Me quedé congelada con el teléfono en la mano. ¿Era una broma? ¿Una operación de emergencia? Tenía exactamente una hora para averiguar de qué iba todo aquello. Me olía a clavo ardiendo pero no tenía otra opción.
Me habían devuelto la cartera y algunas cosas de las que tenía en el coche. Mi padre tampoco se había estado quieto y había solucionado algunos cabos sueltos.
Le llamé y le dije que necesitaba darme una ducha y descansar un poco. Se ofreció a llevarme pero sé que deseaba quedarse y yo prefería que fuera así. Le prometí que cogería un taxi. Antes de colgar, le pregunté si había habido algún cambio. Nada, todo estaba exactamente igual.
Llegué a casa de Lily a las 6:20. Me duché tan rápido como pude. Gracias a Dios me había planchado una de las camisas que tenía. Me puse los tejanos y me maquillé. Me escocían los cortes de la cara y los brazos. No sabía qué esperar de todo aquello pero no podía ir con las ojeras y los arañazos.
El hotel estaba a las afueras de Tasle, a veinte minutos de Seur. Abrí la puerta del hotel a las siete en punto y pregunté dónde estaba el restaurante. Quería correr pero no parecía apropiado. Le conté al camarero que tenía una cita y él me señaló la última mesa a la izquierda.
Reconozco que estaba temblando. Casi que tenía más miedo que cuando escuché los frenos del coche de Dan o la sensación en el estómago cuando sufrimos el accidente. Caminaba con lentitud, consciente de que todavía podía escapar.
No podía creer lo que veían mis ojos. La imagen del hombre sentado frente a mí me dejó paralizada. Tragué saliva. Quería largarme de ahí. Se levantó al verme y me indicó que me sentara. Yo todavía le miraba, perpleja.
- Me alegro de verte. - Añadió con una sonrisa de triunfo.
El hombre que me había citado era Cam. Parecía muy cómodo; en control de la situación. Esos aires y su físico le dotaban de un atractivo del que sabía sacarle mucho provecho.
Lo recordaba muy bien de la partida de póker a la que había asistido con Bryce. Ése que me habían descrito como el camaleón; el hombre que no dejaba verse y era capaz de amoldarse a la perfección ante cualquier circunstancia. Iba a contestarle de forma cortante pero no encontraba mi voz.
- ¿Sorprendida? Siéntate, por favor.
Le miré indecisa. ¿Quería realmente saber qué era lo que tenía que decirme? Notaba la tensión en cada uno de mis músculos. No confiaba que nada bueno pudiera salir de ahí.
- Creo que debería irme. - Murmuré con voz temblorosa.
- Acabas de sufrir un accidente, ¿verdad? Sin embargo, aquí estás e incluso has venido por tu propio pie. Aunque según tengo entendido, no todos habéis salido igual de ilesos.
Sus palabras se clavaron en mí y sentí como si cada flujo de mi sangre se convirtiera en hielo. Seguía ahí, sin poder moverme; congelada.
Se acercó un camarero a traer el desayuno de ese hombre y me acercó la silla para que me sentara. Sentía que todo eso no estaba pasando; yo no estaba ahí sentada en ese hotel, el accidente no había pasado y Michelle estaba durmiendo tranquilamente en su casa.
El dolor de los cortes de cristal en mis brazos me recordaron que la realidad era otra; demasiado cruda para poder asimilarla. Tragué saliva y seguí escuchando la voz de la serpiente.
- Tu prima, ¿verdad? ¿Cómo se llama? - Preguntó moviendo los dedos, fingiendo que no le salía el nombre. - ¿Michelle? Necesita un milagro para recuperarse o quizás más bien, una cantidad de dinero considerable.
- ¿Cómo sabes...? - Pregunté sorprendida.
- Un hombre como yo tiene sus fuentes. Está pendiente de todo lo que ocurre. - Apreté los labios para no hablar. ¿Cuánto había pasado del accidente? ¿Ocho horas? Quizás ni eso y él ya lo sabía. Tragué saliva. - Debo añadir también que soy un hombre de intereses claros.

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Caminar Juntos
RomanceGina se ha enfrentado al mayor reto de su vida: la muerte de su madre. No le ha quedado más que sobrevivir. En su ciudad solo encuentra los fantasmas de su vida con su madre. No tiene nada. Decide mudarse y recomenzar para que su tristeza no la hu...