Summer

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Me desperté con la quinta alarma. Di gracias a dios, la vida o lo que fuera, porque no tenía una sexta. Me levanté de la cama con un dolor de cabeza increíble, de esos que parece que tres monos estén tocando los platillos en tu cerebro. "No bebo más" me dije, esperando que al menos yo me lo creyera.

Me duché mientras me lavaba los dientes, o eso creía yo, porque en realidad no estaba haciendo ni una cosa ni la otra. Era lo que acostumbraba a pasar cuando decidía hacer dos cosas a la vez. Bastante me costaba respirar y caminar al mismo tiempo. Me vestí con unos shorts tejanos y una camiseta lisa de tirantes anchos negra.

Cuando entré a la cocina me extrañó ver a mi padre. Cuando me levantaba él no solía estar en casa puesto que se iba a trabajar muy temprano. Me acerqué y le di mil besos por toda la cara. No es algo que pueda hacer a menudo así que cuando lo veo me gusta ser cariñosa con él.

- ¿Qué haces aún aquí? - pregunté con una sonrisa amplia.

- Hoy no tenía mucho trabajo y decidí descansar un poco - contestó abrazándome con fuerza.

Pude ver de reojo como mi madre sonreía y se le llenaban los ojos de lágrimas. Siempre fue muy sentimental.

- Me marcho.

- ¿No desayunas? - dijo mi creadora

- ¡Llego tarde! - grité yo corriendo por el pasillo que llevaba a la puerta de entrada. O salida en ese caso.

- Como siempre - escuché que mi padre se reía antes de cerrar la puerta.

Cogí la bici del portal y empecé a pedalear hacia el instituto. El barrio estaba tranquilo, lo que era extraño y solo podía significar que o la policía estaba cerca, o los camellos se habían dormido como yo. Sí, vivía en un barrio de esos que estáis pensando, de esos en los que la gente no llega a fin de mes, o ni siquiera a mitad de mes, de esos que la gente con traje evita pisar como si de una zona cero infectada por un virus se tratara. Pero era mi barrio, y aunque todos soñáramos con salir de ahí algún día, de momento nadie lo había hecho.

Entré al instituto, corrí por los pasillos y llegué a clase de... En realidad ni siquiera sabía en que clase estaba ni si era la que me tocaba a primera hora. Me senté sin darle importancia, solo quería seguir durmiendo.

- Summer, ¿puedes decirme la respuesta? - dijo el profesor.

Sí, mi nombre es Summer. ¿Porqué? Porque nací en verano. Esa fue la respuesta que me dieron mis padres, y ese fue el momento en el que me di cuenta de que no me querían.

- Eeehh... Claro... La segunda guerra mundial. - respondí con total seguridad.

- Estamos en clase de mates - me susurró Alex, mi mejor amigo.

Quise arreglarlo de alguna manera. "En la segunda guerra mundial se plantearon el mismo problema y la respuesta que encontraron fue..." podía colar. No me dio tiempo a exponer mi ingeniosa y totalmente creíble explicación.

- A la sala de castigados... otra vez.

Si el aula de castigados fuera una asignatura probablemente tendría matrícula de honor.

No es que yo fuera una rebelde sin causa, era más bien que mis profesores tenían muy poca paciencia. No los culpaba, no creo que fuera fácil ser docente en un instituto como el mío.

Abrí la puerta y ni siquiera me paré a anunciar mi entrada. La profesora de guardia no se sorprendió y me saludó por mi nombre sin levantar la cabeza de los exámenes que estaba corrigiendo, hecho que entendí pero me ofendió al mismo tiempo. ¿Como narices sabía que era yo? Que estuviera tan acostumbrada, casi como si ya me esperara en aquel aula, no me parecía la actitud adecuada para motivar a los estudiantes.

Iba a soltar un discurso sobre la importancia de esperar lo mejor de los alumnos y no actuar como si su presencia en un aula de castigados fuera lo más normal del mundo cuando una voz me sorprendió.

- Castigada otra vez, eh - miré hacia el pupitre de donde provenía.

Daniel Miller.

Se creía alguien importante porque tenía los ojos verdes y las demás chicas se derretían por él. Pero yo me había criado con él, lo vi con el culo al aire de pequeño y sacándose los mocos en primaria. A mí no me sorprendía, era un auténtico cretino. Su hermano era el mejor amigo del mío, éramos vecinos y sus padres me adoraban. Él era la oveja negra de la familia, me tiraba del pelo cuando teníamos 7 años y le hice la cruz.

- No, solo que te echaba de menos y sabía que un inútil como tú solo podía estar aquí - le dije con una sonrisa fingida.

Él se rió con esa confianza que me sacaba de quicio.

- Mi puerta está al lado de la tuya, puedes venir a verme cuando quieras si tanto me echas de menos.

Le miré con mi mirada asesina. Era consciente de que no intimidaba a nadie, no era muy alta, delgada, poca cosa. Por cierto, tengo 17 años, morena, ojos azules, y un carácter de mierda.

Daniel y yo nunca nos llevamos bien y hay cosas que no cambian. Eso explica que tengamos esa necesidad incesante de molestarnos el uno al otro.

Intentando fingir que él ni siquiera estaba ahí, me puse a escribir y a componer hasta que sonó el timbre. Me encantaba la música.

Me apresuré a salir del aula sin despedirme de la profesora y corrí por el pasillo hasta llegar a mi taquilla junto a mis dos personas favoritas.

- Es un completo idiota, no lo soporto - les conté a mis amigos Alex y Elena.

- Es guapo - dijo Elena.

La miré con cara de pocos amigos y rió. Elena era probablemente la chica más atractiva que conocía y la menos superficial. Sabía que lo había dicho para molestarme aunque no podía negar que sí lo era.

- Lástima que su cerebro no acompañe su físico - contesté.

- Erais amigos de pequeños, quizás podáis volver a serlo - dijo Alex, que ahora también me parecía un auténtico idiota. - Es solo un comentario - añadió como si me hubiera leído la mente.

El día se pasó lento y doloroso, seguía teniendo resaca y estaba enfadada con el mundo, aunque eso no era nada nuevo.

Después de lo que me pareció una eternidad, llegué a casa, dejé mis cosas encima de la mesa del comedor y me tumbé en el sofá. Estaba quedándome dormida cuando entró mi madre junto a mi hermano. Siempre tan oportunos.

Mi hermano Shane tenía 19 años, era rubio, ojos azules, musculoso, el "terror de las nenas" como él mismo se autodenominaba, lo que me parecía triste y machista al mismo tiempo. Nació en invierno, pero mis padres no le pusieron de nombre "Winter", lo que demostraba que lo querían más que a mí aunque lo negaran.

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Summer en multimedia!!

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