¿Qué crees que pasa cuando cometes un pequeño error en tu instituto y te expulsan?
No suena nada bien, ¿verdad? Te aseguro que es mucho peor de lo que suena. Mucho más cuando debes cambiarte de ciudad y vivir con tu hermano. Y sus amigos.
Soy Jessic...
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Jess.
Flashback.
—Iré a la casa de los espejos. Veré cuantas copias de mi puedo ver —informé con una torpe sonrisa.
Lástima que Claire estaba bastante ocupada intentando subirse a la montaña rusa como para darse cuenta de mi expresión lunática. Camino hasta la casa de los espejos adentrándome en ella.
No sabía la sensación exacta que acudía mi cuerpo en ese momento, pero tenía una cosa clara: era fatal. Si no hubiera estado consciente del grado de alcohol que había consumido diría que California estaba sufriendo un terremoto. Caminé por los estrechos pasillos de aquella casa, llegando al centro de todo. Con tantos espejos y los mareos que sufría, me costaba descifrar si ver tantas réplicas de mí era normal.
—¿Por qué no ella? Es hermosa, simpática y mucho mejor: no eres tú —grité, haciendo mofa a las palabras de Zack—. ¡Idiota! ¡Pude haberme quedado con Owen! Es lindo, amable y no es un imbécil.
Durante años había conseguido la manera de controlar cada enojo que salía de mí, autocontrol, decían, yo fácilmente podía llamarlo ganas de no parecer una lunática que golpea las paredes cuando está enojada, pero la verdad, son sólo etiquetas. ¿Cuántas veces no habíamos desatado nuestra rabia sobre algo? Muchas, porque era mucho más sano que hacerlo sobre alguien, cuyos sentimientos sí eran existentes.
Lunáticos, problemáticos y demás, así podían llamar a aquellos que hacían su cuarto un desastre al momento de enojarse, ¿pero cómo se les podría denominar a esos que hacían lo mismo, pero hacia otro ser viviente? Sobre su esposa, sus hijos, su animales; simples personas que se equivocan, eso era para el mundo.
La realidad era una sola: todos solíamos ser lo suficientemente capaces de contener cada sentimiento dentro de nosotros; bien sea rabia, dolor... Incluso amor, hasta que decidimos no querer hacerlo. Porque todo, absolutamente todo se trataba de querer, el resto era historia.
—Olivia, ¿no pudo elegir a otra? ¡Tenía que ser la mejor amiga de Grace! —levanté mis brazos, indignada—. ¡Ella es una horrible persona! Pero es mi culpa, todo es mi culpa. Si me hubiera sentado con él para poner poner los puntos claros, esto no estuviera pasando. ¡Felicidades, Jessica Haynes, el chico que te gusta está con una falsa Barbie gracias a ti!
Observé atentamente el espejo, mientras divisé una sobra pasar con rapidez detrás de mí. Con angustia, volteé, tropezando un pie con el otro, y cayendo al suelo como consecuencia.
—Mierda —mascullé—. Soy una torpe.
—¿Y apenas sacas esa conclusión? —un grito se escapó de mí al escuchar una voz masculina a mis espaldas.
Maldecía una y mil veces aquella voz, no tanto por tenerla a metros de mí, si no por poder reconocerla hasta ebria.
—¿Qué haces aquí? —pregunté desconcertada, aún en el suelo.