37. Golpes del destino

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Me sentía en shock. Cuando nos sentamos a la ambulancia para irnos, todo me parecía como si pasara en una película. El hombre que viajaba con nosotros nos miraba con precaución. Yo intentaba no pensar en Michelle y en Dan, sobre todo en Michelle. Se la habían llevado con luces de emergencia y con la sirena puesta. Eso solo podía significar una cosa; estaba grave. Cerré los ojos e intenté no pensar.

Quería llamar a Lily o a mi padre. ¿Pero qué les decía? ¿Qué yo estaba bien y que Michelle estaba en el hospital? No tenía fuerzas para enfrentarme a esa conversación. Así que solo llamé a emergencias. Me sostenía porque Jeff estaba a mi lado y me cogía de la mano. No había parado de repetirme que todo iría bien pero se había mantenido callado desde que arrancamos camino al hospital. Le miré y parecía más blanco.

- Jeff, ¿estás bien? - Le pregunté tocando su cara.

Inmediatamente miré al profesional que nos acompañaba y se acercó. Entre los dos le tumbamos en la camilla. Su respiración era normal y eso me tranquilizaba. Me senté a su lado. Él le explicó que se sentía algo mareado; el hombre le contestó que podía ser normal pero que debíamos esperar a la revisión médica. Yo le cogía la mano como si mi vida dependiera de ello. Vi una toalla en la camilla y le sequé la cara con suavidad. Agradecí que hubiese sido tan valiente como para enfrentarse a la situación y mantener la calma para hacer todo lo que se necesitaba. Mi tiempo de reacción habría sido muchísimo más largo sin él.

- Gracias. - Me agradeció él. - Me duele todo el cuerpo pero parece que ya no me gira todo.

- Intenta dormir, necesitas descansar. - Clavó su mirada en mí; era una mezcla de amor, miedo y esperanza.

- No me sueltes. - Me susurró.

- No pienso hacerlo. - Le prometí y entonces supe que él me había necesitado a mí tanto como yo a él.

Cuando llegamos al hospital, nos separaron para hacernos la revisión médica. Creo que no tardé más de media hora en que me la hicieran y me dijeran que ya podía irme.Me alertaron que podía tener algunos dolores fuertes en las cervicales y en no sé dónde más, ni siquiera escuchaba. Creo que me recomendaron que me fuera a casa. ¿Estaban locos? Necesitaba saber cómo estaban los demás. Los médicos no querían decirme nada directamente.

Recorrí el hospital buscando a Jeff o a quién fuera. Seguro que ya habrían llamado a los familiares. Nada más salir de la habitación, me topé con Jeremy.

- ¡Jeremy! - Grité. Él se levantó al escucharme.

- ¿Estás bien? -Me preguntó angustiado. - Jeff está ahí dentro. No he podido verle aún,  ¿le has visto tú? - Asentí.

- Nos hemos levantado por nuestro propio pie pero al venir aquí se ha mareado un poco. - Le expliqué ya notando las lágrimas en mis ojos. - ¿Crees que puede ser algo malo?

- Puede que sea del esfuerzo. Esperemos a ver qué dicen los médicos. - Añadió mientras me acercaba a él y me daba un breve abrazo.

Ambos nos sentamos a esperar. Parecía que el mundo se había parado e iba más lento que de costumbre. Me daba demasiado miedo pensar en los otros. Deseaba preguntarle si sabía algo pero no me atrevía. Apoyé la cabeza en mis manos. Escuché por fin, la puerta abriéndose. El médico hizo entrar a Jeremy. Yo me quedé ahí sentada, demasiado cobarde para entrar. Cinco minutos después salía el médico y Jeremy me llamó.

- Está descansando. El médico me ha dicho que en principio todo está bien pero que al marearse quieren tenerlo en observación.

Asentí, quedándome tranquila. Me acerqué a Jeff y le besé en el rostro. Apreté su mano otra vez. Entonces me giré y miré a Jeremy. Creo que me entendió sin ninguna necesidad de palabras.

Caminar JuntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora