9. La carta

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Tardé dos horas en llegar, después de haberme perdido varias veces, dejé el coche y empecé a caminar. Había leído en internet que el camino estaba bien señalizado.

Hacía buen tiempo, así que la caminata fue muy agradable. Iba con ropa cómoda, una chaqueta atada a la cintura y el pelo recogido en una coleta alta.

Me sentía relajada a pesar de la opresión en el pecho, ya estaba tan acostumbrada... aun así, mientras andaba no pude evitar que ciertos recuerdos inundaran mi mente.

Mi estado de ánimo fue muy fluctuante durante todo el trayecto. Me había traído algo para comer en el campo.

La cascada no era muy grande pero el sonido del agua al caer era refrescante. Me tumbé tranquila, cerrando los ojos y pensando en mi madre.

El mes en el que mi madre murió, me hizo prometer que permanecería con aquellos que me querían. Me aconsejó que me fiara.

Este recuerdo me duele en el alma. Pequeñas agujas penetran en mi corazón. Querría que ella estuviera ahí para mí, nadie más. Querría que fuera ella quién me aconsejara en el futuro y quién escuchara mis problemas.

Después de comer un pequeño sandwich para saciar el hambre, empecé a remontar un pequeño riachuelo. El agua estaba muy fría, congelaba mis pies y obligaba a mi sangre a reactivarse. Era relajante.

Me dolía la cabeza de llorar. Me sentía libre, en sintonía con mi madre. La mujer más maravillosa que había conocido. Después de haber andado durante media hora, me senté en una roca  y saqué la carta.

Ésas serían las últimas palabras que escucharía de mi madre. Me sentía muy nerviosa e incapaz de seguir y enfrentarme a sus palabras. Sin embargo, debía hacerlo.

Cogí aire, inspiré profundamente y abrí el sobre sin volver a pensar en ello. Desplegué la carta de forma precipitada y empecé a leer:

Ginebra,

    Mi niña, te dejo esta última carta para decirte muchas cosas que ya sabes pero que quiero que recuerdes siempre en momentos difíciles.

También para contarte otras que no conoces y que no tuve el valor de revelarte, perdóname, no me lo tengas en cuenta. Apenas puedo concentrarme ya, sé que no me queda mucho tiempo en este mundo.

Espero que no me guardes rencor por lo que a continuación voy a relatarte. Ni a mí, ni a Lily. Recuerda que es la última voluntad de tu madre. Siempre he  hecho aquello que consideraba mejor para ti. Y sé que pude haberme equivocado, en ocasiones, pero tú has sido siempre lo más importante.

Cuando me quedé embarazada de ti, no estabas en mis planes, eso ya lo sabes. Pero nunca, repito nunca me he arrepentido de ponerte a ti como lo más importante en mi vida. Te puse a ti por encima de mis estudios, de mi carrera profesional y no me arrepiento.

Fue difícil, muchísimo. ¿Fue irresponsable? Probablemente no haber tomado la decisión correcta antes de tenerte, lo fue.

Pero me convertí en una mujer fuerte, sobreviví y a ti te arrastré conmigo. Y ahora estoy muy orgullosa de ti cariño, has luchado por lo que has querido y has sido fuerte.

Eres una buena chica que busca lo mejor por las personas que quiere. Sé que ahora sobrevivirás a esto del mismo modo que yo sobreviví al embarazo y a ti, mi pequeña responsabilidad. Debes ser fuerte, yo siempre estaré contigo. Hay muchas personas que te quieren Lily, John, tus amigos... y otros que todavía no conoces.

Nuestra amistad con Lily empezó cuando yo me quedé embarazada de ti, estaba tan asustada... Sabía que tu padre se enfadaría mucho.

No paraba de llorar, no podía enfrentarme a él ni a nadie más. Había ido al médico, sola. Mi madre sospechaba que me pasaba algo, yo la evitaba. Hasta que al final, tuve que decírselo. Ella estaba muy seria. Pero me apoyó, no me riñó.

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