Capítulo 49

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— ¡Te dije que no iré! — con la misma ímpetu que la Ojiverde usó en ella.

Lauren apretó sus puños mientras le destinaba la mirada, una mirada severa que reflejaba su enojo reprimido. Estaba melindrosa por la carga de la traición de Ethan y su humor se tambaleaba entre el dolor y el cólera. Camila no entendía a qué se debía su humor irascible, tampoco comprendía a qué se debía ese arrebato por querer alejarla de Miami, estaba consternada, y era porque no entendía los motivos de la Ojiverde que se estaba oponiendo rotundamente a su demanda.

— Brad, Niall, déjennos — les ordenó con todo seco.

Ambos chicos obedecieron sin extender un solo segundo y pronto abandonaron el recinto mientras ellas se sostenían la mirada, miradas furibundas de las que parecía brotar chispas.

La Ojiverde rompió su postura y comenzó a caminar con su espalda erguida y la mirada en alto, pero Camila no se intimidaría ante su pose de supremacía.

— Mañana temprano, Camila — le palabreó con el tono áspero. Ninguna de las dos quería dar el brazo a torcer.

— ¿O qué? — sin titubear, devolviéndole el poderío de su mirada.

Ya estaba decidido, no modificaría su idea de sacarla de allí. Era por su bien, nada le importaba más que su seguridad y ahora que se había visto arrinconada, traicionada por quién alguna vez confió ciegamente, no la quería cerca y estaba contradiciendo a su corazón que le dictaba lo antónimo. La necesitaba cerca porque la ama, pero la quería lejos porque la ama. Dos fuerzas contrapuestas.

— O me veré obligada a llevarte por la fuerza — le sentenció con tono sobrio.

En la cabeza de Camila se sorteaban preguntas que brotaban de aquella repentina soberbia de la Ojiverde cuando apenas esa mañana que la dejó en casa de sus amigos la besó y la abrazó con ternura mientras le aseguraba que todo estaba bien. Aquel nuevo escenario que se presentaba delante de sus ojos refutaba aquellas palabras.

— Aquí está mi familia, mis amigos. No los voy a dejar.

— Esto no es un maldito paseo familiar. Es por tu seguridad y harás lo que te digo — su tono se elevaba con cada palabra que surgía de su boca.

— Detesto que me impongas tus órdenes como si yo no tuviera derecho a elegir. Te estás equivocando, Lauren, yo no soy uno de tus hombres a los que puedes mandar y te harán caso sin protestar.

— Como si marcará una diferencia el que te lo pidiera de otra forma. Protestas ante todo y ya tenía muy claro que no accederías a ir desde antes de decírtelo, pero ¿sabes qué? No tienes elección, bonita. Vas o vas.

— ¡¿Por qué mierdas me haces esto?!

— ¡Porque quiero protegerte! ¡Maldita sea! — le gritó correspondiendo a su enojo —. ¿En qué maldito idioma tengo que explicártelo?

— Esto surgió de repente, no es algo que tuvieras en consideración. ¿Por qué? — le cuestionó colocando sus manos a cada lado de sus caderas, en forma de jarra, y la Ojiverde suavizó un poco la expresión, pues era un tema que no quería merodear, no quería inquietarla, quería que estuviera lejos y con la mente despejada de todos los problemas que estaban apesadumbrando a la Ojiverde —. ¿Qué ocurrió? ¿Por qué de repente quieres que me vaya?

Lauren tensó su mandíbula mientras su mente trabaja fugazmente en una respuesta.

— Ya te lo dije, ¡es por tu seguridad!

— ¡No, tú no estás siendo sincera conmigo! Hay algo que no me has querido decir. Lo sé, no soy estúpida, me doy cuenta, pero he sido paciente contigo porque realmente no sé si quiera saberlo.

DEL AMOR AL ODIO (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora