Capítulo 28

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1988

-Algo le ocurre a Deborah. – Dijo John repentinamente.

Victoria alzó la vista del libro que estaba leyendo y se quedó mirando a su marido con aquella fría sensación que se había apoderado de su pecho hacía ya tantos años. John, sentado en su gran butaca frente a la chimenea y una copa de coñac en una mano, observaba con suma atención el anaranjado fuego, las llamas reflejándose en sus fríos ojos grises, casi tan helados como lo estaba el pecho de Victoria.

Aparte del sonido del fuego crepitando en el hogar, la lujosa sala permanecía sumida en un silencio casi artificial (solo roto en el momento en el que John había hablado), un silencio que a veces le parecía a Victoria más ruidoso que la más bulliciosa de las calles. Un silencio en el que la soledad podía atacarla con una fuerza atroz.

Victoria colocó un delicado dedo de perfecta manicura sobre la página en la que se había quedado y cerró el libro sobre él, para poder continuar leyendo más adelante. Inspiró profundamente y durante unos instantes lo único que hizo fue quedarse mirando a su marido. No obstante, no había en su mirada nada de esa fría hostilidad que había tenido hacía casi treinta años.

Ya no había nada. Ya no sentía nada. Estaba hastiada y aburrida. Hacía mucho tiempo que se había cansado de luchar.

Por eso, lo único que hizo fue responder, sin ningún tipo de emoción en su suave voz:

-¿Eso crees, querido?

Al fin, John giró la cabeza y observó a Victoria con aquella perspicaz intensidad que siempre caracterizaba a su mirada. Esa fría mirada que siempre lo calculaba todo. La mirada de un depredador.

-Durante unas semanas se ha comportado con mucha más vivacidad que de costumbre. La semana pasada volvió casi eufórica. Entonces, pasó a mostrarse apesadumbrada. Y ayer, repentinamente, volvía a mostrar aquella vehemente felicidad. Esos cambios de humor no son arbitrarios.

-Siempre ha sido una muchacha muy voluble, ya lo sabes. Siempre ha sentido las cosas con más intensidad que los demás. – Repuso Victoria, sin sentimiento, pero sintiendo que las caras perlas de su cuello trataban de tirar de ella hacia el suelo. – No creo que sea nada importante.

John esbozó una sonrisa torcida implacable y, tras dar un trago de su bebida, respondió:

-Veo que sigues siendo tan ingenua como siempre, cariño. – Aquellas palabras casi consiguieron revivir aquella chispa de ira en el pecho de Victoria. Casi. Porque ni si quiera eso era suficiente para ahogar el frío de su corazón. – Es cierto que siempre ha sido una joven... bastante diferente a los demás. Un poco rebelde e insubordinada. – Sus siguientes palabras estuvieron teñidas por un cierto resentimiento: - Creo que ambos sabemos de quién ha sacado eso.

Victoria apretó los dientes con fuerza, pero compuso una expresión obediente y sumisa cuando, con una fingida sonrisa complaciente, dijo:

-Por supuesto, mi amor.

John esbozó una sonrisa incluso más ladina y, tras vaciar su copa de coñac, se incorporó y, con las manos a la espalda, caminó hasta colocarse justo frente al fuego, su pelo rubio platino reflejando las llamas del fuego. Entonces, con voz y expresión desprovistas de toda emoción, dijo:

-Pienso descubrir qué ocurre con Deborah. Esa joven cree que puede hacer lo que le venga en gana. Necesita recordar que no es así. – Entonces se giró hacia Victoria y añadió, con rencor: - Está claro que tu rebeldía de adolescente ha pasado a ella. Debemos acabar con ello antes de que sea demasiado tarde.

¿Como hiciste conmigo? Pensó Victoria, con un ardiente odio latiendo en sus venas, pero que no era más que un fantasma de lo que una vez había sentido. ¿Piensas acabar con su voluntad y convertirla en una perfecta y obediente muñeca de trapo? ¿Un juguete que manejar a tu antojo?

Warrior | l. t. |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora