Un silencio espectral se instituyó en medio del recorrido por la clínica, Greg la conducía a la primera planta y de allí al estacionamiento. Su limusina negra Lincoln estaba allí aparcada, su chófer tomando un café mientras yacía recargado contra el capó, pero en cuanto vio a su jefe aproximarse se apresuró a erguir su cuerpo, tirar el café a un lado y a anticiparse para abrir la puerta.
Camila le dedicó una mirada de difidencia a Greg, no estaba segura de sí entrar al auto con él era buena idea, aunque se recordara en la cabeza una y otra vez que solo estaba allí por un asunto que confería a su padre. No había el más mínimo rastro de la confianza que alguna vez le tuvo.
— Sube, por favor — le pidió con amabilidad haciendo un ademan con su mano para invitarla.
— ¿Por qué el auto? ¿Por qué no decírmelo acá?
— Baja tus defensas, que no voy a hacerte nada, solo quiero que me escuches y allí adentro, nadie nos interrumpirá.
Camila se le quedó viendo, analizando su gesto, ilegible, total sosiegues dibujándose en su expresión. Estaba muy recelosa, su intuición le erizaba la piel, la ponía sobre alerta, pero... ¿Respecto a qué? ¿A Greg? Debió escuchar sus alertas internas, pero accedió y se acomodó en el interior. El interior estaba impecable y olía al perfume de él, el espacio eran tan de Greg que parecía tener su firma por todas partes, sus botellas de whisky reposando sobre una especie de aparador empotrado al auto, las sillas de cuero negro, su color habitual por no decir su favorito, una pantalla de televisor plegable incrustada al techo y su ordenador para atender sus negocios contigua a su maletín, donde probablemente guardaba sus papeles. Greg sonriente se ubicó contiguo a ella, sus brazos se rozaban y aunque la tela de su abrigo le impidiera el tacto directo con su piel, él se erizaba con el simple contacto. Ladeó un poco su cuerpo sobre el asiento para buscar sus ojos, estaba fascina con tenerla allí.
— ¿Quieres un trago? — le ofreció con su triunfal sonrisa.
— No quiero ser grosera, pero yo a ti no te volvería a recibir un vaso agua aunque estuviese muriendo de sed. No puedo saber qué le echaste.
Greg sonrió de lado y negó con la cabeza, que se mofara de lo que ella había dicho solo la irritaba más en su interior.
— Nunca me perdonarás eso.
— ¿Qué persona cuerda lo haría? — incrédula por su comentario.
— Una que sea capaz de dejar los rencores en el pasado. Reconozco que me equivoqué, yo no estaba en mis cinco sentidos esa noche.
— Pero... sí estabas en tus cinco sentidos cuando decidiste ponerme una droga en mi bebida. Pero ¿sabes qué? No vine a recordar horrores del pasado. Dijiste que lo que tenías que decirme tiene que ver con mi papá. Así que habla.
Él no borraba su sonrisa, le encantaba Camila de todas las formas y enojada no era la excepción. Suspiró y se estiró para servirse una copa para él, lo hizo con extremada delicadeza, estaba haciendo tiempo y a Camila solo la impacientaba. Vertió unos cubos de hielo en su whisky, los con contó, uno, dos, tres, cuatro. Camila solo rodó los ojos exasperada.
— Verás — comenzó al fin reacomodándose en el asiento —, creo ya estás al tanto de los negocios turbios de tu padre.
— Sí, mi madre me puso al tanto.
— No lo culpó, se vio acorralado y es un hombre impulsivo, una característica que tú le heredaste.
— Ve al punto, Greg. Creo que no estamos aquí para hablar en qué me parezco a mí padre.
— Crees bien, es mucho más que eso — se relajó sobre su asiento y exhaló tranquilo —. Sólo quiero que comprendas lo voy a tratar de explicarte — sosteniéndole la mirada fija, analizando el gesto de ella, detectó impaciencia.
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DEL AMOR AL ODIO (CAMREN)
Fanfiction¿Es posible odiar a una persona con la misma fuerza con que la amó? Creado por una masoquista para masoquistas.