17.- Reconciliar no es confiar.

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Los celos

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Los celos.

Algo completamente tonto.

Pero, si lo ves desde otro ángulo; es lo más conveniente en algunos casos. ¿Ojo por ojo? Yo diría que celos por celos. Aunque en esos momentos no sabía con certeza si Nick estaba coqueteando con esa chica a propósito, algo sí tenía claro: ella lo hacía.

Amigos de la infancia. En esa etapa de mi vida me había mentido millones de veces con eso, miles y miles de mentiras, una tras otras. En ocasiones, me llegué a cuestionar si mi familia era muy conservadora y era costumbre tener sexo con familiares. Pero la sangre no cuenta cuando todo es mentira.

Otros tres golpes en la puerta me hicieron rodar los ojos. Había veces que no entendía el porqué de la insistencia de los hombres, luego decían que nosotras perdíamos nuestro orgullo por ellos.

—Jessica, no me iré hasta que abras la puerta —aseguró Nick—. Tenemos que hablar.

—¡Ve y habla con tu amiguita! —respondí—. ¿Quieres que te pida un servicio para que comas mientras esperas? No pienso salir, cariño.

—¿Enserio no piensas abrirle? —Noah me escaneó con la mirada.

Negué con la cabeza, poniéndome de pie y saliendo al balcón para apreciar la vista que el hotel brindaba.

—¡Jessica, no seas inmadura, abre la puerta de una vez!

—¿Por qué no vas a la habitación de Madison? De seguro no tarda en abrirte la puerta —le pregunté desde el balcón—. Puede que te abra más que eso.

—¡Jess! —recibí un regaño de las chicas.

Les sonreí con inocencia y procedí a encender el televisor. ¿Él creía que sería tan fácil?

Idiota.

Kate se puso de pie repentinamente. Se acercó a la puerta y le dio dos golpes.

—Nick, juro que si no cierras la boca en este instante te mataré —amenazó.

—¡No me callaré hasta que Jessica hable conmigo!

Todas las miradas de la habitación fueron acaparadas por mí.

—O controlas a tu novio —Kate se fue acercando a paso lento—, o te quedarás sin novio —señaló a Noah—, y tú sin hermano.

La observé algo horrorizada, pero divertida. Rodé los ojos, y elevé mis brazos, rendida.

—Bien, bien —accedí, acercándome a la puerta.

Tomé la perilla, tardando algunos segundos para girarla. Nunca se me fue fácil afrontarme a mis problemas. Mucho menos románticamente.

—¿Qué demonios quieres? —le cuestioné, de mala gana.

—Y mejor nosotras nos vamos —comentó Leah.

Jessica Haynes: Los Desastre De Una Adolescente. (Corrigiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora