Capítulo 45

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1988

Victoria volvía a estar ausente cuando John llegó aquella noche, tras haber estado todo el día en un exitoso juicio en el que había conseguido absolver a uno de sus socios de unas acusaciones de fraude.

Desde hacía unas semanas, John encontraba cada vez menos a Victoria en casa, aunque nunca le había llegado a preguntar el por qué, pues sabía que su mujer tenía un grupo muy amplio de amigas con las que solía quedar para tomar el té y jugar al bridge.

Sin embargo, aquello no suponía que John no sintiese unas ciertas y cada vez más certeras sospechas que habían ido creciendo en su pecho con cada día que pasaba, pues era una persona increíblemente astuta a la que no era para nada fácil engañar. Por ello, aquella noche en la que Deborah había decidido acostarse pronto y Margaret pasaba la noche en casa de una amiga, decidió esperar a Victoria en su gran butaca del salón principal, con una copa de brandy descansando sobre el brazo del sillón. Sabía que Victoria probablemente esperaría encontrarle en su despacho, por lo que cuando su esposa llegó con una sonrisa complacida en los labios, una que hacía mucho tiempo que no veía, Victoria soltó un respingo de sorpresa al ver a John en el salón, esperándola con aquella fría mirada sin color capaz de ponerle los pelos de punta a cualquiera. Los mechones chocolate se escapaban del recogido de Victoria por el viento nocturno y sus mejillas estaban sonrojadas. Al ver a John, la sonrisa desapareció de sus labios y su rostro adoptó una expresión un tanto amarga.

-Buenas noches, cariño. – Dijo distraída, mientras se quitaba los guantes de cuero con delicadeza. A pesar de que John la observaba con toda la fijeza del mundo, ni si quiera él era capaz de percatarse de aquellos pequeños detalles que, desde que era pequeña, habían conseguido delatar el disfraz con el que Victoria siempre se había protegido, tales como la leve tensión de su boca o el hecho de que su mirada prácticamente estuviese clavada en el suelo.

-Veo que de nuevo has llegado más tarde de lo normal, ¿qué ha sido lo que te ha retrasado en esta ocasión? – No era difícil percatarse del afilado tono escéptico que adoptó la voz de John, como una motosierra cargándose y preparada para dar un golpe en cualquier momento.

Victoria fue hasta la barra de madera labrada y se sirvió una copa de whiskey. Todo en su postura y expresión denotaban una seguridad total, pues durante toda su vida había aprendido a ocultar perfectamente su verdadero rostro tras una máscara lo suficientemente buena como para ser capaz de engañar a cualquiera.

Menos a una persona.

Por ello, apenas le costó adoptar una expresión burlona de aburrimiento y, tras dar un sorbo a su whiskey, repuso:

-Oh, ya sabes que el póker y el coñac son la peor combinación para Elizabeth. Ha estado casi cuarenta y cinco minutos sumida en un embriagado y tedioso monólogo sobre su marido. Nada fuera de lo normal. – Esbozó una sonrisa de suficiencia y se dio la vuelta para rellenarse la bebida.

John, a su vez, esbozó una glacial sonrisa y, con su amenazadora calma, dijo:

-¿Por qué será que no te creo?

Victoria se detuvo en seco en su tarea y permaneció completamente quieta durante unos segundos, como si repentinamente se hubiese convertido en una estatua de mármol. Finalmente, decidió no rellenarse la copa y dejó la botella de cristal en su sitio, solo para seguidamente girarse hacia su marido, con una expresión impasible:

-¿Perdón?

John, sin dejar de sonreír, se levantó del sillón con la copa en la mano, tan circunspecto como si estuviesen hablando del clima de aquel día. Caminó durante unos instantes bajo la atenta y defensiva mirada de Victoria hasta que se detuvo junto a la chimenea, en cuyo interior brillaba y crepitaba un leve fuego que parecía bailar.

Warrior | l. t. |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora