43.- Confesiones en el ascensor.

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-¿Cobertura?

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-¿Cobertura?

-Hace una hora no había, hace media hora no había, hace dos minutos no había y ahora tampoco, Marion -hablé, obstinada-. Deja de preguntar, me vuelves loca.

Lanzó un gruñido.

-Todo es tu culpa, lo arruinas todo -acusó.

-¿Disculpa? ¿Dónde pinto yo en todo esto?

-¡En todo! -gritó con frustración-. Me has arruinado todo.

-A ver, Marion, si lo dices por Nick...

-Lo digo por todo -interrumpió-. Lo de Nick, lo de mis amigas, esto -lazó un suspiro.

-¿Tus amigas?

La conversación había caído en un pozo extenso, del cuál, para salir, habría que tocar más de un tema. Tantos temas, tantas explicaciones; tantas confesiones, eso era, principalmente, lo que se veía al comenzar con todo eso

-Las tienes encantadas, a Maquensy le agradas incluso más que yo, y ni hablar de Keila; te adora desde que hicieron el experimento juntas.

-En resumen, ¿me odias por ser agradable?

-No te odio, simplemente no te soporto -aclaró con rapidez-. Y eres amiga de Kate, ¿qué crees que eso dice de ti?

Arrugó su entrecejo.

-¿Por qué te desagrada tanto? ¿Qué te ha hecho?

-Me robó a Nick.

Oh, sí, esa historia sería interesante. En los pasillos de la institución se rumoraban millones de cosas difíciles de ignorar, sin embargo, con ese pequeño fragmento que recordaba de aquella conversación con las chicas, tenía lo que necesitaba; nunca había sido de llenarme los oídos con palabras necias.

-¿Te lo robó?

Ella asintió.

-Quizá no lo sepas, porque claro, eres su amiga y todos los suyos tendrán solo la versión que ella creó para proteger su imagen -explicó, con cautela-. Nick era mi novio, todo estaba bien, o eso creía, hasta que ella se hizo pasar por mi amiga, hasta conseguir su objetivo: separarme de Nick. Con mentiras y demás, fue desgastando nuestra relación, al punto que Nick ya no confiaba en mí, yo mucho menos en él -relató-. Un día los encontré en el gimnasio detrás de las gradas, besándose. Él creía firmemente que yo me acostaba con el profesor de gimnasia, y su mayor punto de hacer eso en ese lugar, era que yo, en algún supuesto encuentro con mi falso amante, lo viera en esas. Cuán idiotas e inmaduros fuimos en aquel entonces.

En sus ojos, una notoria nostalgia era evadida y oculta por su fría mirada.

-Eso... No lo sabía.

-¿Cómo podrías saber? -suspiró-. En fin, luego me fui dos meses a Tailandia, llegué y estabas aquí.

-Mi duda es, ¿qué tendría que ver el que ella sea mi amiga?

Jessica Haynes: Los Desastre De Una Adolescente. (Corrigiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora