Jess.
Si alguna vez sentiste esa opresión en el pecho cuando veías algún cachorrito llorar por la calle, podrás facilitarme la explicación de esta mezcla de sentimientos. Ahí estaba yo, viendo, nuevamente, cosas que no debería. Siendo la tonta, esa chica que nunca sabe dónde se mete, ni mucho menos quién es el que camina a su lado. La misma morena que veías llorar cada día en el baño de la escuela, luego de ver a su novio coquetear con cualquier, y te hacía decir al interior: debes darte cuenta.
Esa era yo.
La que hablaba con quién no debía, en el momento que menos indicaba, y para empeorarlo, no lo notaba.
No me detuve a pensar en lo que mis ojos veían al momento de abrir aquella puerta, directo a mi perdición. Cerré de un portazo y corrí a mi cuarto, escuchando las maldiciones y disculpa —o mejor conocidas como excusas— del ojiazul, y ahí detesté lo largo de los pasillos de la casa.
¿Quién dijo que el diablo tenía las pupilas rojas? Cuán equivocada estaba al pensar alguna vez una cosa como esa. Podía escuchar hasta después de cerrar la puerta de mi habitación la palabra error en base a muchas repeticiones, pero estaba claro que el único error había sido cometido por mí, al confiar y sentir lástima por alguien como él, alguien que contenía completo egoísmo.
Con todo lo de esa noche, yo solo pensaba en él. Si lo hago, ¿lo dañaría? Una y otra vez me lo repetí, llegando a una respuesta positiva, pero, ¿él lo pensó? Probablemente no. Mientras me cuestionaba cada paso, por miedo a lastimarlo, él se acostaba con Grace.
¡Porque claro! Ella era Grace, su ex, esa de la que nadie quería hablarme.
Cero. Esa fue la cantidad de personas que se atrevieron a decirme la verdad sobre lo que ocurría frente a mis ojos. Ese hecho era más doloroso que cualquier chico.
—Soy una estúpida —sollocé, en el suelo.
Derrotada; así me sentía. Derrotada por mis sentimientos y por mi sentido común, por la vida misma.
Dentro de mí círculo existían al rededor de diez personas consiente de lo que Grace representaba, y ninguno, ni mi hermano mayor, se tomó un segundo para hacérmelo saber.
Era increíble como esas personas a las que más confianza les tenía resultaran ser mejor material para mentir.
Dejé salir un grito ahogado mientras pateaba el suelo con fuerza. Tenía rabia contenida, mucha, a decir verdad. Quería acabar con todo, y todos. No me dolía que estuvieran juntos, me dolía la mentira, la mentira en la que todas las personas que quería, estaban involucradas.
O... Quizá, el que estuvieran juntos también dolía.
Sequé mis lágrimas con brusquedad y me metí a la ducha. Quería quitarme todo el aspecto a estúpida engañada que tenía puesto esa noche.
Mi error fue entregarle mi corazón sabiendo que lo rompería en mil pedazos.
Mientras sentía las lágrimas caer en mi rostro, cada fragmento de esa noche llegaba a mi cabeza. No específicamente relacionado a Nick, era todo lo contrario. Zack cambió todo el rumbo de mis pensamientos, y como si lo hubiera llamado con el pensamiento, un mensaje llegó, destacando así el nombre comenzado por z.
¿Podemos hablar de lo que pasó? No puedo simplemente ignorarlo, Jess. Zack.
Lo siento, Nick es un idiota, debí decirte antes. Te daré tu espacio, te quiero, recuérdalo. Zack.
Jessica, amor, abre la puerta, te lo explicaré todo. Nick.
Jess, habla conmigo, por favor. Noah.
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Jessica Haynes: Los Desastre De Una Adolescente. (Corrigiendo)
Ficção Adolescente¿Qué crees que pasa cuando cometes un pequeño error en tu instituto y te expulsan? No suena nada bien, ¿verdad? Te aseguro que es mucho peor de lo que suena. Mucho más cuando debes cambiarte de ciudad y vivir con tu hermano. Y sus amigos. Soy Jessic...