Capítulo 41

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El reloj comenzaba a puntear el tiempo regresivo, como un reloj de arena. Y cuando la parte superior se vaciara y hasta el último grano de arena escurriera, el desastre caería sobre ellos como un diluvio del cielo.

Camila caminó atada a la mano de Lauren hasta la puerta y allí, en el pórtico y allí sus manos se soltaron y la sola idea de distanciarse ya hacía a sus tactos extrañarse.

— Por favor... llega pronto — susurró pegándose al cuerpo de la Ojiverde.

— ¿Me extrañarás? — preguntó divertida rozando la punta de su nariz con la de ella.

— Cada minuto — colgándose del cuello de ella para besarla y la Ojiverde esperó recibir sus labios, pero no fue así, Camila se frenó al rozarlos —. No, espera... Mejor cada segundo — corrió e intentó volver a besarla, pero nuevamente se apartó dejando a Lauren con la boca abierta y salivando, como si le negaran un dulce a un niño —. ¿Qué es menos que un segundo? ¿Un milisegundo?

Lauren suspiró frustrada y rodó los ojos por un instante para volverlos a conectar con el iris café de la latina.

— Cállate y dame un beso — le demandó apretándola de la cintura contra su cuerpo, buscando sus labios para saciar su sed, pero Camila se lo impidió cuando colocó su dedo índice en los labios que buscaban con clamor los suyos.

— Te lo presto, pero tienes que devolvérmelo cuando vuelvas.

Lauren rio y sujetó la mano de ella que censuraba sus labios y con suma sutiliza, sin olvidar sus heridas, la apartó de su camino y la besó, la besó lento y profundo.

Sus corazones latieron uno contra el otro mientras sus almas brillaban incandescentes y los brillos incandescentes ciegan los ojos y no deja ver el abismo que les aguarda delante del camino.

Cuando por fin sus labios pudieron despegarse, Camila despidió a Lauren en la puerta. Retornó a la casa con una sonrisa invicta adornando sus labios. En su cuerpo pequeño no cabía tanta felicidad. Tenía que disfrutarlo, porque el tiempo de su felicidad, estaba contado.

Se encontró con Niall y Lupita en la cocina recogiendo el desastre de utensilios ensuciados producto de la faena gastronómica en la que se había embarcado la latina.

— ¿Oigan? ¿No estaba muy saldos los huevos? — preguntó Camila uniéndose a la tarea de ellos dos.

— ¡Estaba horrible! — exclamó Niall recibiendo un codazo de Lupita.

Camila lo miró y dibujó un puchero.

— ¿De verdad? — preguntó con tono suave como el de una niña.

— No le ponga atención, señorita. Este habla con los pies.

— No, yo hablo con la verdad. Es diferente — protestó el rubio acomodando los platos en el lavavajillas —. Además, ¿de qué sirve mentirle? Eso no la ayudará a mejorar.

Camila se quedó desilusionada jugando con sus dedos y cabizbaja, ¿tan malo había estado para catalogarlo como horrible? Pero... ¿por qué Lauren no le dijo nada?

— ¿Tan malo estaba? — a su paladar le había resultado... Pasable, quizá por el amor que había empeñado en prepararlo.

— Ni los perros vigías quisieron comérselo — dilucidó sin mesura.

— ¡Niall, no seas malo! — le sermoneó Lupita mientras acomodaba los utensilios limpios en los gabinetes —. No lo escuche, señorita. Este tiene una lengua viperina. Además, si la jefa no se quejó, fue porque le gustó.

DEL AMOR AL ODIO (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora