Te odio

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- Venía a ver si estabas bien - Daniel me mira fijamente evitando los ojos de Ian - pero ya veo que sí.

Mi vecino se marcha y yo me quedo mirando la puerta que cierra de un golpe fuerte tras él.

- Ve... ve tras él - Ian me mira comprensivo.

- Ni hablar. Si se enfada es su problema, no tiene derecho a aparecer de repente y...

- Ve y díselo a él Summer.

- Pero tú...

- Yo voy a atender a los clientes que es para lo que nos pagan - se ríe - yo estaré aquí cuando vuelvas.

Me levanto dispuesta a pedirle explicaciones al maleducado de Daniel Miller, pero entonces me freno en seco, me giro y corro hacia Ian para depositar un beso en sus labios antes de irme. Nos acabamos de besar y no voy a permitir que piense que salgo corriendo detrás de Daniel porque lo prefiera antes que a él.

- ¡¿Que crees que haces?! - grito cuando logro alcanzarlo en la calle.

- Déjame en paz Summer. Solo quiero irme a casa, hacer las maletas y...

- ¿¡Qué!? No tienes derecho.

- ¿A irme cuando quiera? Yo creo que sí - su voz suena pausada, cansada.

- No, no tienes derecho a volver después de cuatro años sin saber nada de ti, no tienes derecho a presentarte aquí poniendo excusas absurdas para explicar porque te fuiste, ni a enfadarte porque yo siga con mi vida, y mucho menos a volver a abandonar a tu familia cuando las cosas no salen como quieres, no tienes derech...

- ¿¡Y tú sí que tienes derecho a enfadarte porque me haya visto con Elena y minutos después estar besándote con otro!?

- ¿De verdad crees que me ha molestado porque estoy celosa? - me río exageradamente - Lo que me molesta no es que te vieras con Elena, lo que me molesta es ser tan estúpida de volver a creerme tus mentiras Daniel. Todas tus estúpidas excusas de que no podías ver una cara conocida o escuchar una voz que te recordara a esto. Puede que te dijera que no te creía, que tus justificaciones absurdas no me valían, pero en el fondo, eso era lo único a lo que me aferraba para creer que de verdad algún día me quisiste.

Decido confesarlo. No me avergüenzo de haber sido tan idiota otra vez, no soy yo la que se tiene que avergonzar de eso, no soy yo la que ha vuelto a mentirle.

- Summer, yo de verdad te quería, yo aún...

- No sigas Daniel.

- Ni siquiera sabes porque quedaba con Elena, no sabes nada de mí. Te quejas de que nunca te llamé, de que no le pregunté a nadie por ti cuando no sabes ni la mitad. Durante mucho tiempo, cada puta vez que mi móvil sonaba esperaba que fueras tú. ¿Sabes donde he vivido? ¿De que he trabajado? ¿Tienes idea de algo de lo que he hecho durante estos cuatro años? ¡No, Summer! No lo sabes, no te haces ni una idea de lo que ha sido para mí. Me he pasado todo este tiempo escuchando una y otra vez el último mensaje de voz que David dejó en mi buzón porque me aterra la idea de olvidar su voz. ¿Crees que de verdad no he querido escuchar voces conocidas? Me pasé los primeros dos años mirando tus fotos y los vídeos que grabamos juntos haciendo el imbécil con caras de perrito. Pero no podía seguir así Summer. Lo borré todo. Te borré a ti porque sentía que si seguía así... 

- ¡Te odio Daniel!

No puedo seguir escuchándole. Él tenía fotos y vídeos y los borró, yo solo tenía una carta y la releí cada día de mi vida desde que se marchó. No es justo, no lo es. 

Por su silencio sé que, por primera vez, ha sonado convincente. Y es que, en realidad, el amor y el odio son los dos sentimientos más intensos y profundos que se pueden sentir y, por eso, cuando son sinceros, lo sabes con solo mirar los ojos de la persona que los confiesa. Así que Daniel ha visto la verdad en mis ojos, y puede que desde este instante piense que es cierto, que le odio. Lo que probablemente no sabe, es que por mucho que mis palabras fueran "te odio", el sentimiento que confesaban mis ojos era el primero de los dos sentimientos solo que cuando el dolor te mata por dentro, es fácil confundirlos.

- No puedes irte - añado cuando se dispone a marcharse - No puedes hacerlo Daniel. No voy a permitir que vuelvas a abandonar a Dylan, a tus padres, a...

- ¿Porque no Summer? Todo el mundo está acostumbrado a que le decepcione. Lo superasteis una vez, lo haréis una segunda.

- ¿¡Para eso has vuelto!? - le grito mientras él sigue alejándose - ¿¡Para volverte a ir!?

Veo como sus pies dejan de caminar y se gira unos instantes, me mira como si quisiera decir demasiadas cosas pero no pudiera y, como siempre, Daniel Miller se marcha dejándome con miles de preguntas.

Noto una mano en mi hombro y me giro para encontrarme con Elena.

- Ahora no Elena, no quiero gritarte a ti también - susurro sin fuerzas - ¿Donde está Shane? Necesito a mi hermano.

- Se marchó en cuanto tú saliste al patio.

- Sí, bueno... Daniel y tú os habéis coronado.

- Summer, déjame explicártelo y te prometo que lo entenderás todo.

- Te he dicho que ahora no. Eres mi mejor amiga, acabas de volver, y lo último que quiero es montar otra escena con la que la señora Griffin pueda disfrutar tras las cortinas - me giro hacia la casa de enfrente - ¡Sí Candice, la veo! ¡Todo el mundo lo hace! Por el amor de dios ¿de verdad cree que está bien escondida? - alzo los brazos al cielo desesperada mientras la mujer corre las cortinas para ocultarse tras ellas y entro al bar en busca de mi móvil urgentemente.

Parezco una loca gritándole a Daniel, a Elena, a la señora Griffin y moviéndome de un lado al otro sin control. 

- ¿Qué haces ahora? ¿Piensas trabajar hoy? - pregunta Ian con tono de burla mientras rebusco en el bolso detrás de la barra.

- Solo una llamada y te prometo que te compensaré - una sonrisa pícara se dibuja en el rostro del chico y me apresuro a aclararlo - No hablo de eso, guarro.

Sonrío y busco el teléfono de Shane en los contactos del aparato.

- ¿Shane, todo bien?

- No voy a recaer Summy - se precipita él adivinando el motivo de mi llamada - Es solo que no quería seguir ahí mientras esos dos hablaban de lo bien que lo han pasado juntos en su nueva vida mientra nosotros nos pudríamos aquí.

- Como te entiendo hermano... - sonrío aunque no me pueda ver - ¿Vendrás a casa esta noche?

- Sí, he quedado con mamá que iré a leerle un cuento a Hope antes de dormir, podemos tomarnos una cerveza en la puerta cuando acabe de preguntarme sobre la vida de todos los personajes.

Los dos reímos, la pequeña Hope y sus preguntas son la octava maravilla de este mundo. Me recuerda a mí cuando era pequeña y terminaba alguna película. Siempre le preguntaba a mi padre que pasaba después, porque obviamente, y quizás a causa del lugar donde vivo, sabía a la perfección que los finales felices no existían, que luego siempre había algo más. Era precioso ver como los protagonistas se iban a vivir juntos y disfrutaban de su amor pero ¿luego qué? ¿como pagaban las facturas? ¿tenían hijos? ¿se querían toda la vida?. Pero esas preguntas no se contestan en las películas. Siempre que algún personaje moría y yo lloraba mi padre me decía que el actor revivía al final de la película y seguía con su vida, pero el mundo real no es así. David no era un actor y él no iba a volver. Siempre me he preguntado el motivo por el que vemos películas tristes cuando la vida ya es lo suficientemente amarga y es que, quizás, solo buscamos respuestas, buscamos sentirnos identificados con algún personaje que, al igual que nosotros, lo haya perdido todo para ver si él nos puede indicar el camino a seguir. Pero yo aún estoy buscando el mío.

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Multimedia: Summer y Daniel. 

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