Sobre alta mar.

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Pero ahora ya sé que hay mejores y más increíbles seres que vos, mi amor. Y quisiera escribirte esta carta sin que parezca una despedida, pero estaría mintiendo.

 Me diste la idea hace un tiempo de un nuevo destino, me agarraste navegando sin rumbo y suturaste las velas; pero alguien allá en el tiempo me había enseñado a navegar.

 Una vez estuve varado en la orilla, y fue una criatura excepcional la que me enseñó sobre los barcos, las mareas y arrecifes, y te la traigo hasta mi despedida sólo para que me comprendas un poco. 

 Antes de ella los seres no me resultaban extraordinarios, después de ella, mucho menos. 

Pero en la deriva llegaste vos.

 Y entonces por qué me estoy despidiendo de una forma tan melancólica cuando fuiste vos aquella aparición que vi por primera vez al despertar en mi barco. Y aquí el error fundamental, no me despido de vos, me despido de la idea.

 Tengo que agradecer enormemente que hayas instaurado en mí una descalificación, ahora los seres maravillosos perdían su condición maravilla al ver tus sutiles manos hilando entre velas, y ahora probablemente no imaginaba más apariciones en la orilla y sí en alta mar. 

De nuevo se me pisaban los seres, de nuevo creía en la pura y mágica maravilla, en la pura magia en sí, aunque ahora sabiendo, ya con la certeza de humano roto, que habría millares de seres mejores que vos.

Y es un llanto justificado el tuyo cuando te digo entre velas que no sos una excepción del mundo, también lo es tu indignación cuando revivo mis historias, y ni hablar de tus insultos cuando presento mis despedidas.

 Me despido de la idea, no de vos, y te sé inferior a maravillas futuras y te sé superior a maravillas del tiempo. Y te sé, que es lo que importa.

 El reloj atrofiado no daba la hora porque no existe tiempo; la orilla es un punto en mi percibir, el barco también, ya no hay ayer y todavía no existe mañana. Sólo hay recuerdo y estima, y vos ya no sos una excepción del mundo.

 Debería decirte aquellas últimas líneas mientras tomo tu mano y susurro que tampoco hay mundos. Pero no, sos la excepción de mi percibir.

Si no hay ayer y no hay orilla, si no hay estima ni futuro, los seres en aquellas distancias no tienen ya valor. Por eso me despido de la idea, ¿cómo resumirte a una abstracción? 

Pero sé que habrá mejores en mi estima, es una condición natural, no hay que entorpecernos. Yo no quiero lo eterno con vos, yo no quiero proyectar la vida, yo no quiero imaginar a mi barco amarrado al paraíso mientras nos agolpan las tormentas, yo quiero navegar hasta caer rendidos, caer al agua, hundirnos lentamente o llegar a destino.

Y si en destino encuentro a aquellos seres mejores que vos, te pido perdón en mi presente; es condición natural, el problema es que en destino habrá inevitablemente millares de seres mejores que yo, y corro la misma suerte; es condición natural, mejor amarremos las velas que el cielo en el horizonte algo se ennegrece.

Para SofíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora