Jess.
Lo que fueron cinco días, para mí fue una completa y tortuosa pesadilla. Desde caer por las escaleras hasta pasar cada día en esa clínica, eso sin sumarle las intensas preguntas y cuestionamientos que me hacía las veinticuatro horas del día por esa semana.
Patética, así me llamaba a mí misma para excusar mis sentimientos.
Sin embargo, ahí estaba, justo en mi cama, con todo preparado para, literalmente, salir corriendo de aquel lugar.
Tenía que admitir que aislarme casi completamente de todo el exterior sirvió para aclarar muchas ideas en mi cabeza, pero no todas. En esos momentos creía que no existía fecha ni tiempo específico para decidir quién ocupaba más espacio en un corazón, si ese que estabas dispuesta a perdonar, o aquel que no permitiría que le perdonaras un error de esa magnitud.
¿Aquel que busca el perdón, o el que busca la felicidad?
Ambos eran válidos, no había felicidad sin errores, pero, ¿cuál quería? Difícil elección.
—¡Buenos días! —la ruidosa voz de Malkon hizo eco en la sala, mientras alzaba en sus brazos un oso de felpa enorme—. ¿Cómo se siente la hermana más linda del mundo mundial?
—¡Oh, Dios! —salté hacia él con emoción—. ¡Está hermoso!
—¿Te gusta? —preguntó con anhelo.
—No —cambié a un tono más serio—. Me encanta.
Volví a abrazarlo una vez más. Malkon era insoportable casi las veinticuatro horas del día, pero en esos pequeños espacios en los que decidía dedicarse más a ofrecer cariño, en esos en específico, no quería dejar de abrazarlo.
—No era necesario, lo sabes. Con tenerte aquí era suficiente —me alejé un poco.
—Sí lo es —besó mi frente—. No puedo creer como un piojo como tú ha soportado tantas cosas.
—¡Cállate! —lo empujé—. Sabes que odio que me digas así.
—Lo sé, porque eso lo digo —se carcajeó.
¿Piojo? ¡Patético apodo! Pero mi con mucha concordancia, la verdad. Lo que al principio fue una palabra para sacarme de quicio, se convirtió en la palabra que dejaba en vista nuestro cariño como hermanos.
Tenía siete años cuando los piojos atacaron en mi cabello, ¿pueden creer quién usaba eso en mi contra cada vez que quería? Por supuesto, él. Al tiempo, mamá revisó a mi hermano y, para colmo, mis amigas habían cambiado de hogar, desde ese entonces, la anécdota se quedó para hacer compás con mi apodo.
—Hora de irse, pequeña —se acercó a la camilla para tomar mis cosas.
—No sabes cuánto esperé esas palabras —suspiré con alivio—. Salgamos de aquí antes de que me pidan más exámenes.
—Como ordene, señorita —tomó mis cosas con rapidez y se apresuró a la puerta.
No esperé más, y me fui junto a él, pero no pude evitar voltear una última vez a aquel punto de encuentro que tanto resonaba en mi cabeza: el balcón. Sacudí mi cabeza con rapidez, olvidan todo lo referente a ese tema.
Estaba saliendo de un encierro traumante, y debía encargarme de cantidad de cosas estresantes; recuperar clases y exámenes, recuperarme a mí misma, pero lo más importante, descubrir qué fue lo que en realidad había pasado ese día del incidente.
Muchas cosas y lo único que realmente me importaba era saber si era Nick, o era Zack.
O ambos.
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Jessica Haynes: Los Desastre De Una Adolescente. (Corrigiendo)
Teen Fiction¿Qué crees que pasa cuando cometes un pequeño error en tu instituto y te expulsan? No suena nada bien, ¿verdad? Te aseguro que es mucho peor de lo que suena. Mucho más cuando debes cambiarte de ciudad y vivir con tu hermano. Y sus amigos. Soy Jessic...