Capítulo 2

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Transcurrieron unos días después del incidente en el club y la Ojiverde había dedicado estos días a buscar un empleo que la ocupara la semana entera durante todo el verano, tenía el trabajo en el club por los fines de semana, sí, y le pagaban bien, pero esos ingresos solo cubrían sus gastos universitarios y para ella no era suficiente, pensaba en grande, siempre aspiraba a más, no por ambición, sino porque soñaba con darle a su familia una vida mejor, creía que se lo merecían luego de ver cuánto sacrificaban sus padres por sus hijos. Quería aprovechar el verano para sacar un dinero extra antes de volver a estudiar y ayudar con los gastos de la casa.

Llegó exhausta y se tendió en el sofá, con la mirada fija en el techo y sus pensamientos merodeando en su cabeza.

— Solo será un préstamo — escuchó la voz de su hermano invadir la estancia al mismo tiempo que la puerta se abría.

— Ya te dije que no — ahora la voz de su madre que ingresaban por la puerta principal de la casa con su hermano tras ella.

— Es solo mientras encuentro un trabajo por el verano, yo te pago, créeme. Además — se adelantó a ponerse delante de su madre y atajar su marcha, colocando sus manos sobre sus hombros para frenarla —, tú siempre dices que los caballeros invitan a las mujeres, ¿quieres que a tu hijo su novia le pague todo? Sería una vergüenza para esta familia — usando un tono de tragedia.

A la Ojiverde le arrancó una risa lo persuasivo que es su hermano.

— Tú todavía estás muy chiquito para que andes con novia — comentó su madre zafándose de su agarre e intentando retomar el camino hacia la cocina, pero su hijo la atajaba.

— ¿Es eso? ¿Son celos de madre? — Se burló con un tono juguetón — no tienes por qué estar celosa, solo tú eres la mujer de mi vida, la luz de mis ojos, mi consentida...

— Sí, sí, sí, lo que tú digas — Lo interrumpió su madre —, pero luego todo lo que recibo por el día de la madre es una tarjeta

— Oye, que me esforcé haciendo esa tarjeta.

— Como sea, déjame pasar y no me dejes las bolsas en la entrada, llévalas a la cocina.

— ¿Pero si me darás dinero?

— Ya miro cuanto me sobró de las compras, pero primero lleva a la cocina las bolsas.

Su hermano estaba muy ilusionado con aquella chica, la Ojiverde nunca lo había visto así y le gustaba ver a su hermano irradiar felicidad por toda la casa desde que la conoció.

Se levantó para quedar sentada en el sofá y miró por encima del espaldar del sofá a su madre y a su hermano.

— Descuida, mamá, yo le doy el dinero a Chris y tú no andes molestando a nuestra madre.

— ¿En serio? — preguntó emocionado.

— Sí, pero a cambio sacarás la basura los días que me toca a mí.

El chico asintió; incapaz de esconder su alegría corrió hasta su hermana para abrazarla y dejar un beso en su mejilla, la Ojiverde solo rio ante el apretón.

Su hermano era un buen chico, muy educado y cariñoso, sacaba buenas notas y ella creía que se lo merecía.

— Yo sigo sin estar de acuerdo a que ande con novia, pero si su padre le da permiso la opinión de la mamá no cuenta — se quejó la madre —. Las bolsas, Chris.

— Sí, señora — contestó mientras liberaba a su hermana del abrazo —. Gracias, Laur.

— Ayuda a mamá y luego vuelves y me dices cuánto necesitas.

DEL AMOR AL ODIO (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora