Llegué a creer que olvidar no era tan cruel, olvidar era tan sólo dejar de aceptar el haber conocido a las maravillas (y eso conlleva, casi casualmente, poder maravillarse de nuevo cada vez que nos reencontramos).
- ¿Qué sintió? ¿Qué vio? ¿Cómo puede afirmar que lo abdujeron? - preguntó el oficial riéndose de forma no muy delicada.
- No vi con certeza durante un tiempo, todo fue confuso, realmente. Pero recuerdo una sensación particular mientras ingresaba al lugar más cercano al cielo que alguna vez habité, en él, la gravedad dejó de ser lo que conocemos y se volvió puntual, es decir, dejé de caminar el suelo y comencé a caminar un algo, o un alguien, incesantemente desde el momento en el que sucedió.
- Ajam, ¿y ese algo o alguien, cómo era?
- Inexplicablemente hermosa. - ¿Mujer?
- Inexplicable, mente, hermosa... (se desvaneció sobre la mesa golpeando su cara violentamente).
La sensación de abandonar la tierra: Es usual afirmar que en algún punto se pierde la noción de lugar, algunos lo definen como un viaje, una elevación, un arrastre involuntario hacia algún confín de la galaxia; y otros prefieren algo más de razón, y ubican el traslado hasta algún lugar remoto como el medio del mar o la cima de una montaña. No importa tanto, abandonar la tierra conlleva dos partes, una, asimilar que esto ya no es casa, dos, estar pre-dispuesto a afrontar lo desconocido.
La falta de conciencia: Es usual también entre los relatos situar a las personas como inciertas, fuera de sí, se habla de situaciones confusas en la mayor parte de los casos en donde los hechos no terminan de relatarse por completo, escenas fugaces, borrosas, como si quisieran realmente lograr que abandonar la tierra no sólo sea algo físico. ¿Alucinógenos? Sé que también es una de las maneras más frecuentes, pero, ¿tan distantes podemos creernos?
Algo carente de razón por completo: Es esta parte veraz, pero la gravedad puntual había sido algo totalmente innovador, había escuchado de seres de distintos tamaños y colores, había escuchado de poderes o tecnologías, había conocido idiomas sumamente avanzados, o inentendibles, pero aquello era algo totalmente nuevo.
Algo me llevó a contarle a Sofía, después de aquel disparate, que existe una ruta marítima cerca de la Antártida en la cual podríamos posarnos y navegar eternamente hasta lo que definamos como el confín del mundo, pero bastará tan sólo con ver un sistema de navegación coherente como para entender que lo único que estamos haciendo es dar vueltas alrededor del planeta. Es lógico para el navegante inconsciente el eterno navegar, es lógico para el sistema, satélite, o el cartógrafo, indicar que se trata de un círculo enorme. Y a lo que apunté es al viaje, deteniéndose en el viaje no va a haber coherencia alguna que me defina los límites de la tierra (dejando de lado que la tierra es un límite por sí misma), si puedo pensar a la tierra como algo ilimitado, qué me queda al hablar de un viaje intergaláctico, cuando tengo al cosmos sobre la mesa dispuesto a narrarme la más pura historia; debemos reconocernos como la forma que tiene el universo para conocerse a sí mismo, y jamás olvidarlo.
- ¿Y se acuerdan de estas cosas? - preguntó Sofía interesada.
- No mucho, la mayoría de las veces termina por olvidárseles casi todo. ¿Por qué?
- Porque me resulta curioso, una experiencia superlativa, tan única. Y a la vez una amnesia intrínsecamente cruel, apunta directo a la tortura, a borrar las maravillas <Sofía de verano, Sofía poetisa, Sofía enamorada de las letras; cuando recurría a lo más bello de sí, a aquel dominio del todo poco comprendido, yo me quedaba idiotizado y tenía que procurar no fulminarla con la más fuerte admiración que se escapaba por mis pupilas>
- Cuando uno es maravillado toca un fondo también, So.
- ¿Qué querés decir?
- Que cuando uno conoce una maravilla cambia la escala, y de pronto le va a costar maravillarse nuevamente {no aplica en vos, So}, las maravillas se van a acumular en orden creciente y siempre aparecerá en la cima aquella última que nos movió la vida con más fuerza, y es así como todas las anteriores van a empezar a perder valor gradualmente dándonos a replantear el por qué alguna vez las consideramos maravillas. Por eso la amnesia quizás no es tan cruel, quizás lo sea la maravilla en sí; una amnesia feroz quizás nos pueda volver la escala a cero, y quizás una mariposa vuelva a enloquecernos como te enloquecían todas ésas negras con alas azules, y ahora las ves, a veces en primavera, y quizás te roban una sonrisa pero no el alma. ¿Y si pudieran verse por primera vez nuevamente, si pudieras volver a ofrecer el alma sin pensar en volver a hacerlo?
- Ya no sería la primera, la amnesia me haría creer que sí; es raro...
- Tendría el mismo efecto.
- ¿Volverías a conocerla? - preguntó Sofía.
Y mis ojos y los de ella se clavaron en aquel instante, un respiro después corrió los suyos, y yo me quedé frotándome las manos como cuando uno tiene algo de pegamento que no sale, que sabe que no va a salir, e incluso así insiste en ello. < Volvió a mirarme con rebeldía >
- ¿Tendría el mismo efecto? - insistió.
Y yo me desparramé un poco por dentro y llevé mi cabeza lentamente hasta apoyar la frente en la mesa, y resonó, dentro de mí aquel "inexplicable, mente, hermosa" y comencé a desentenderme de todo mi alrededor.
- Lo tendría, -dije- estoy convencido de eso.
- Quisieras que funcione así.
Y volvimos al silencio, ahora cerré los ojos incluso con más fuerza, por un tiempo incontable me sentí ajeno a mi vida, a mi casa, a la mesa, a Sofía e incluso a la existencia. Comencé a desentenderme también del tiempo, a dejar de frotar mis manos y a recostarme en algún confín de mí mismo (uno que casualmente daba vueltas en círculo y no poseía instrumento de ubicación alguno); fui interminable, incansable, eterno. De pronto, su mano acarició mi mejilla mientras susurró algo muy similar al perdón y yo volví a rearmarme justo en aquel punto donde abrí los ojos y la vi recostada en la misma posición a unos pocos centímetros.
- ¿De qué hablábamos? - dije, y me reí.
Luego ella terminó por contagiarse y me golpeó delicadamente en el hombro. Levanté mi cabeza, miré al espejo, me sonreí instintivamente y al instante siguiente me quedé helado, algo me alejó de mí involuntariamente, algo me llevó, me cegó y volvió a resonarme por dentro, algo que muy claramente decía <si la amnesia se vuelve más jodida, en un acto casi masoquista suplico, vuelvan a presentarnos>.
- ¿Ése fui yo? ¿Fue ella? ¿Quién mierda habló? - exclamé antes de desmayarme.
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Para Sofía
Poesia¿Quién era Sofía? Esta pregunta costaba responderla, resumir a Sofía a unas pocas líneas sería limitarla tanto; y si tuviese que plasmarla por completo no podría terminar por algunos años, y sería una pérdida de tiempo, Sofía en los años en los que...