Anexo irrelevante.

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Palabreríos a Sofía.

 Pero, fue siempre un placer

 Fue, refería directamente al pasado, a aquello que dejamos por detrás, lo que quedó como estela de nuestros pasos, y del otro lado el siempre. Siempre denotando eternidad, para definir el siempre tenía que reposarme sobre una extensión casi incomprensible. Fue, siempre; un, uno, unicidad, entonces encontré en aquella frase algo irrepetible en este plano. Placer, aquello a lo que apuntaba la vida, che. Fue siempre un placer. Yo no me cansaba de revisar la frasecita que resonaba por todas partes; siempre un placer me refería directamente al eterno encuentro con la vida misma en su mayor expresión, pero el fue me desarmaba, me desentendía, me hacía cuestionarlo todo. Y cuando se juntaban, cuando intentaba entrelazar todo aquello tan contradictorio no me quedaba nada claro. Sólo que aquella había sido nuestra real despedida, y de ahí en más, no habría cuestión alguna.

¿Por qué despedirse de la vida en su mejor versión? Si siempre habíamos sido placer. Pero para haber sido placer, tuvo que haber sido; porque el seguirlo siendo hubiese comprendido una progresiva disolución casi imperceptible, y el caracter de haber sido era lo que recomprendía la idea. Haber sido le daba al siempre su caracter de placer; sino el siempre hubiese sido un siempre más como el girar de la tierra o el trabajo de cada día.

Quisiera contarte,

 Sofía,

Que el imaginar tanto tu despedida terminará por despedirnos,

                 y hoy vivo algo flotando sin vos íntegramente vos, 

tanto que probablemente no te encuentres tan lejos como lo aparenta en mis palabras,

                                      Te apareces de a ratos, 

                                         una parte de mí lo sabe,

                                           otra lo niega y no hay perdón.

                       Lo cierto es que nada sucedió de esta forma, 

y no fue más que un libro meláncolico lo que me llevó a tomar una frase y revolverla.

 Me hubiese gustado resaltarla, como lo hacía con vos al lado (pero Sofía en sueños, uno de mis placeres más sagrados), me hubiese gustado leerte y que me escuches, pero estabas dormida, estabas dormida y yo tenía un libro y los dos soñábamos al mismo tiempo; fue siempre un placer, te hubiese dicho. Porque en medio de todo el alboroto yo sólo pretendía definirnos, comprendernos, resumirnos un poco para explicar algo de todo lo que fuimos, somos. Entonces, si entrase el maquinista a pedir explicaciones sobre nuestro viaje tendría que saber qué decirle. Fue siempre un placer, señor. Mi respuesta automática; pero como no hubo maquinista sino mi yo pensante, terminé por agolparme y ahogarme un poco en penas que me entrelazaban a la frase.  

 Es siempre un placer (pero como no termina el viaje yo no le encuentro sentido, y mirarte Sofía y reconocerte maravilla sería muy poco (aunque sepa en verdad cuándo y por qué lo seas), preciso violentamente estaciones abruptas con intercambios de gentes para enamorarme por completo). 

Y es tan incongruente como el fue y el siempre en la misma frase; pero ahí donde el conflicto también la solución, sólo que no supimos/sabemos/sabremos de interpretaciones, y entonces, casi sin notarlo, 

n o s  v a m o s/f  u i m o s/ i r e m o s       p  e  r  d  i  e  n  d  o    e    n     a    l      g     ú      n         l            a           d        o.

Para SofíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora