la mayoría de tus cualidades me benefician. - Mi corazón iba tan rápido que creía que me salía del pecho. ¿Era verdad todo eso que decía? Giré la cara.
- ¿Cualidades?
- Llámalo como quieras. - Dijo mientras giraba de golpe a la derecha. Eran casi las doce del mediodía. - Ya llegamos. Tengo una reunión en una hora, tú puedes instalarte y relajarte. No tendrás que volver a soportarme en muchas horas. - Dijo él riendo y yo le miré, pensando.
- No lo entiendo. - Se me escapó decir en un susurro. Él me miró confundido.
- ¿Qué?
- ¿Por qué no invitas a alguien de verdad a ir contigo? Eres joven y te mueves en un ambiente en el que seguro que hay muchas chicas pendientes de cazar a alguien como tú.
- No me gusta perder mi tiempo con cabezas huecas. - Alcé una ceja. - No puedo permitirme estar con una de esas chicas que tú dices.
- ¿Por qué?
- No quiero tener que dar explicaciones por nada a nadie. Puedo hacer eso contigo. Ya lo he probado otras veces, no funciona. No soporto que me exijan tiempo si no quiero darles tanto como ellas desearían. - Me sorprendió que me contestara y la sinceridad que aprecié en su tono. - ¿Satisfecha?
- Pensaba que no me contestarías.
- No soy tan arisco como parezco. - Añadió mientras detenía el coche y se apresuraba a hablar con alguien.

ESTÁS LEYENDO
Caminar Juntos
RomantiekGina se ha enfrentado al mayor reto de su vida: la muerte de su madre. No le ha quedado más que sobrevivir. En su ciudad solo encuentra los fantasmas de su vida con su madre. No tiene nada. Decide mudarse y recomenzar para que su tristeza no la hu...