Capítulo 31

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Greg estuvo fuera de sí ese día, el encuentro con la Ojiverde lo había dejado desconcertado, ¿Por qué solía ser tan cautivadora y provocativa con él y hoy simplemente disipó de una forma abrupta la niebla de excitación que se creaba? Él no era un tonto y supuso que todo aquel interés que ella había puesto en él era producto de su codicia por cerrar la negociación, o quizá se estaba haciendo la difícil. Esperaba que fuese la segunda opción, aunque eran las palabras que le había dicho lo que le dictaba reclinar por esta. 

"Lo siento, no me gusta de esa carne" 

¿A qué se refería concretamente? ¿A que tenía un estereotipo de hombre? No lo sabía, lo que sí sabía era que no lo dejaría pasar, si Michelle había jugado con él provocándole solo para que él los escogiera como los nuevos proveedores que montarían la maquinaría para la nueva exploración de petróleo que llevarían a cabo en Dubái, le iría muy mal, porque con Greg Salim nadie jugaba, pero lo que él no sabía era que no se trataba de un juego de seducción, era un juego de destrucción. 

Greg's POV.

Llegué a la casa temprano, después de la decepcionante escena que me hizo padecer Michelle no me quedaron ganas de laborar, tenía una fiebre de excitación alta que tuve que apagar con una stripper. Sí, pagar por sexo, algo degradante, no porque no lo hubiese hecho antes, lo hacía, lo hacía por voluntad e iba a que me encendieran el cuerpo, lo que me resultaba degradante en esta peripecia era tener que llegar allí ya hecho fuego a buscar apagar mis deseos con una mujer porque otra ya me había dejado previamente encendido. 

"Oh, Michelle, Michelle, Michelle, ¿a qué estás jugando, mujer?"

¿Y qué mierda significa que no le gusta de esa carne? ¿La mía? ¿La de un hombre poderoso? Veremos cuánto le dura su arrogancia. Le he dado más interés del que se merece, en adelante le restaré importancia, dejaré que sea ella misma la que vuelva a buscarme. Si quiere hacerse la difícil, no soy el indicado para rogar por su atención, sí, me gusta, me atrae, me enloquece, pero es una mujer más, una más del cúmulo.

Cuando abrían el inmenso portón para condescender la entrada de la limusina que me transportaba, uno de los hombres, Carson, se acercó hasta la ventana de la cabina trasera donde yo estaba, para hablarme. Así que bajé la ventanilla para permitírselo.

— Buenas tardes, señor.

— ¿Qué quieres?

— Bueno, es que Tyrone me dejó encargado para entregarle este sobre — enseñando el objeto mencionado y metiéndolo por la ventana del vehículo.

Tomé el sobre oscuro y lo arrojé a la silla a mi lado.

— ¿Y por qué demonios Tyrone salió? Le especifiqué que mi esposa no saldría de casa.

— Él no salió con su esposa.

— ¿Ah, no? Eso es peor. ¿Quién se cree ese idiota para liberarse por sí mismo el puesto de vigilar a mi esposa?

— Yo no...

Pero no le permití continuar, pues subí la ventana y le ordené a Frank continuar con la marcha por el jardín para dejarme delante de la casa. Lo único que podía reparar mi día de mierda era ver a mi esposa. No se había comportado acertadamente los últimos días, pero eso no eludía que mi día se tornara radiante con solo verla.

Tomé el sobre que me habían entregado y bajé del auto. Caminé ansioso por ver a mi mujer en casa, mía, solo mía.

— ¡Cariño, ya llegué! — bromeé.

Sabía que no me contestaría y tampoco que correría a abrazarme a modo de bienvenida, pero era divertido hacerlo. No necesitaba que contestara para saber dónde estaba, mi corazón me indicaba cuando estaba cerca de ella y tampoco es que tenga muchos lugares favoritos en esa mansión. Últimamente le gusta quedarse a ver el río Miami que cruza por detrás de nuestra casa, se sienta en el muelle donde arribaba nuestro yate y se quedaba ahí por horas viendo los barcos pasar para desembocar varios metros más adelante en el océano. Así que ese fue el destino trazado y como lo supuse está ahí.

DEL AMOR AL ODIO (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora