Mundo

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Fuimos a comer a un Shawarma del barrio (kebab). Daniel sabía que el Dürum era una de las siete maravillas del mundo para mí, junto con el Rock Nacional, el Reggae (pero el de verdad, el de antes) y mi cama entre otras cosas.

- Joder Summer, ¿por donde comes? Tienes salsa por toda la cara - dijo riéndose y pasándome la servilleta por el rostro, una vez terminada la comida.

- Esto se come así - contesté.

- ¿Ensuciándote?

Asentí y él rió.

- Vámonos, aún nos queda otra parada antes de llevarte a tu casa - dijo levantándose de la silla.

- Recuerda que me tienes que llevar a casa de Alex - contesté poniéndome en pie.

No sabía cual era la razón pero mi amigo me necesitaba y yo iba a estar ahí para él. O al menos eso fue lo que pensé en ese momento.

Nos subimos en la moto y dejamos atrás el bar y esa zona del barrio.

- ¿Que hacemos aquí? - pregunté alzando la voz para que pudiera oírme a través del casco y el sonido de la moto.

- Es el camino más corto - gritó él.

Aunque para el resto de humanos la ciudad se dividía entre el centro y mi barrio, para nosotros había más. El mismo barrio se dividía en dos zonas, una en la que vivíamos nosotros y otra en la que vivía la droga. No había fronteras ni físicas ni simbólicas, era fácil que ambas se mezclaran, era fácil que algún joven muchacho acabara en la zona por la que ahora pasábamos con la moto y todavía más sencillo que esas sustancias acabara en nuestras calles. Aún así, a mí nunca me gustó pasar por ahí, no era miedo lo que me producía, era tristeza. Tristeza de ver hasta que punto puede llegar un ser humano por esa mierda, de ver como la vida se te acababa con cada ralla o pinchazo. No los juzgaba. No era quien para hacerlo. No sabía nada de ellos, si todo empezó como un juego de críos buscando nuevas aventuras que se les fue de las manos o si fue buscando una vía de escape desesperada ante un dolor insoportable. No importaba como había empezado, solo que nadie se interesaba por esas personas, que eran tratados como despojos de la sociedad, dándolos por perdidos, sin nadie que les preguntara "¿porque?".

Sin darme cuenta, debido a que seguía perdida en mis pensamientos, llegamos al punto más alto del barrio, desde el que se veía toda la ciudad. Mi hermano solía traerme de pequeña y aún recuerdo la primera vez que estuve ahí. "¿Ves lo grande que es el mundo? Pues es todo tuyo pequeña". Esas fueron las palabras de Shane, las que siempre vivirían dentro de mí. Pero no, esta no es la historia de una chica de barrio que consigue comerse el mundo, esta es, más bien, la historia de como el mundo me comió a mí.

- ¿Estás bien? - preguntó Daniel cuando vio que me había quedado paralizada encima de la moto, recordando con nostalgia las palabras de mi hermano.

- Sí, perdón - contesté bajando del vehículo y quitándome el casco - Es solo que... mi hermano solía traerme aquí de pequeña. Decía que todo ese mundo era para mí.

- Y lo es - el chico sonrió - Si hay alguien que pueda salir de aquí y comerse el mundo, esa eres tú Summer Davis.

- No es tan fácil.

- Nada bueno lo es, si no mírate. La chica más difícil que he conocido.

Sonreí y me senté encima del muro bajo que limitaba con el vacío.

- Para no tener muy buen equilibrio y una torpeza considerable, respetas muy poco las alturas - comentó Daniel riendo.

- No seas cagado y ven aquí - le contesté yo tendiéndole la mano.

¿Cuál es tu sueño?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora