El amor desinterés, So.

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Es cierto que en las noches la gravedad falla, y de pronto nos vemos flotando tan cercanamente como jamás habíamos estado <caso particular del cansancio semana, de la trasnoche post jornada (estudiantil, laboral) que te trae hasta mis hipotéticos brazos siempre dispuestos a recibirte> A veces caés voluntariamente cuando nadie puede vernos, no hay contexto, no hay entorno, no hay nada más allá de nuestro hipotético encuentro entre cerebros y ojos cansados (también de buscarse, pero eso es tema nuestro) por la mañana. Solemos ser cuando menos somos, nuestra curiosa forma de ser.

El cuidar a la rosa, el brindarle agua, el acercarla a la ventana y a su vez cuidar que no la devoren los bichos. Pero qué me devuelve la rosa más allá de una caricia a los ojos y un insignificante aporte de oxígeno; mi mano ensangrentada, So, me acabo de cortar con sus espinas.

Por qué nos sobrepasa el entorno. Hay imposibilidades más allá de la posibilidad, Sofía. Hay imposibilidades concretas, como la distancia que hoy no viene al caso, o abstractas como el entorno que hoy nos envuelve más que nunca. El entorno es nuestra pizarra, nuestro papel, nuestra construcción del mundo, de la realidad. Y lo que somos; de mi lado de la balanza es simple tirar a la construcción por la borda, soy voluntario a perder el contexto. Ella no sabe ni siquiera lo que está contextualizando; construcción, así lo llamé, Sofía.

¿Y cómo se desconstruye, So? Sí. Destruyendo.

Por eso yo puedo descontextualizarme y ella no entiende nada de lo que digo, por eso nuestro encuentro es en el descontexto de un martes por la madrugada y no en el excesivo de un bar (en donde soy más contexto que persona a persar de haber llegado a saber destruirlo. Y ahora no hablo de voluntades).

Lleva su tiempo, es incrustar la semilla y regarla incluso sin poder verla, con la esperanza del quizás, de creer en que voy a conocer lo que hay posteriormente a la etapa semilla. Implica tiempo, esfuerzo, dedicación y una sumatoria de cosas, y todo por lo que un necio resumiría a una simple flor que hoy había cortado mi mano.

Daría lo que fuese por mi flor, la asumo mía aunque yo no me asumo suyo. Mía no desde la posesión, sino desde la dedicación, desde la importancia. Entregaría a mi rosa sobre las manos de cualquier postor, pero no me critiques, Sofía, no lo dudaría un instante.
Primero porque no es mía, segundo por que es de ella, tercero porque desde el mía carente de posesión me dispuse desde un principio a apoyarla, incluso, si aquello incluía el desprendimiento, el ver pasar a ser por su elección recorrido de otras manos y no decir nada (quizás sin cortadas, quizás sin cicatrices), incluso olvidando las mías.

Hablo de rosas cuando ella está cerca, cuando estoy cercano a la madrugada, nunca supe con certeza qué era ella realmente, sólo tuve presente cómo pretendí yo que ella misma se viera. Rosa incuestionable. De la semilla incierta a la doblemente incuestionable flor (como la interpreto, como se concibe).

Ciertamente el oxígeno es pobre, y yo no pretendo llenar con él mis pulmones. No existe el interés ni en la madrugada, como tampoco en la rosa. Ni en que ella derrumbe el contexto a pleno día o se quede conmigo eternamente (no es interés, hablo de profundos deseos que es más importante).

Que sigamos soliendo ser cuando menos seamos, pero que en ese menos ser no dejes de ser la rosa que tan bien terminó por sentarte.

Se había dormido aquella madrugada de Jueves sin avisarme, la venció un sueño repentino después de un día de calvario, un día ausente de ella, día de incierto destino que terminó por descolocarme, y fue por eso mi conflicto. Yo no quise jamás que ella olvidase quién era ella realmente (condición rosa), y me disponía reiteradas veces a su risa, a buscar fuera de aquel malestar en su contexto algo que pueda recordarle quién era en verdad (maravilla del mundo).

El esfuerzo semilla-tierra, el esfuerzo devolverla hasta ella misma con la misma carencia de cuidado en mis manos e intenciones como tenía con la rosa (la real, la de tierra).

El tiempo no era mi miedo, ni ella mi destino (por lo menos, no desde sus ojos en contexto, aunque sí desde aquellos presentes bien temprano en la madrugada, y era por ellos, simplemente por ellos que yo hacía todo lo que describo).

El amor desinterés, So, el amor más puro que podés encontrar en la vida.

Para SofíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora