Warrior | l. t. |

Prólogo

You were red, and you liked me 'cause I was blue.

But you touched me,

And suddenly I was a lilac sky.

But then you decided that purple just wasn't for you.

[ Colors - Halsey ]

Louis ~ noviembre de 2016

Le encantaba observar el mar.

Le encantaba sentarse a la orilla de esa playa de guijarros con la mirada fija en ese océano que parecía no tener fin y que casi siempre permanecía sumido en una bruma oscura que flotaba sobre su superficie.

Ese pequeño remanso de paz le traía muchos recuerdos de su pasado, algunos más felices que otros, pero recuerdos al fin y al cabo.

Su mente había decidido conservar recuerdos felices, como el de su primer beso, su primera novia o su primera borrachera. Recuerdos que se habían formado precisamente en ese mismo lugar que parecía al mismo tiempo tan lejano y tan cercano al pueblo en el que había crecido.

Sin embargo, esa playa y ese océano oscuro también le traían recuerdos más amargos. Recuerdos de esa etapa de su vida que tanto había deseado borrar de su memoria, esos años en los que se creía sumido en un hondo pozo del que nunca podría salir y que le tendría atrapado para siempre.

No obstante, para él, lo que más evocaba esa playa eran recuerdos de los que habían sido, sin duda, los mejores meses de su vida. Unos meses que, sin embargo, le habían consumido.

Recuerdos de unos ojos azules como el más claro de los días que observaban ese mismo mar con una soledad que a él siempre le había parecido devastadora.

Unos preciosos ojos azules inundados de oscuridad que se creían completamente solos y perdidos.

Esos ojos azules que él había conseguido hacer brillar con algo más que con sórdidas lágrimas: Con alegría.

Esos tristes ojos azules que, tal vez, no volviesen a clavarse en los suyos con esa juiciosa indignación a la que tanto se había acostumbrado.

Carcomido por un intenso dolor que infectaba todo su interior, el solitario joven se pasó las manos temblorosas por el pelo, sin poder encontrar una salida a esa desesperación que lo estaba intoxicando poco a poco.

Él nunca había sido una persona que lloraba con facilidad, y no porque se sintiese parte de esa absurda idea extendida en la sociedad sobre que el género masculino no suele llorar.

Se debía simplemente a que hacía mucho tiempo se había prometido a sí mismo que no iba a volver a dejarse derrumbar con facilidad, y que permanecería fuerte por esa persona a la que había perdido en una calurosa y trágica tarde de agosto.

Pero en ese momento sentía que, si no lloraba, iba a explotar de rabia, de dolor, de desesperación y de tristeza.

Sin embargo, a pesar de haberse dado vía libre para llorar como hacía mucho que no lloraba, se dio cuenta de que ni una sola lágrima salía de sus ojos. Era como si algo hubiese bloqueado sus conductos lacrimales, como si le hubiesen colocado una barrera que impedía el paso de las lágrimas.

Como si esa fuese una nueva y enrevesada forma que sus demonios habían encontrado de castigarlo.

¿Es que acaso no estaba sufriendo ya lo suficiente?

¿Es que acaso no podía permitirse siquiera desahogarse y soltar su desesperación al menos durante unos instantes?

En un primer momento le había parecido que huir de esa infernal habitación durante un rato y esconderse en la playa desierta era la mejor opción. Al principio, solo quería permanecer solo.