51 .- ¿Un clavo saca a otro clavo?

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Adam White en galería•

Tres años después...

Jess.

Si me hubieran preguntado qué era lo más difícil según mi opinión, mi respuesta no se habría dado a esperar.

Habría afirmado sin tapujos que la cosa más difícil para mí, era el aprender a ordenar mi vida, mantener todo en mí en constante arreglo y mantenimiento, aquello era de las cosas más complicadas que pudieran existir. La parte más tortuosa de ello es tomar la decisión de hacerlo, porque como siempre, el simple hecho de tener que decidir hacía que mi vida se desbalanceara de una forma incontrolable, mucho más cuando se trataba de algo como ordenar.

Y podía levantarme un día cualquiera para lavar el baño o arreglar mi habitación, pero la cosa se volvía más tensa al momento de pensar en cómo demonios se puede reparar y reorganizar el pasado que me atormentaba cada vez que quería, como si tuviera vida propia. Aunque la verdad de todo era que yo misma le daba la autoridad para que arruinara lentamente los instantes en ese presente, eso sucedía cada vez que tomaba la decisión incorrecta y elegía no hacer las paces con lo que había sucedido, y fingir centrarme en lo que podría pasar, cuando realmente, tenía un pie en mi futuro y otro puesto en mi pasado.

Sin embargo, sabía a la perfección que quizá, el hecho de que luego de cuatro años seguía viendo de reojo hacia atrás, era porque simple y sencillamente no estaba lista.

—¡Adam White! —mi grito retumbó por todo el departamento.

Mi presente: a un año de terminar mi carrera, con tres años de relación, seis meses viviendo junto a él y con toda una nueva vida en New York.

Nada mal, al contrario, todo excelente, Adam era un buen novio, el mejor que había tenido, era paciente, lo fue desde el día en el que nos conocimos, y, probablemente nunca hubiera salido con él por la sencilla razón de ser el molesto chico con el que compartí el vuelo, sin embargo, la vida jugó un poco conmigo y movió los engranajes, llevándolo a él y a su hermana, un año menor que él, a la misma universidad que la mía, eso sin mencionar que Taylor White, su pelinegra hermana, calificó en derecho, al igual que yo.

Podía haberlo ignorado, pero el castaño sabía hacer todo, menos rendirse, y un año después de súplicas y súplicas para que le concediera, como mínimo, la hora, acepté que debía darme una nueva oportunidad en eso que tanto daño me hizo tiempo atrás.

—¿Quieres quemar el departamento?

Mis pasos se guiaron hasta la cocina, dónde se encontraba una nube de humo opacando la vista, teniendo como origen un feo y quemado sartén que aún yacía sobre la hornilla, con la llama encendida.

—Vamos, amor, no es para tanto —Adam agitó un pañuelo al aire para hacer desaparecer un poco el humo, al mismo tiempo que apagaba la cocina—. Solo me distraje unos minutos.

—Querrás decir horas, un segundo más y se enciende la alarma.

Dejó al descubierto sus dientes, avanzando a paso corto hacia mí, dándome una mejor vista para su estado mañanero, con su cabello despeinado, sus ojos algo hinchados por quedarse estudiando hasta tarde, su pantalón de cuadros holgado que usaba como pijama y su torso al descubierto, donde se notaban unos cuantos lunares que recorrían todo su pecho y espalda, mezclándose con sus pecas. No podía negar que despertar cada día con un monumento de esa magnitud era lo mejor, era como tener un kit completo para formar al chico perfecto, casi celestial; porque su rostro y su mantenido cuerpo no era lo único que él solía lucir, también la inteligencia nunca lo abandonaba.

Jessica Haynes: Los Desastre De Una Adolescente. (Corrigiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora