Capítulo 49

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It's time to crack the open door, it's time to leave every teardrop on the bathroom floor

2016

Una hora antes

-Hacía tiempo que no venías por aquí. – Dijo la doctora Jill Clemmens, con aquella familiaridad que le daba el hecho de llevar casi seis años de terapia con la misma persona.

Con su ojo clínico, observó al muchacho que, frente a ella, parecía estar a punto de derrumbarse. Y precisamente por haber estado tantos años tratándole, intentando meterse lo suficiente en su mente como para comprenderle y ayudarle, supo que algo iba mal. Por ello, enarcó una de sus cejas pelirrojas y añadió:

-¿Tiene algo que ver con el moratón del ojo y la nariz?

Sin dejar de dar golpes en el suelo con el pie, el único gesto que, una persona que no le conociese, podría hacerle percatarse de su nerviosismo, Louis finalmente alzó la mirada. Y al hacerlo, tragó saliva con fuerza, sintiendo la boca seca. Un dolor que no tenía nada que ver con el del rostro se extendió por todo su organismo, inundándolo de tal forma que durante unos segundos no pudo hablar. Aunque su psicóloga no parecía tener prisa porque Louis hablase, por lo que se reclinó en su gran sillón y dio unos golpes ligeros con el bolígrafo sobre el cuaderno que tenía en el regazo.

Hasta que finalmente, tras pasarse una mano por su pelo castaño, Louis masculló quedamente:

-Supongo que me sentía tan avergonzado que... sabía que, si venía, no tendría más remedio que ponerle voz a toda esa culpabilidad. Y no me atrevía a hacerlo.

La doctora torció el gesto y, sin abandonar su postura serena, repuso:

-¿Qué fue lo primero que te dije cuando tuvimos nuestra primera sesión, hace ya casi seis años?

-Que nunca debía esconder mis sentimientos. – Admitió Louis, con un suspiro. – Lo sé, sé que no debo hacerlo, pero... en esta ocasión es distinto.

-¿Por qué? – Fue todo lo que la psicóloga dijo, intentando no presionarle mucho pero, al mismo tiempo, haciendo todo lo posible porque Louis se abriese.

Louis apretó las mandíbulas con fuerza y permaneció con la mirada perdida, el ceño fruncido y las manos entrelazadas sobre sus rodillas. Una vez más, toda la culpa, todo el arrepentimiento y todo el odio hacia sí mismo le invadieron como en una devastadora ola, dejándole sin aliento, ahogándose e impotente, sin poder hacer nada por remediarlo.

-Porque le he hecho daño de forma consciente a una de las personas que más me importan. – Dijo, sin atreverse a alzar la mirada. Sin embargo, sabía lo cobarde que era eso, por lo que hizo acopio de todas sus fuerzas y miró a la psicóloga, que, como de costumbre, no mostraba nada bajo aquella máscara de fortaleza e impasibilidad. Louis siempre había supuesto que era su mecanismo de defensa para no dejar arrastrarse por toda la mierda de todos los jóvenes que tenía que escuchar hora tras hora, cada día. – Le he hablado muchas veces de Callie; bueno, pues ha sido ella a quien... he hecho daño. Y me siento tan mal que apenas puedo dormir por las noches, ni comer, ni trabajar. Siento como si tuviese continuamente una cadena de hierro en el cuello que me impide respirar. – Louis negó con la cabeza para, así, tratar de ocultar de algún modo aquella vulnerabilidad que le invadía cada vez que habría su corazón.

-¿Entonces por qué le hiciste daño de forma consciente?

Louis permaneció unos instantes en silencio, con las mandíbulas apretadas. Entonces se permitió que aquel dolor que sentía en el pecho alcanzase ligeramente sus ojos y respondió:

Warrior | l. t. |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora