¿Qué crees que pasa cuando cometes un pequeño error en tu instituto y te expulsan?
No suena nada bien, ¿verdad? Te aseguro que es mucho peor de lo que suena. Mucho más cuando debes cambiarte de ciudad y vivir con tu hermano. Y sus amigos.
Soy Jessic...
¿Qué más, preciosuras? Antes que todo, quiero decirles que hice un pequeño cambio en los personajes, cómo verán en la galería🔝la intérprete del personaje de Noah, fue cambiado, si desean saber su nombre, vayan a el apartado de personajes y revisen.💜
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Noah.
Observaba con atención la explicación que el profesor plasmaba en el pizarrón, sin poder comprender siquiera la cuarta parte del tema a tratar. Psicología sin duda no era mi clase favorita, así mismo, tampoco era la que mejor llevaba, porque, puede sonar muy fácil simples diagnósticos basados en el la actitud de alguien y análisis de pensamientos, pero, la verdad era muy diferente. Se trataba de buscar más allá de lo que aparentemente todos ven, aquello que se alberga en lo más profundo y oscuro de una persona, cosa que no es nada sencilla, más cuando no sabes con qué te puedas encontrar dentro de otros, o si puedas salir luego de estar ahí.
Para mí, siempre fue la carrera más complicada, razón por la que admiraba a tantas personas que, no solo podía ejercerla de la mejor manera, si no que también lo hacían con cordura.
Bien decían que no existía alguien más inestable que un psicólogo. Muestra, mi profesor presente; Arthur Kalinka. Dejé atrás cada explicación e intento de comprender el tema en cuanto mi celular vibró. Sin esperar más, lo tomé entre mis manos, leyendo los mensajes recibidos.
—Jackson —mi vista se elevó de inmediato—. Si no le interesa mi clase, la invito a retirarse.
—Lo siento, prometo que no volverá a pasar -junté mis manos, para pedirle mi permanencia en su clase.
—Acepto sus disculpas, pero de igual forma quiero que se retire.
Dejé escapar un gruñido desganado, guardan mis cosas con mala gana.
—Cómo quiera —colgué la mochila en mi hombro, saliendo de la sala sin darle importancia a las palabras del señor Kalinka.
No logré avanzar ni diez pasos, cuando una voz conocida me detuvo a mitad del pasillo.
—¿Te has salido de clase? —alcé una ceja, acercándome a él.
Zack, con su actitud algo desordenada, asintió sin importancia.
—He querido hablar contigo desde esta mañana, pero no había tenido la oportunidad.
—¿Y crees que, en este momento, en medio de una clase que estás perdiendo, es el mejor momento?
—Es ahora o nunca -se encogió de hombros—. Además, es importante.
—Bien. Escúpelo.
Pareció prepararse mentalmente para nuestro diálogo, luego de dos segundos que parecieron entrenos, se dispuso a hablar, entre abriendo los labios, pero, para su desgracia, fue interrumpido por el tono de mi celular.