Te dejo, Sofía.

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 Te dejo y sin miedo me voy alejando, tibia y decididamente, te dejo y vuelvo a una vida ya conocida en la que fuimos desconocimiento, vuelvo a la misma vida aquella sin vos, salvo que ahora me voy con tu huella, y sin pensar en huellas como arenas blandas o barros pantanosos las cuales se borrarán al paso de un tiempo, de una lluvia o marea, me voy con tu huella de polvo luna que perdurará por siempre, me voy a donde ya no estés, me llevo tu marca, tu vida, y tu enseñanza. Y me voy no porque ya no pueda quererte, esa ida es de cobarde, me voy queriéndote más que nunca, me voy amándote con locura (sabiendo muy dentro de mí que así fue cómo entendí el poder del verbo amar, del real amor), dejo mi obra Sofía casi sin poder con mi aliento. Y pensarán, quizás, que el distanciarnos sólo traerá dolores, y dirán (porque siempre dicen), que en realidad no nos quisimos tanto.

Pero qué sabrán ellos, somos etapa, somos pasaje, somos viaje y destino (viaje y destino a la vez, porque cuando comenzamos a viajar juntos ya habíamos llegado hasta el fondo, ya éramos destino cuando nos supimos comienzo, ya éramos victoria cuando nos supimos estación, y ni hablar de sabernos vida arriba de aquellos trenes). Entonces te dejo esta carta, y sé que de escribirte de forma tan violenta puede derivar en algo muy forzado, sé que me quedarán miles de palabras que no sabré acotar, sé que tendrás quejas, preguntas y molestias, sé también que no va a ser fácil, sólo sé que va a ser lo mejor.

La vía se abrió, y cada uno seguirá su lado, sabiendo siempre todo el viaje que fuimos, llevando con sí esta historia, y sabiendo, que del otro lado del nosotros que se generó, siempre existirá otra cara, entonces nos vamos para conocer nuevos mundos que en la misma vía unificada no nos daría el tiempo para recorrer, que nos dejaría de esa forma en nuestro único y certero mundo que siempre nos alberga, somos nuestro hábitat, siempre volveremos a recordarnos. Y te dejo, en buenas manos, te dejo en buenos términos y formas, te dejo porque sabés que ahora puedo dejarte, y vos me dejás a mí porque ya nos sabés finalizados, y ahora hablo de nosotros y no de nuestro contexto, te dejo porque mis heridas suturaron y ya no te preciso de la misma forma, te dejo porque merecés abandonarme en la cura, luego de haberme encontrado en la enfermedad, y siempre recordaré que más allá de los fallos fuiste mi más fiel guía, y que aunque tuve que mentirte algunas veces, jamás me tuviste rencor.

Entonces quiero hablarte, Sofía, y dejar las cosas en claro; que nos volvamos a ver va a ser muy difícil, que nos volvamos a vivir va a suceder durante toda la vida, y quizás, a cada marca de los años que vayan separando este punto, este final, nos haga querernos tanto o más a cada encuentro remembranza, y quizás cada gota que nos lloremos nos cure el dolor, quizás no volvamos a encontrar algo como lo que fuimos, también está la chance, pero irse en medio de la incuestionable victoria es lo único que asegurará aquello. Me quedaré mudo, me costará relacionarme, no sabré a quién dirigir ya mis palabras, porque será fácil conocer otras personas, otros países, y hasta otros mundos, ¿pero cómo se vuelve a conocer a otra parte de sí? No tengo respuestas, me voy lleno de preguntas que ya no sabrás responderme, pero qué era nuestro encuentro sino un suceder de cuestionares uno tras otro, otro tras uno en la búsqueda no de una respuesta, sino de más preguntas que nos acerquen algo más a ese algo que tanto buscamos, y sí, siempre supe que vos también buscabas; el crear algo no nos deja en posición de creadores, de artesanos, el crear algo no es más que una farsa, un manto, para no admitir que todo aquello que se vuelve nuestro producto es quien nos deja transformados, entonces la arcilla somos nosotros y casi paradójicamente los artesanos son idénticos a vos, son aquello que sale del resultado cuando bien sabido es que son a tras fondo las manos que moldean nuestras vidas. Porque que es el artesano sino una sucesión de sus obras. Qué soy yo sino una sucesión de nuestros encuentros.

Por eso me voy, Sofía, por el tiempo ya cumplido que no nos dejó otra chance, y te agradezco, y te agradece (jamás te lo va a decir); sólo te pido que me entiendas, y que me prometas, que vas a estar bien sin mí, para que a su vez sepas, que yo no lo estaré sin vos.

Para SofíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora