39. Dinero

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Mi corazón latía tan rápido que creía que iba a salirse de mi pecho. Empujé la puerta del restaurante del hotel con brusquedad. Estaba hiperventilando. No podía controlar mi respiración, necesitaba aire. Los pasillos del hotel me parecieron inmensos.

Necesitaba salir de ahí. Me susurré a mí misma palabras de consuelo. Se empezó a formar un nudo en mi garganta. Salí del hotel apresurada y sentí alivio al notar el aire frío en mi cara. De repente, algo tiró de mi brazo. Mis pulsaciones incrementaron la velocidad y solté un grito asustada.

- Gina. ¿Dónde vas tan rápido? - Le miré a los ojos, incrédula.

- ¿Jack? ¿Qué estás haciendo aquí? - Acababa de darme un susto de muerte. Me limpié los ojos llenos de lágrimas con rapidez.

- Eso mismo te pregunto yo. ¿No deberías estar descansando o en el hospital? ¿Qué has hecho ahí dentro?

Abrí la boca para contestar pero no se me ocurrió ninguna buena excusa. Tenía la mente en blanco, todavía no me había recuperado de la conversación que acababa de tener.

- Una amiga de mi infancia está aquí y he venido a verla. - Él alzó las cejas, sin creerme obviamente.

- ¿A las 7 de la mañana después de un accidente? No me mientas. - Tragué saliva.

- ¿A ti qué te importa? Déjame en paz. - Me concentré en inspirar y expirar. Las lágrimas empezaron a caer descontroladamente. No podía soportar esta conversación ahora mismo.

- ¿Has visto cómo has salido de ahí? ¡Estás histérica!

- ¡¿Y cómo voy a estar?! - Grité. No merecía que descargara en él todo mi miedo pero era el único que estaba ahí. - ¡Michelle está muy grave, va a morir!

- ¡No digas eso! - Me gritó. - Eso no lo sabemos. - Añadió con voz débil.

- Si no la operan va a morir Jack y lo sabes. - Le dije acusándolo con mi dedo.

Un sollozo subió por mi garganta. Entonces Jack me cogió por los hombros y me abrazó. Me desahogué en él. Necesitaba a un amigo más de lo que pensaba. Cuando me calmé un poco, me arrastró hasta su coche. No dijimos nada durante el trayecto a casa.  El silencio era más reconfortante que cualquier palabra banal. Jack apagó el motor del coche y justo cuando iba a abrir la puerta, puso el seguro. Me giré para encararlo, mirándole interrogante.

- ¿Qué hacías en el hotel, Gina? - Me preguntó entonces con voz grave. Pude leer en sus ojos que no me dejaría salir hasta saberlo. Tragué saliva.

- Esta madrugada he recibido una llamada. Me habían citado a las 7 para hablarme de una operación de emergencia. - Jack frunció el ceño. - Quería saber de qué se trataba.

- ¿Una operación de emergencia? ¿Qué te han dicho?

- No importa, era una tontería.

- Gina...

- Se habían equivocado. De todas maneras, tampoco iba a aceptar.

- ¡¿Qué es lo que te han dicho?! ¿Te han hablado de Michelle? ¿Pueden ayudarla? - Me estremecí al escucharle. No pude contestar con ninguna mentira. - Dios Gina, conozco a Michelle de toda la vida. ¡¡Crecimos juntos!! - Añadió cogiéndome de los hombros y zarandeándome. - Si hay algo que podamos hacer, lo que sea, debemos hacerlo. ¡Ella haría lo mismo por nosotros! - Empecé a sollozar. - Nos necesita ahora.

Añadió esto último con voz rota y vi entonces cuánto estaba sufriendo y cuánto había aguantado al verme a mí, tan destrozada. Me acerqué a él y le abracé con fuerza. Él no tardó en devolverme el gesto y decidí contárselo todo.

Caminar JuntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora