35.- Celos.

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Diez minutos para hacerse las tres de la madrugada, y ahí estaba yo, sentada en un sillón a la espera de mi cita, la cual se había decidido a comprar algo de comer luego de una larga noche de fiesta, a la se habían agregado Noah y Malkon de forma ...

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Diez minutos para hacerse las tres de la madrugada, y ahí estaba yo, sentada en un sillón a la espera de mi cita, la cual se había decidido a comprar algo de comer luego de una larga noche de fiesta, a la se habían agregado Noah y Malkon de forma mágica. Había sido una noche larga, pero mi hermano y su novia habían decidido quedarse, mientras que yo solo quería volver a casa y disfrutar de las últimas horas del día.

Porque solo tenía claro una cosa.

Faltaban diez minutos para las tres y Zack no se encontraba en casa, y, de todo en lo que pudiera poner mi preocupación, decidí concentrarme en eso.

La puerta se abrió para mostrarme la figura de Owen, quien había vuelto más rápido de lo que creía, con una expresión algo confusa de descifrar.

—Regresas rápido —le hablé apenas le ví.

—Es porque no fui a ningún lado —se desplomó sobre el sofá—. No quiere encender el auto, vine a ver si podía llamar a la grúa desde aquí.

—¿Grúa? —repetí su palabra.

Podía estar llena de muchos problemas en ese momento, pero no permitiría que llamara a la grúa a esas horas, donde el precio de la atención aumentaba.

Owen había hecho mucho por mí, aunque él no estuviera consiente de eso.

—Estás loco. Quédate, hay muchas habitaciones, mañana por la mañana puedo llamar al mecánico de la familia, no te preocupes —me puse de pie—. Iré a ordenar el cuarto de invitados.

—¡Espera! —tomó mi mano—. No es necesario, no quiero molestar.

—¿Molestar? Owen, eres como de la familia, nunca molestarías.

Una sonrisa se formó en sus labios.

—Gracias, Jess —guiñó un ojo.

Sin respuesta me fui en busca de lo necesario para su hospedaje, pensando que cada uno de los inconvenientes que eso me causaría, pero estaba dispuesta a arriesgarme con tal de ayudar a un buen amigo.

Los minutos pasaban y ya todo estaba listo, como por arte de magia, la habitación estaba reluciente, porque, dado que mis compañeros de piso invitaban a más personas de lo deseado a quedarse, la habitación era cualquier cosa, menos ordenada.

—Aquí están las sábanas, el baño está por allá y si necesitas algo me avisas —señalé cada lugar cual aeromoza.

—Tranquila, estaré bien —rió suavemente—. Aunque debo admitir que haré un esfuerzo por no perderme en esta casa tan grande.

Una carcajada salió de mí.

—Y no te acostumbras nunca a tanto espacio, te lo aseguro —comenté sentándome al borde de la cama.

Él copió mi acción.

—¿Cómo llegaron de una casa campo a algo como esto?

—Supongo que el crédito es de mi padre —me encogí de hombros—. Yo estaba igual de impresionada que tú cuando llegué.

Jessica Haynes: Los Desastre De Una Adolescente. (Corrigiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora