- Hola pequeña - me susurró mi padre acariciándome el pelo mientras me despertaba.
- Papá, ¿que haces aquí? - dije sonriendo - pensé que estarías en el taller cuando me despertara.
- Bueno, sabía que mi pequeña me necesitaba así que iré más tarde.
- Pero papá, vas a perder clientes y...
- Lo he dejado en buenas manos cariño, confía en mí - me interrumpió - ¿Como estás?
Mi padre siempre tuvo una mirada transparente, siempre sabíamos lo que estaba pensando, no era de los que ocultaban lo que sentían. En ese momento, su mirada llevaba un cartel bien grande e iluminado en el que ponía "preocupación".
- Supongo que si estás aquí es porque Shane te lo ha contado - mi padre no dijo nada así que seguí - estoy bien papá.
- ¿Tanto te importaba ese chico? - preguntó.
- No es eso. Me gustaba, sí. Pero no fue eso lo que más me dolió - hice una pausa y suspiré - fue el saber que me estaban juzgando por ser de donde soy, el sentirme inferior, como si yo no tuviera derecho a estar con un chico como él y al mismo tiempo sentirme orgullosa de ser quien soy. Como si tuviera que elegir entre lo que soy o lo que ellos esperan que sea.
Mi padre me entendía, sé que lo hacía, y también sé que eso le dolía. Supongo que a ningún padre le gusta que juzguen a su hija por ser de donde es, y que a veces incluso pueden llegar a sentirse culpables por eso.
- ¿Sabes? No te voy a negar que yo no pensara en salir de aquí cuando tenía tu edad. Lo hacía. A todas horas.
Vaya, nunca había tenido esa conversación con él.
- ¿Y ya no?
- No. Hubo una persona que me hizo entender lo que era ser parte de esto. - sus ojos se iluminaron - Tu madre. Ella era superior a todo. No le importaba que la juzgaran, no le importaba nada, porque se sentía bien con ella misma. Estaba orgullosa de ser quien era. Solo dudó dos veces en su vida en dejar todo esto atrás.
Puse cara de sorpresa. Me lo podía esperar de mi padre pero no de ella.
- ¿Cuando?
- Cuando nació tu hermano, y cuando naciste tú. Queríamos daros lo que este barrio conlleva, la familia, la hermandad, el ayudar al otro, el preocuparse por la gente que convive contigo, el sentirse parte de algo. Pero también queríamos alejaros de todo lo malo, sobretodo, de las drogas. Tanto tu madre como yo hemos perdido buenos amigos por culpa de ellas. Pero supimos, que viviéramos donde viviéramos, no os podíamos alejar de todo lo malo del mundo. Así que decidimos seguir aquí, en el lugar en el que si nosotros no podíamos alejaros de lo malo, nuestros vecinos lo harían, que si algún día os pasaba algo o necesitabais ayuda, nuestros vecinos os la darían.
Sonreí y él siguió:
- Debo irme Sum, pero recuerda algo. Al final del día con quien puedes estar segura que te vas a acostar siempre es contigo misma. Es contigo con la que te tienes que sentir bien, es a ti a quien debes demostrarte quien eres, no a los demás. Al final del día, tanto el rico como el pobre se meten en la cama sin cartera, sin nada más que su ser y su integridad. Eso es lo único que nos pertenece. Las propiedades no son más que un papel, el dinero no es más que números en una cuenta, no nos acostamos con eso, nos acostamos con lo que somos.
- Gracias papá.
Abracé al hombre que tenía delante como si me fuera la vida en ello. Sabía que mis padres solo tenían uno de esos papeles, la casa. Sabía que esos números en una cuenta eran más bien pocos. Pero sabía que si alguien podía irse a dormir cada noche tranquilo abrazando su integridad, esos eran ellos.
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¿Cuál es tu sueño?
Teen Fiction¡TERMINADA! Mi sueño era salir de aquí. De este barrio que me ahogaba. Él, en cambio, dijo que no tenía sueños. Nunca pensé que a lo que se refería, en realidad, era a que los suyos no eran de ese tipo, los suyos eran especiales. Nunca pensé que Da...