15.- Desastres.

4.9K 215 26
                                    

•Jessica Haynes en galería

—¿Sabes que igual nos estamos mojando, verdad?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¿Sabes que igual nos estamos mojando, verdad?

Giré mi cabeza, regalándole una mirada llena de desdén a Nick.

—¡Oh! ¿Hablas enserio? ¡Rayos, no me había dado cuenta! Debo prestar más atención a cosas obvias —mi monólogo no podía contener más sarcásmo—. ¿Puedes hacerme el hermoso favor de ordenarle a ésta porquería que cierre el techo? No quiero terminar con un resfriado.

—Jess... Este auto no es convertible —dijo, con un poco de vergüenza.

Clavé mis uñas en el asiento. Lo que me faltaba; no solo estaba en medio de la nada, con un auto inservible y pescando un resfriado, tampoco tenía solución.

Sentía todo mi cuerpo empapado, ¡el viaje era en unas horas y yo ahí disfrutando de un baño a media carretera!

Era frustrante, amaba la lluvia, pero solo si estaba en mi habitación, enrollada entre mis sábanas y disfrutando de un maratón de Gossip Girl.

—Jess... Lo siento, fui un idiota, debí estar más atento y no confiarme tanto. Lo he arruinado todo, de nuevo... No puedo creer que aún no me has golpeado.

Decidí mirarlo y regalarle una sonrisa. Él podía ser un idiota, pero era el mejor idiota que conocía.

—Me sobran ganas de hacerlo, te lo aseguro —bromeé—. Pero no lo haré, porque aunque este paseo haya sido un verdadero fracaso, tú te tomaste la molestia de planearlo para mí. Eres el mejor, Nick.

Nick me observó unos segundos.

—Me gustas mucho, ¿lo sabes? Este gesto significa más de la que crees.

Podía ser lo que fuese, podía incluso hacer una lista enorme de sus error y defectos, pero es mejor apreciar sus virtudes, y mejorar sus defectos. Él no era perfecto, pero, ¿quién lo es realmente?

Comencé a preocuparme en cuanto él se quedó callado, sin decir ni una palabra.

—¿No me dirás nada? No lo sé, un «tú también me gustas» no estaría mal —sentía que mi confesión había quedado en vano, él parecía dispuesto a no hablar.

De pronto, con ágiles movimientos se acercó, tomando mi cuello con delicadeza y acercando mi rostro al suyo, en cuestión de segundos, sus sedosos labios estaban acariciando los míos.

—Tú no me gustas, Jessica, me encantas —sonrió, sin despegar nuestros labios.

Podría decir que eso fue todo, pero estaría mintiendo, el beso no fue corto, tampoco menos duradero. No fueron segundos los que disfruté el sabor de sus labios, si no minutos. Si mi pequeña yo hubiera visto eso, seguramente diría que estábamos compartiendo gérmenes, la nueva yo, sabía que estábamos compartiendo dos cosas: Sentimientos y estupidez.

Jessica Haynes: Los Desastre De Una Adolescente. (Corrigiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora