¿Y ahora qué?

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- Buenos días bonita - me susurró Daniel conforme mis ojos se abrían poco a poco y dejaban entrar la luz que invadía la habitación, dando paso a la imagen de sus ojos verdes ante mí.

Probablemente esa imagen que nunca olvidaré, la primera vez que desperté junto al chico que querré siempre, por mucho tiempo que pase, por mucho que desapareciera de mi vida de la noche a la mañana. Pero eso vendrá más adelante. Daniel se aseguró de hacer que me enamorara de él loca y profundamente antes de partir.

- Buenos días - contesté con una sonrisa.

Me acarició la mejilla y apartó un mechón que tapaba mi cara poniéndolo com sumo cuidado detrás de mi oreja. Y desde ese momento, supe que estaba perdida.



- ¿Donde has dormido? - dijo mi hermano serio cuando entré por la puerta de mi casa después de escabullirme de casa de mis vecinos sin que se dieran cuenta.

- A ti te lo voy a decir...

- Ayer estabas hecha polvo por Daniel y ahora vienes de casa de un tipo que vete tú a saber quien coño es...El despecho no lleva a ningún lado Sum, no puedes hacer...

Él mismo se interrumpió cuando vio mi sonrisa y entendió todo.

- ¿Has pasado la noche con Daniel? - preguntó eufórico - no me lo puedo creer. No sabes lo feliz que... A ver, no me malinterpretes, no me gusta que mi hermana pase la noche con nadie sea quien sea, pero... - las palabras salían de su boca sin ningún control, sin ningún sentido, así que dejó de hablar para hacer lo que mi hermano mejor sabía hacer - Ven aquí pequeña.

Me abrazó tan fuerte que sentí como me inundaba la felicidad aunque probablemente me estuviera rompiendo alguna costilla. Quisiera volver a aquel día, el día que desperté con Daniel, el día que mi hermano me abrazó con tanta fuerza, el día que todo iba bien y todos éramos ajenos a lo que iba a pasar.

Subí a mi habitación, cogí la ropa que me iba a poner, entré en la ducha y con prisas, como siempre, salí corriendo para no llegar tarde al instituto, sin éxito obviamente.


- Señorita Davis, llega tarde... otra vez - dijo la profesora de lengua.

- Lo siento, de verdad que lo siento mucho - contesté suplicando.

- Siéntese - me lanzó una mirada de advertencia.

Me senté rápido antes de que cambiara de opinión ante la atenta mirada de todos mis compañeros, entre ellos, mi vecino que sonreía porque sabía perfectamente porque había llegado tarde. Saqué los apuntes, meneé las hojas de un lado para el otro sin saber muy bien por donde íbamos, hasta que me llegó un mensaje al móvil.

"¿Se te han pegado las sábanas?". Cretino. 

Así tenía guardado el número de Daniel en la lista de contactos.

Miré hacia atrás donde estaba sentado, le dediqué una mueca frunciendo el ceño y apretando los labios, y le saqué la lengua como lo hacen los niños pequeños cuando intentan mandarte a la mierda con su inocencia.

Mi teléfono volvió a vibrar. 

"¿Que está pasando?". Elena.

Miré a la chica que se encontraba dos filas y tres mesas a la derecha por delante mío. Me miraba con cara extrañada pero con una sonrisa pícara. "Luego te cuento" le dije moviendo los labios esperando que me los leyera. Asintió y seguimos con la clase.

¿Cuál es tu sueño?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora