Warrior | l. t. |

Capítulo 61

1988

Phil llevaba toda la noche deseando poder hablar con Devi. O, al menos, simplemente verla. Sin embargo, desde que él y sus padres habían llegado al club, no había encontrado ni rastro de ella, a pesar de que su padre le había comentado que los Matthews también acudirían a aquella reunión mensual en el club más exclusivo (y, por tanto, más lleno de ricachones sin cerebro) de toda la región.

Cuando llegaron, se encontraron con John y Victoria Matthews. Él, como siempre, mostraba aquella sonrisa de dientes blancos y perfectos que, a pesar de mostrarse jovial, a Phil siempre le había recordado a la de un tiburón en el momento en el que se abalanza sobre su presa. Victoria, la madre de Devi, como era habitual en ella mostraba aquel porte digno y elegante que siempre la hacía parecer una reina, con la barbilla bien alta y una cordial sonrisa en sus perfectos labios en forma de corazón que Devi, desde luego había heredado. Y, como de costumbre, Phil se fijó en que, cuando Victoria creía que nadie la miraba, su rostro cambiaba por completo y pasaba a mostrar una expresión extenuada y casi hasta amarga, el ceño fruncido y los labios apretados en una fuerte línea. Aquella mujer siempre le había transmitido tal sensación de tristeza a Phil que, cada vez que la veía, no podía evitar sentir cómo se le encogía el corazón dentro del pecho, al igual que no podía evitar preguntarse si Victoria Matthews era una persona realmente feliz.

Una vez terminados los saludos, John se dirigió a Phil con su habitual cordialidad y dijo:

-Deborah también ha venido. Debe de estar por ahí escondida; últimamente está un tanto alicaída y abstraída. Aunque es lógico, es un mes complicado, con el final de las clases y la preparación mental para el comienzo de sus estudios de Derecho en Oxford.

A partir de ese momento, John y David, el padre de Phil, se enfrascaron en una tediosa conversación sobre el futuro de sus hijos, aquel que, claramente, habían decidido ellos. David habló con orgullo de cómo Phil iba a entrar en Cambridge para estudiar precisamente Derecho (“¿alguna vez te has preguntado si ese es el futuro que quiero para mí, papá? Pensó Phil) y, a partir de ahí, como de costumbre la conversación se desvió a los negocios que los Robinson y los Matthews mantenían en común.

Phil comprendía claramente por qué John se sentía tan interesado en él. Tampoco había sido difícil adivinarlo, sobre todo teniendo en cuenta que su padre, claramente encantado, no paraba de hablar de ello. Aunque Phil ya se había dado cuenta de ello antes incluso de que su padre se pusiese a alardear de ello.

“¿No te has interesado en algún momento por la niña de John Matthews, Phillip?”

“Es un gran orgullo que alguien como John Matthews te quiera en su familia”.

“Sé que Deborah es tu amiga, pero imagínate la de beneficios que nuestra familia, al igual que la de John, sacaría si decidieses dar un paso más con ella”.

Para David Robinson, la vida de Phil era un simple negocio, algo de lo que sacar provecho. Phil siempre había pensado que su padre le veía como a una plusvalía más que como a su propio hijo, un simple chaval de diecisiete años que lo único que quería que sus padres le demostrasen un poco de cariño y estudiar Historia.

Aunque, en su mundo, eso era demasiado pedir.

A partir de aquel momento, la noche había sido completamente tediosa. Phil odiaba ir al club: no era más que una jaula para ricos aburridos que no sabían qué hacer con su dinero y que simplemente iban para vestirse de punta en blanco y alardear de todo el dinero que tenían, en una especie de concurso por ver quién llevaba el traje más caro o las joyas más grandes. 

No era más que un alarde de que ellos tenían demasiado y había personas que, por otra parte, no tenían absolutamente nada, pero que con tan solo una de esas gargantillas de diamantes engarzados o unos gemelos de oro tendrían más que suficiente para el resto de sus vidas.