Una carta que nunca entregué, esta vez no es para vos, Sofía (pero leela).

42 5 2
                                    

  Llovía, llovía descaradamente porque el mundo nos estaba acompañando en aquella despedida. Y en el mar de gente nos mirábamos mutuamente, era cuestión de tiempo nada más (a veces escucho a las personas que se anhelan, que anhelan el recuerdo de lo que ya han sido, y eso éramos nosotros, dos que habían sido, nada más; y como yo supe escuchar, seguramente, alguien también lo había hecho cada vez que susurré tu nombre en los eternos viajes en colectivo. Plaza Italia, jardín botánico, ahí vive nuestra estatua y me arrepiento bastante de jamás habértelo dicho. Está medio perdida, casi en un extremo rodeada de algunas plantas sin mucho que contar, es una pareja, están abrazados y levantan ambos los brazos como señalándose el camino <lo curioso de esta estatua, es que sólo transmite esa sensación si la mirás desde atrás, como si alguien se hubiese posado a vernos escupir a los autos en el puente, pero si la mirás de frente, te abruma el sufrimiento; y lo que desde atrás era el paraíso, ahora te obliga a retirar la mirada>).

Me acuerdo que era de noche, que nos habíamos embarrado, y que las ganas de evitarnos se fueron desvaneciendo con el correr de las horas << pero no podíamos, nunca pudimos por algo y temo que ese algo hayamos sido nosotros >>.

-Ynosencontramosynosdevoramosenuninstante

<< y lo escribo así tan ilegible y fugazmente para ser lo más fiel posible a lo que realmente sucedió >> pero estoy convencido, que si ambos hubiésemos creído que efectivamente aquella era la despedida (por más que lo sabíamos, nosotros, y el mundo también (es bueno creer orgullosamente sobrepasando lo que uno ya sabe)) la frase entonces debería haberse reescrito.

Y nos encontramos, y nos devoramos en un instante de aquello que llamábamos vida (incluso sabiendo <y también creyendo> que la vida era en realidad aquel efímero instante donde nuestras bocas soñaban fundirse en una, y tu lengua y la mía jugaban como niños, como lo que alguna vez habíamos sido, como lo que estábamos siendo en un revuelto de adultez inmediata y forzada). Y no nos bastó, ni alguna vez nos bastará.

Me dieron miedo toda la vida algunas estructuras particulares, sobre todo las que nacen paralelas y acompañadas, aquellas que forman una especie de vínculo por más grande que fuese la distancia que las separa; siempre creí que dentro de ellas se guarda una especie de portal, de camino a otra dimensión y destino. Fantaseé cientos de veces con cruzar por el medio a ver lo que en realidad sucedía, pero temo no volver, o temo volver a verte ya sabiendo que todo desemboca en este mismo destino.

Me gusta leer artículos físicos hablando de las galaxias, del cosmos, de los astros; y me acuerdo que cuando te contagiaba aquellas cosas te desvivías conociendo a los cometas con estelas congeladas << ahora creo que es porque te identificabas, te veías, te sentías algo más humana sabiendo que no era una cualidad propiamente tuya >>, y yo te los leía, te los narraba mientras nos tirábamos a mirar el cielo y ponerle nombre a las estrellas y constelaciones, porque jamás te gustaron los nombres que tenían salvo en el caso de algunas lunas de júpiter (siempre te ibas muy lejos), Io y Callisto te traían algo de calma, Europa también, y te quedabas únicamente con ellas sin querer enterarte << pero ya lo habías hecho >> de que no eran las únicas. Y cómo me gustaba buscar la relación de aquello con la estela de los cometas helados...

Hace poco recordé una nota de aquellas que te encantaban más que la mayoría <me daba cuenta por tus ojos penetrantes cuando no entendían algo que querían a toda costa entender, y nadie podía frenarlo, nadie podía frenarte>, la tengo recortada y acomodada adentro de Rayuela, más precisamente en el capítulo 34 (el que terminó siendo nuestro aunque nunca quisimos), en donde probablemente la Maga le pueda echar un ojo, Lucía, tu fiel amiga; vos y la Maga se hubiesen llevado tan bien, vos siempre lo decías. Y aquella nota que te encantaba hablaba sobre la distancia, sobre los viajes, y la luz, y un día te dije que si alguien se encontrase a diez años luz de la tierra (y tuve que explicarte qué era eso) y se posara con un telescopio a observarnos (también tuve que explicarte lo complicado de esta suposición) vería algo totalmente distinto a lo que estamos siendo. Hace diez años no éramos nada, y hoy estábamos siendo, y el defasaje del tiempo te enloqueció y vos quisiste ir por más, y pensaste en que si uno de los dos llegara a morirse el otro podría seguir viéndolo si se alejaba lo suficiente << construyendo una gran nave, y un más grande telescopio >> y prestaba la dedicada atención. Me pediste que te prometa que haría tal cosa, como si se pudiera, como si nos importara, te encantaba todo aquello que cuando morimos (no físicamente) se esfumó delicadamente para aparecérsenos cercano a la madrugada cuando nos ponemos a recordar en una noche despejada que en nuestra despedida << y primer encuentro >> llovía a cántaros. Y no me hace falta contactarte para saber que pensás en todas estas cosas, me basta nada más, saber que yo las pienso.

Me pasé los suficientes años alejado de vos hasta aquel peculiar día en el que nos quedamos solos en una cama, toda la vida había creído que nuestro entorno << lo que llamás amigos >> intentaba enfáticamente evitar aquella situación. No para cuidarnos, no, siempre envidiarán a aquellos que se amaron por algún u otro motivo; y cuando estuvimos ahí, y nos miramos a los ojos sin conocernos << estuvimos a punto de presentarnos de nuevo >> recordé violentamente que en la puerta de entrada de aquella casa existen dos pilares idénticos, y los habíamos cruzado al mismo tiempo.

No eras vos, no era yo, no había Maga amiga ni cometa helado, y me percaté, que cruzar las estructuras al mismo paso hace un efecto puntual, cambiamos nosotros, todo lo demás siguió su curso. Bajé la cabeza sin decirte ni una palabra, ya habían pasado quince minutos y no teníamos idea cómo dejar de incomodarnos, entonces pensé en lo de los pilares (y casi que te lo cuento), pero preferí reírme a tal punto que lo notaste y vaya a saber qué explicación le estabas buscando a todo esto, pero esa fue la mía, y por lo que vi en tus ojos, vos habías encontrado una tan buena o mejor para necesitar vernos con un gran telescopio, algunos años luz a la derecha.

Para SofíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora