Respirar

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- ¿Cuál es tu sueño? - puede que tenga algún tipo de obsesión con esa pregunta pero aún no conozco el de Ian y estoy segura de que ese muchacho está cargado de sueños.

El bar está cerrado y después de lo desastroso que ha sido el día, hemos decidido quedarnos un rato para tomar algo.

- Pues... principalmente conseguir la custodia de mi hermana, y después de eso, darle la vida que se merece. En esa categoría entran muchos otros planes pero supongo que todos van dirigidos a Elsa - es la primera vez que dice ese nombre y no hace falta que aclare que es el de su hermana.

- Tus sueños tienen nombres - susurro para mis adentros recordande lo que Daniel dijo una vez.

- Sí, supongo - Ian ríe - Bonita frase.

- No, no lo es, para nada - contesto intentando borrar la imagen de mi vecino de mi mente.

Parece que mi compañero lo entiende y no insiste. ¿Este chico lo entiende todo? ¿Donde narices se ha metido todo este tiempo?

- No sé, tengo muchos sueños, a todas hora... ¿Cual es el tuyo? - pregunta dándole un sorbo a su ron con Coca Cola.

- No tengo - me encojo de hombros e imito su gesto con mi gintonic, ya que yo tengo el ron prohíbido bajo juramente inquebrantable.

- Todo el mundo tiene sueños. Sé que la palabra a veces nos puede quedar grande y eso es porque somos tan inútiles que usamos palabras grandes para pequeñas cosas. Los sueños es eso que pasa cuando estás dormido y eso, querida amiga, no se puede controlar. Los sueños de los que hablamos ahora no son más que simples deseos. No sé porque alguien decidió ponerle ese nombre pero le patearía el trasero si lo tuviera delante por toda la ilusión que ha quitado y toda la frustración que ha sentido tanta gente a lo largo de la historia por su culpa. Gente que ha intentado que sus deseos estén a la altura de esa palabra, pensando en grandes cosas para que se puedan considerar sueños, cuando en realidad, somos tan necios que no nos damos cuenta que los deseos no se pueden quantificar.

- Vaya... Así que para ti, eso son los sueños - murmuro.

- Sí, por ejemplo, ahora sueño con beber de mi vaso - levanta la copa y bebe.

- Yo sueño con brindar con mi compañero - ambos juntamos las bebidas y bebemos.

- Yo sueño con besarte otra vez.

Mi cara cambia por completo, mi risa se esfuma, y mi rostro se pone serio de la sorpresa. La verdad es que eso no me lo esperaba pero no puedo negar que me encanta. Me acerco a él, junto mis labios con los suyos y nuestras sonrisas se encuentran. Los besos que se dan entre risas son los mejores, aquellos en los que sonríes sin separarte de la otra persona. Pero poco a poco, con cada beso, la alegría deja paso a la pasión. Cojo su camiseta a la altura de su corazón y cierro el puño con la tela dentro, él me sube encima de una mesa y acerco su cuerpo al mío entre mis piernas.

- Está sonando tu teléfono - dice sin dejar de besarme.

- No pienso cogerlo - contesto quitándole la camiseta.

Él besa mi cuello, yo mordisqueo su hombro y el teléfono vuelve a sonar.

- Summer, no voy a negar que no quiero que esto pare pero puede ser importante.

- Está bien - cedo rodando los ojos y maldiciendo a quien sea que esté llamando ahora mismo - pero ni se te ocurra ponerte la camiseta.

Ian levanta las manos a modo de rendición y yo atiendo la llamada. Todo se nubla a mi alrededor en cuanto oigo las primeras palabras. Hace tan solo unos segundo era feliz como no lo he sido en años, y ahora estoy viviendo la peor de las pesadillas.


Corro por las calles de mi barrio sin aliento con Ian detrás mío sin saber muy bien lo que está pasando. Llego a mi casa y me apresuro a entrar por la puerta que está abierta, pero cuando voy a subir las escaleras unos brazos me cogen y me levantan del suelo.

- ¡Suéltame Daniel! ¡Suétame o te juro que...!

- No creo que puedas odiarme más así que me voy a arriesgar.

- Solo quiero verla, Daniel por favor... - suplico mientras las lágrimas caen por mi rostro - por favor, por favor...

- Para Summer, te lo suplico, cálmate, ella está bien, solo ha sido un susto.

Sigo pataleando para que Daniel me suelte. Siento que el corazón se me va a salir del pecho en cualquier momento, late tan fuerte que no puedo respirar, no veo con claridad debido al mareo que siento ahora mismo. De repente, mi cuerpo se paraliza, ya no doy golpes al aire mientras Daniel me sujeta, ya no grito, ya no respiro.

- No... Daniel... no... puedo... - intento contarle al chico lo que me pasa para que me ayude, siento que me ahogo. Y aunque en mi cabeza todo está claro, aunque las palabras se juntan formando frases sencillas y sin dificultad, mi boca no es capaz de reproducirlas.

- Summer, respira, ¡Summer!

No me he dado ni cuenta de como ha pasado pero Daniel me ha soltado y estoy sentada en el suelo, él está agachado delante mío, acariciando mis mejillas y gritando ante mi ataque de ansiedad.

- Está bien, mírame, ¿vale? Mírame Summer - me esfuerzo por seguir sus órdenes, sigo su voz, como siempre he hecho - ¿Lo notas? - pregunta cogiendo mi mano y colocándola en su pecho - ¿Notas como sube y baja? Intenta seguirle el ritmo, ¿sí? Tú solo inténtalo, no hay prisa, con calma.

No puedo y él lo sabe por como me mira.

- Esto no funciona... - susurra para él mismo - Vamos a probar otra cosa. Céntrate solo en mí, estamos en el mirador, con todo ese mundo a nuestros pies. ¿Puedes ver lo amplio que es Summer? ¿Notas como todo ese aire entra en tus pulmones con cada respiración? ¿Recuerdas cuando subíamos de noche? Piénsalo. Todo ese mundo, todo ese universo, todo aquello era tuyo y ahí eras libre.

Sé lo que intenta hacer, yo misma lo he hecho muchas veces con Dylan en cada uno de sus ataques de ansiedad. Tenía que transportarlo a otro lugar, a alguno en el que él se sintiera seguro y, normalmente, era junto a Daniel. No había lugar en la tierra en el que ese niño se sintiera más protegido que junto a su hermano. Y casualmente, ese mismo está delante mío ahora llevándome a otro lugar junto a él. Puede que hasta este momento, no haya sido del todo consciente de cuanto le necesitamos. Él siempre fue nuestra casa, nuestra calma, el hogar donde poder respirar. 

No sé cuanto tiempo ha pasado desde que mi mente ha empezado a viajar a aquel lugar en el que Daniel y yo compartimos miedos y alegrías, en el que nos dijimos que nos queríamos por primera vez, en el que podíamos ser nosotros mismos, en el que éramos libres juntos. Él sigue hablando e intento concentrarme en su voz. 

- Lo estás haciendo bien Summer - me sonríe - Recuerda aquella vez que me obligaste a gritar como un loco subido al muro que no le tenía miedo al mundo. Recuerda como gritaste a mi lado, como el viento se llevaba nuestras voces hacia una ciudad que no podía oírnos y como el aire lo despejaba todo, como se llevaba el miedo. Deja que tu miedo se vaya con él, Summer, grita subida al muro, déjalo ir. 

Noto como poco a poco mis pulmones se abren dejando entrar el aire de aquel mirador, aunque no esté ahí, lo siento, siento ese mismo viento frío que chocaba contra nuestras caras en aquel lugar, pero ahora es cálido porque trae algo familiar con él, recuerdos que me ayudan a respirar.

- Bien, muy bien... - susurra Daniel mientras las comisuras de su boca empiezan a elevarse - Ya está, ¿vale? Ya pasó. Estoy aquí Summer, estoy contigo.

Todo desaparece, todo el agobio, la sensación de ahogo, todo se esfuma con las últimas palabras de mi vecino. Dejo caer mi cabeza en su pecho, agotada, como si un camión me hubiera pasado por encima. Él me abraza y sé que todo está bien. 

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Multimedia: Daniel, Summer e Ian. 

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